Autopsia

Gilberto, un joven de escasos 19 años, llegó a las Residencias Universitarias lleno de expectativas, con el deseo de comenzar la carrera que le permitiría cumplir el sueño de ser un médico. El joven procedía de un departamento vecino y era la primera vez que entraba a la ciudad blanca.

 Después de instalarse, sintió el acoso de su estómago que le pedía desesperadamente algo de comer. Se dirigió al restaurante e hizo la fila de autoservicio. Al llegar a la caja, lo atendió Yamile, una hermosa muchacha que lo miró fijamente y le obsequió una tierna y cautivadora sonrisa. Gilberto de inmediato se sintió atraído por aquel encanto de criatura de largo cabello azabache que hacía juego con sus negros ojos.

 Al poco tiempo, entablaron una linda amistad.

_Cuéntame algo de tu vida. ¿Cuánto hace que trabajas aquí?

_Me faltan tres meses y unos días para cumplir un año. Y sobre mi vida… tengo una historia como para escribirse una novela. Según lo que me contaron en el orfanato, mis padres, mis dos hermanos y yo, vivíamos en una vereda cercana. Una noche, la casa se incendió. Mi padre y mis hermanos murieron calcinados. Mi madre me envolvió en unas cobijas y me sacó, sufriendo tantas quemaduras que le causaron también la muerte. Fui la única sobreviviente. La policía me llevó al Bienestar Familiar. Crecí en un orfanato hasta que cumplí los 18 años. Las directivas me consiguieron este empleo aquí en el restaurante. Vivo en las Residencias Femeninas Universitarias.

_¿No tienes parientes?

-No sé. Puede que si, pero no conozco a nadie. Y de ti, ¿qué me cuentas?

_No mucho, que vine aquí con el propósito de estudiar medicina, que estoy al frente una hermosa niña y que estoy loco por ella.

_Tan mentiroso.

Días después, se hicieron novios. Sin embargo, Gilberto no era el único admirador de la escultural y hermosa joven: Tanto entre el estudiantado como entre empleados, despertaba suspiros de admiración y deseo; pero quien sentía una desbordante atracción era uno de los profesores de la facultad, de nombre Sergio (…), quien la miraba con ojos golosos.

Gilberto y Yamile, acostumbraban encontrarse al finalizar la tarde, como también los fines de semana, para disfrutar de su romance.

 En cierta ocasión, El joven le había propuesto:

_¿Qué tal si mañana vamos a cine? Están presentando una película que, según dicen, es muy buena. Se llama Jocker.

_Por mí, encantada!

_Entonces te espero a las dos en el parque cercano a tu residencia.

_Listo.

_Bueno, mi amor, entonces, te dejo. –Se besaron- Hasta mañana. Que sueñes conmigo.

El joven estudiante se marchó y ella se quedó mirándolo alejarse. Cuando ya estaba a punto de entrar, alguien le dijo:

_Con que muy enamoradita, ¿no? –Yamile volteó a mirar sonriente. Era Susana, una estudiante que también se hospedaba  en esas residencias.

_Hola, Susana. ¡Es que es tan lindo!

_Pues hacen una bonita pareja. Ay! Tan boba! Excúsame. Tengo que comprar algunas cosas. Ya vuelvo.

_Está bien. Nos vemos.

Yamile se disponía a entrar, cuando fue interrumpida por segunda vez:

_Buenas noches. –Era Sergio,  el médico docente de la universidad.

_Doctor, buenas noches. ¿Qué lo trae por acá?

_Vine a realizar una visita a una familia amiga. No me digas que tú vives en las Residencias Femeninas.

_Si, aquí vivo.

_¡Qué bien! ¿Aceptas que nos tomemos un café?

_No, doctor, le agradezco mucho, pero ya tengo que retirarme.

_No me desprecies! Te aseguro que yo no muerdo! Podemos ir por aquí cerca. Mira! Aquí al frente hay una cafetería.

_Está bien, pero no puedo demorarme.

_No voy a obligarte.

Cuando Susana estaba de vuelta, se sorprendió al ver a su amiga entrando a aquella cafetería con ese doctor.

_ “Seguramente no sabe la fama de mujeriego que tiene».

