Ese domingo, una pareja de enamorados disfrutaba de su idilio en la puerta de la casa de ella. En la calle, la moto descansaba apoyada de lado sobre la pata. Entre charla, besos y caricias la noche había avanzado sin que los novios se hubieran dado cuenta. El joven miró su reloj y exclamó:
-Las once! Me voy!
Se despidieron dándose el último beso. El se colocó el casco y el chaleco reflectivo y, prendiendo la motocicleta, se alejó agitando una mano. La joven se quedó unos instantes en la acera y luego entró en su casa.
Las calles a esa hora estaban desiertas. El muchacho tomó una avenida que lo llevaría más directo.Iba pensando en aquella niña que le había robado el corazón, mientras sus ojos escudriñaban los baches que a menudo se encuentran en la calzada.
Súbitamente, a unos cuantos metros, cerca a un batallón de infantería, las luces iluminaron algo en el asfalto: parecía una persona tendida. Mientras más se acercaba, se alcanzaba a apreciar mejor el cuerpo ubicado en la mitad de la vía. A su lado estaba el dibujo de esas estrellas que desde un tiempo atrás la alcaldía acostumbraba a pintar en el lugar en donde había ocurrido algún accidente de tránsito y que había dejado como consecuencia la muerte de alguien. Más este caso era diferente, pues la estrella estaba pintada junto al cuerpo.
El motociclista sintió miedo y paró unos cinco metros antes. Con el propósito de obtener un mejor campo visual levantó la visera del casco y dirigió la vista hacia el cuerpo. El sobresalto fue grande al darse cuenta de que no había ni señas del cadáver. Solamente estaba la estrella pintada en el piso.
_“¡Qué extraño!” –pensó- “Juraría que junto a la estrella estaba el cuerpo de una persona!” “Serían figuraciones mías”.
Aceleró y siguió hacia delante. Lo curioso fue que al pasar cerca de la estrella, la parte trasera de la moto se hundió como si la llanta hubiera caído en un hueco, al mismo tiempo que perdía fuerza. Mario aceleró un poco más, y a pesar de ésto no mejoró mucho la velocidad. Lo peor es que se acercaba un puente. El joven colocó la primera y comenzó a subir presintiendo que se vararía. No creía poder llegar a la cima. Inconcientemente miró por el espejo derecho y por poco pierde el aliento y el equilibrio!: Al lado de su cabeza, aparecía la cara exageradamente pálida de otro hombre montado en el lugar del pasajero! Una profunda herida se distinguía en el pómulo.
El susto fue indescriptible. En ese instante coronaba la subida del puente y emprendía la bajada. La dirección de la moto comenzó a variar. A Mario se le dificultaba controlarla; le temblaba el pulso. No quería mirar hacia el espejo. Lo único que se le ocurrió fue decir:
_¡No me hagas daño, por favor! Ayúdame!
Y como por arte de magia, el peso de la moto disminuyó, y el muchacho pudo controlarla sin problema. A menos de media cuadra estaba un soldado haciendo guardia. Llegó hasta él y paró. Se quitó el casco y le dijo:
_¡No sabe lo que me alegra encontrar a alguien! –Llenó sus pulmones a sus anchas-
_Por qué? Le sucedió algo? –preguntó el soldado-
_Al pasar junto a la estrella que está antes del puente, sentí como si alguien se hubiera subido a mi moto y hasta pude ver su cara reflejada en el espejo.
_Precisamente esa estrella indica el lugar donde hace unos días murió un motociclista. Uno de esos imprudentes que abusan de la velocidad.
_No me asuste más de lo que ya estoy! Será mejor que me vaya! Creo que nunca más cruzaré por aquí en la noche! Hasta mañana! – y encendiendo su moto, partió lo más rápido que le fue posible-.
FIN
Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.