Gilberto era muy cumplido en las citas. Diez minutos antes de las dos, estaba sentado en una de las bancas desde donde podía mirar la llegada de su linda novia. Pero el tiempo pasaba y ella no daba señales de llegar. El reloj ya marcaba un cuarto antes de las tres. El muchacho se levantó y se dirigió a la recepción de las Residencias Femeninas. La respuesta de la encargada fue:

_Yamile no vino anoche a dormir.

_¿Está segura?

_Si, porque las llaves están en su sitio desde ayer, cuando salió.

_Gracias.

Se marchó hasta el restaurante de la universidad para averiguar si alguien sabía de ella, mas nadie le dio razón. Regresó a su alcoba y se entretuvo mirando televisión, pero guardando la esperanza de que alguna persona de la recepción, se acercara a buscarlo para decirle que alguien lo esperaba. Sin embargo, no se cumplió su deseo.

A la hora de la cena, llegó hasta el restaurante con la ilusión de encontrar alguna pista, alguna razón, pero nada. Al terminar de comer, deambuló por las calles como para hacer tiempo. Ya de noche, se acostó pensando que al día siguiente, lunes, la encontraría normalmente frente a la caja registradora.

Era ya media noche, cuando escuchó que alguien lo llamaba:

_ “Gilbertoo”  “Gilbertoo”

El joven se despertó sobresaltado. Miró a los lados de su oscura alcoba. Un poco alejada de su cama, distinguió la figura de una mujer que lo miraba. Parecía estar rodeada de un halo luminoso. No podía distinguir las facciones de la persona y sintió miedo. Lo que más llamó su atención fue el largo y negro cabello muy similar al de…

_¡Yamile!

Sintió sin ver, los ojos de la joven mirándolo. Así permaneció por un instante. El halo luminoso se fue borrando, desapareciendo con él la imagen de ella. Le faltaba el aire. No podía dar crédito a lo que había visto. Se tocaba partes de su cuerpo para comprobar que estaba despierto, que no sufría una pesadilla. Por último encendió la luz. La alcoba estaba completamente vacía.

 No pudo volver a conciliar el sueño. Se levantó más temprano de lo acostumbrado y se dirigió a las Residencias Femeninas.

_Buenos días. –Saludó_ La recepcionista y una de las empleadas de oficios varios, respondieron a su saludo-

_Buenos días.

_Por favor, Yamile? –La joven volvió la mirada al casillero de las llaves-.

_No ha regresado aún.

_Bueno, pero ésto me parece extraño. Creo que ya deberían dar parte a la policía.

La empleada de oficios varios suspendió su trabajo y lo miró intrigada. Inmediatamente salió del local, hacia la calle.

_Entiendo su preocupación, pero debe tener en cuenta que éstas son unas residencias. Hay algunas ocasiones en que las residentes se ausentan por varios días y luego regresan. Con todo, voy a comentar con las directivas a ver qué deciden.

_Le agradezco mucho su colaboración. Hasta luego.

 Cuando salió del recinto, escuchó que alguien lo llamaba:

_Joven, joven! –El volvió la mirada. Era la empleada que había salido unos minutos antes.

_¿Si?

_Perdone la pregunta: Qué relación tiene usted con Yamile?

_Soy su novio. ¿Por qué me lo pregunta?

_Es que no sé si deba comentarle algo…

_Dígame lo que sea! Necesito encontrarla!

_Cómo le parece que esta mañana entré en su habitación a hacer mi oficio. Como ella sale tan temprano, pensé que ya había salido… El caso es que cuando estaba desempolvando su mesita de noche, sentí que alguien me colocaba una mano en el hombro. Me asusté y, al voltear a ver de quién se trataba, me encontré con Yamile que me miraba como queriéndome decir algo. Sólo pude decirle:

_ “Me asustó” Pero más grande fue el susto cuando su imagen se desapareció ante mis ojos. Yo sé que no me va a creer, pero le juro que no le miento. ¡Creo que a ella le pasó algo!

El joven se marchó a su universidad relacionando lo que acababa de escuchar de la empleada y el sueño, la pesadilla o lo que creyó ver a media noche. No sabía qué pensar ni qué hacer. De todas maneras, según las normas, debía esperar 72 horas para que la policía recibiera el informe como una desaparición.

A las siete de la mañana, el administrador del restaurante era siempre el primero en llegar, puesto que él tenía las llaves de la entrada. Esta vez abrió y entró al inmenso lugar lleno de mesas y sillas. Sólo que, al mirar al mostrador, reparó en la presencia de alguien frente a la caja registradora. Enfocó la mirada extrañado. Desde allí no alcanzaba a distinguir si era la cajera del día o de la noche. Pero sea cual fuera de las dos, ¿cómo hizo para entrar?

 Se acercó mirándola. Cuando ya estuvo un poco más cerca, la reconoció perfectamente: Era Yamile. Ella lo miró fijamente con la boca entreabierta, como si fuera a decirle algo. Se dirigió al lugar, mas,  en el lapso de levantar la tapa del mostrador y empujar la pequeña puerta para entrar, la joven ya no estaba.

_¿Yamile? –Llamó mientras la buscaba por todos lados-.

Entró a la cocina y también la encontró vacía. No había ni razón ni lugar para esconderse. Además, para salir de allí hubiera tenido que pasar por su lado. ¿Entonces?

 Un frío helado le envolvió todo su cuerpo y, especialmente, los brazos. Se quedó pensativo tratando de darle alguna explicación al hecho. Para su favor, las mujeres encargadas de la cocina y de atender las mesas, comenzaron a llegar. Una de ellas, Alejandrina, saludó desde la entrada sin obtener respuesta. Se acercó y le preguntó:

_¿Le pasa algo?

_Eh… No…No. Bueno, si. Me acaba de suceder algo muy raro. –Les contó lo ocurrido pidiéndoles discreción; mas, la noticia se regó por todo el local-.

 Poner atención en clases, con esa zozobra, fue imposible. Tan pronto como pudo se dirigió al restaurante. Aún tenía la esperanza de encontrarla, mas no hubo tal.  No estaba allí. Se acercó al administrador:

_Buenos días.

_Buenos días. ¿Qué se le ofrece?

_Mire… Estoy muy preocupado por la ausencia de Yamile. Yo soy su novio. ¿Usted sabe algo de ella?

El hombre lo miró por unos segundos y le dijo:

_No. En absoluto. –En ese instante, una de las sillas se cayó al piso sin que hubiera persona alguna junto a ella-.

Los dos hombres voltearon a mirar y luego se miraron entre ellos. El estudiante se despidió y salió. El administrador se dijo:

_ “¿Sería Yamile? Pero, qué digo? ¿Quién me asegura que ella está muerta?”

Con esa incertidumbre, Gilberto permaneció todo ese día. El siguiente,  a mitad de la tercera hora de clase, un profesor de la universidad, después de pedir el permiso correspondiente al catedrático presente, se dirigió a los estudiantes:

_Señores estudiantes, en la universidad tenemos que aprovechar cualquier oportunidad de aumentar sus conocimientos y los nuestros. Esta mañana fue traído al anfiteatro  un cadáver encontrado por la policía, al que debemos practicarle la autopsia. De tal manera que queremos invitarlos como observadores de la operación. Esta tendrá lugar a las tres de la tarde. Gracias por su atención. –En seguida, salió del aula.

Gilberto llegó unos minutos antes de las tres p.m. para ubicarse en un buen lugar, alrededor de la mesa en donde permanecía el cadáver cubierto por una sábana blanca.

 En punto de las tres, entró el médico que practicaría la autopsia. Saludó a los presentes y comenzó a explicar los pasos que se siguen en esos casos. Quitó la sábana permitiendo que apareciera el cadáver completamente desnudo de una joven. Tenía el cabello largo y de color negro. El rostro presentaba algunos moretones y los labios, al parecer, sufrieron un duro golpe, puesto que estaban partidos y cubiertos con pequeñas manchas de sangre que no se habían limpiado muy bien.

 Gilberto la miraba como hipnotizado, debido a que le hallaba un parecido con su Yamile. Sobre todo, su cabello era exactamente igual. Tal vez este hecho se debía a que no había podido quitarla de sus pensamientos ni por un segundo.

 El primer paso fue hacer un corte en la parte posterior de la cabeza y retirar el cuero cabelludo desde el cráneo hasta la frente, para luego, con una sierra, quitar la parte superior de la bóveda craneana y retirar el cerebro para colocarlo en un recipiente. Después, se practicó un corte por entre los senos, hasta el inicio del vello púbico, con el fin de poder examinar los diferentes órganos internos y determinar la causa de la muerte.

 Cuando se terminó de practicar todo el análisis, se colocó el cerebro dentro del abdomen y se procedió a suturar los cortes. Se concluyó que la muerte ocurrió por un golpe en el cuello, a nivel de la primera vértebra cervical, o sea el Atlas. Además de ésto, había sido accedida sexualmente.

Al finalizar, los estudiantes salieron poco a poco. Sólo los más curiosos o interesados, quedaron allí; entre ellos, Gilberto. Este retiró la sábana que ya se le había vuelto a colocar, descubrió el rostro y la miró ya sin la presencia de la gran mayoría de los compañeros. La miró nervioso, sintiendo que su corazón latía con fuerza. De pronto, el cadáver abrió los ojos y lo quedó mirando. Por unos segundos sus facciones tomaron la apariencia sana, fresca y rozagante. El susto lo hizo soltar la sábana y retirarse hacia atrás. ¡Era ella! ¡Su Yamile! Uno de sus condiscípulos le preguntó:

_¿Qué te ocurre?

_¿No te… diste… cuenta de que… abrió los ojos?

_Te la fumaste verde, hermano. –Dijo despectivamente y caminó rumbo a la salida-.

Gilberto se quedó allí, parado, sintiendo que se le doblaban las piernas. En ese instante, el médico salió del baño secándose las manos y le dijo:

_Ya tiene que salir, vamos a cerrar el anfiteatro.

_Si…Si.

_Se siente mal?

_Lo que sucede es que conocía a esta joven. Trabajaba como cajera en el restaurante de la universidad.

_No es posible! Está seguro?

_Completamente. Su nombre es Yamile…

_Lo único que sé es que fue encontrada por la policía en las afueras de la ciudad. Ellos no conocen aún su identidad; pero creo que lo que usted dice será de gran ayuda. ¿Está dispuesto a colaborar?

_Por supuesto.

_Entonces pasaré este dato junto con el informe de la autopsia. Seguramente la Policía lo llamará.

Esa noche se acostó temprano, con la cabeza llena de preguntas sin respuesta. Aunque apagó la luz, se le había espantado el sueño. De pronto le llamó la atención un círculo luminoso igual al que viera una de las noches anterriores. Creyó que aquella luminosidad entraba por la ventana. Mas fue creciendo hasta que en medio se distinguió una figura que poco a poco fue tomando la forma de una mujer. No pudo apartar los ojos de aquella visión. Quedó paralizado. La figura se acercó hasta cerca de su cama y pronunció su nombre:

_ “¡Gilberto!”

El joven sabía quién lo llamaba: era Yamile! Todo el temor que sintió al comienzo, desapareció.

_¡Yamile! –Dijo- ¿Qué te ocurrió?

_ “Fue el doctor Sergio”. “Te amo.”

Al decir ésto, la imagen desapareció poco a poco.

En la mañana, el estudiante fue solicitado por la policía. Además de declarar su reconocimiento, comentó la experiencia que había tenido. El médico, al escuchar el nombre de “Sergio”, añadió:

_Efectivamente en la Universidad hay un profesor de ese nombre.

 Al regarse la noticia de su fallecimiento, Susana comentó que ella los había visto entrando a una cafetería.

 El Doctor Sergio fue sometido a un interrogatorio exhaustivo. Por supuesto, negó tener alguna relación con el hecho. Sin embargo,  en un momento, se levantó aterrorizado mirando a un punto fijo,  mientras exclamaba:

_¡Vete. Tú estás muerta! ¡Aléjenla!

Algunos agentes lo sujetaron y un médico le aplicó un calmante. Ya consiente, confesó que le había administrado una sustancia con el fin de hacerle perder la voluntad. Sólo que no duró el tiempo que él hubiera deseado. La niña se puso histérica y él trató de calmarla. Se llenó de nervios y la golpeó con tan mala suerte que se golpeó en el cuello sobre un mueble. Dijo que no tenía ninguna intención de quitarle la vida. De todas maneras se le declaró culpable y fue encarcelado.

La universidad se hizo cargo de los gastos de la exhumación del cadáver. El dolor acompañó a Gilberto por mucho tiempo. El joven terminó su carrera de medicina y ahora, además de médico, ejerce como docente en aquella universidad.

 FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados