cachaco-mala-suerte120-1_Estimados colaboradores, tengo el gusto de presentarles a la señorita Claudia Arévalo –decía en esos instantes el gerente de aquella empresa-. A partir de la fecha, Claudia entra a remplazar a nuestra compañera Esther, quien desde mañana comienza su licencia de maternidad. Espero acojan a su nueva compañera con el calor humano que siempre los ha caracterizado. –Se escucharon aplausos-.
_Yo si que tengo mucho calor humano para ofrecerle! –Cuchicheó Roberto en la oreja de Rubén, quien coreó el chiste con una carcajada.
_La pelada tiene un cuerpo y unas piernas que ¡Ay cosita linda! Se le adivinan sus 100, 60, 90!
_Esos 100 son los que cualquiera necesita para completar su crecimiento! -Nuevas risotadas se escucharon mientras Claudia saludaba de mano a cada uno de sus compañeros, quienes, a su vez, le lanzaban sus mejores cumplidos.

Días después, Claudia ya se encontraba “acoplada” a la oficina. Es una de las ventajas de ser mujer y, además, bonita: todos los caballeros se desvivían por colaborarle y llamar su atención, aunque ésto no dejaba de producir envidias y resquemores entre las compañeras jóvenes, puesto que se sentían desplazadas a segundo lugar; en cambio, las compañeras que ya cargaban varios inviernos “sobre sus espaldas, sonreían por la situación y lanzaban suspiros de fuelle roto recordando tiempos añejos.

Una noche, Roberto llegó a su casa a eso de las ocho. Se encontró con el dulce cuadro de su hogar: Su mujer, muy bella seis años atrás, pero que ya el colesterol y la vida sedentaria le habían dejado su huella, estaba rodeada de sus dos hijos, y juntos miraban la telenovela. Se quitaba el mal sabor de boca que le dejaba la trama, con manotadas de crispetas acompañadas con patacones y uno que otro chicharrón.
_Hola, familia! Buenas noches. –Los chiquillos salieron corriendo para abrazarse a las piernas de su padre, gritando de emoción-.
_Cállense o lárguense a gritar a otro lado, pero déjenme mirar mi telenovela! –Gritó furiosa. Ni un beso, ni siquiera un saludo afectuoso. Se notaba a leguas que el encanto y el calor de pareja se había acabado (si alguna vez existió).

Una vez terminada la dichosa telenovela, se dispuso a servir la cena. Después de comer en silencio, los niños se despidieron y el matrimonio pasó a su alcoba. Se metieron debajo de las cobijas: unos instantes después se escuchaban los ronquidos de Azucena. Roberto se quedó despierto. Claudia danzaba en su imaginación muy ligera de ropas, dirigiéndole miradas coquetas.
_”Ah! Una mujer como ésta debí haberme conseguido!” –Y miraba de soslayo a la suya-. “Pero no es tarde, Claudia. Voy a soltarte los perros”.

Y desde el día siguiente comenzó la cacería. Claudia lucía una minifalda que resaltaba su encanto, dejando muy poco a la imaginación.
_Buenos días, Claudia. Luces hermosísima. ¿Dónde es la fiesta?
_Donde tú me invites, Roberto. ¡Y tú… no te quedas atrás. Estás chusquísimo!
_De verdad? Entonces, qué tal si vamos a cine esta tarde?
_Vale! Tengo unas ganas de ver “Durmiendo con el Contrincante”.

Como acordaron, salieron a las cinco; tomaron un taxi y se dirigieron a uno de los cinemas. Roberto había trazado mentalmente sus planes: irían a cine, luego la invitaría a tomar algo, después a discoteca, bailarían, la estrecharía entre sus brazos, la sentiría pegadita a su cuerpo, se tomarían un traguito y después… después vendría lo bueno! Se desquitaría por tantos días de abstinencia.

Al llegar al teatro, pagó obsequiando al conductor el cambio, para ganar puntos. Bajó y rápidamente dio la vuelta para abrir la puerta de Claudia, más que por educación, por no perderse de los movimientos de ella al bajar del taxi. Suavemente la tomó del brazo, compraron las boletas y entraron. Ya instalados, puso su empeño en amenizar la estadía mientras comenzaba la película. Contó algunos chistes, rieron y hablaron de todo un poco. Las luces se apagaron y nuestro galán intentó comenzar la conquista. Tomó una de sus manos entre la suyas, mientras le dijo:
_Tienes unas manos muy suaves. –Ella delicadamente, la retiró

Durante toda la película su admirada compañera no dijo ni media palabra y con monosílabos cortaba cualquier intento de charla que él iniciara. Al finalizar la función, ella tomó la iniciativa de ponerse de pies.
_Salimos?
_Claro! Vamos! –Siguió adelante buscando apresurada la salida. La cantidad de gente que bajaba las escaleras los separó. El trataba de abrirse paso para caminar junto a su pareja; mas, cuando lo logró, ella ya llegaba a la acera. Mirando hacia la izquierda, dijo:
_Ahí viene mi buseta! Chao, Roberto! Nos vemos mañana. –Y echó a correr dejando al hombre “con la carabina al hombro”, con todos sus planes y sueños en el aire, con las manos bien apretadas dentro de los bolsillos y con un nudo bien grande en la garganta.

Al día siguiente, al encontrarse en la empresa, ella lo miró muy fresca.
_Hola, Roberto. Ayer no te di las gracias por tu invitación.
_Pero cómo, si saliste corriendo como si te persiguiera un violador. Había pensado en invitarte a tomar algo, a bailar, pero me dejaste con los crespos hechos.
_De verdad tenía mucho afán, pero te prometo que otro día será.
_Seguro?
_Seguro.

El calendario seguía su curso. Habían pasado dos meses desde que Esther se había marchado y en el pobre Roberto el deseo de conquistar a Claudia se intensificaba más y más.

Llegó el 30. Era un viernes. Un grupo de compañeros de ambos sexos, Roberto incluido, organizaron una salida a bailar en discoteca. Hasta la fecha ya se habían limado asperezas, envidias y demás entre las compañeras. Entraron al tocador en manada para alindarse como mejor podían. Compartieron labiales y demás. Se aplicaron sus perfumes predilectos en varias partes: “Por si me besa, por si me abraza y por si las moscas”. Se demoraron como sólo ellas pueden hacerlo, mientras afuera, los caballeros esperaban ansiosos.
_Esto de esperar a las mujeres si que es aburridor, caray!
_Tú sabes, Víctor, mijo, que ellas se demoran eternidades y al fin, cuando ya están en la puerta se acuerdan que no hicieron “chichí” y se regresan, ala.
Todos festejaron el apunte de Roberto.

Por fin hicieron su aparición y comenzaron a distribuirse en los carros de Víctor y Carlos. Y en el instante en que encendieron motores, Sandra codeó a Roberto:
_Mira quién te busca!
La sonrisa del hombre se congeló en sus labios, era su mujer. Sin poder disimular el disgusto, Roberto se bajó del auto y caminó hacia ella.
_Quién es? –Preguntó Claudia-
_Es la esposa de Roberto.
_Hola, mi amor. A qué debo tu tan oportuna visita? –Preguntó Roberto-
_Tú qué crees? Pues a evitar que empieces a darle mate a la quincena, querido.
_Bien sabes que soy muy responsable y que nunca hago faltar lo necesario. Por lo menos debiste esperar a que llegue a casa.
_Nooo, mi tesoro! Si uno no cuida lo que tiene… Vine a que me acompañes a hacer mercado. Así que vamos! –Y lo tomó del brazo-
_Espera! Voy a despedirme de mis amigos! –Y se separó de ella de un tirón-.
_Compañeros… se me presentó una dificultad y no voy a poder acompañarlos.
_Sólo faltó que tu dificultad llegara volando en una escoba. ¡Dile que tú también tienes derecho de divertirte!
_Lo dejamos para otra ocasión. Que la gocen!
_Qué vieja tan aguafiestas! –Comentó Claudia-

El lunes siguiente, Roberto llegó con el deseo de encontrarse con Claudia. Miró hacia su escritorio, mas ella se hallaba preparándose un tinto en el cuarto de la greca. Hasta allí llegó él.
_Hola Claudia! Cómo les fue el viernes sin mi? Se divirtieron?
_La pasamos rico, pero nos hiciste mucha falta.
_Y a ti en especial… ¿Te hice falta?
_Si. Te he tomado gran aprecio.
_Bueno, el hecho de que me aprecies ya es una gran noticia. En cambio yo… quiero que sepas que… a pesar de mi estado marital… ¡Te amo! –Le tomó una mano apretándola tierna y suavemente mirándola a los ojos. Acercó su boca a la de ella sin que Claudia esquivara su intento y, cuando ya casi rozaban sus labios…
_Roberto! Te necesita el jefe! –El oportuno de ahora era Héctor, otro compañero-.
_Gracias. –Y se apartó de la preciosa mujer. Antes de retirarse, le pidió:
_Mira, Claudia, quiero pedirte que salgamos el viernes próximo. La Empresa está de aniversario y tendremos “full fiesta”. Nuestra presencia es moralmente obligatoria. Estaríamos un rato en ella y nos escabulliríamos.
_Acepto. También lo tomaré como mi despedida. Precisamente ese día me agradecerán los servicios. La licencia de Esther llega a su fin.
_Tan rápido? Me había hecho a la idea de que te quedarías definitivamente. En ese caso nuestra despedida tiene que ser grandiosa. Ah! Y no quiero perder tu amistad. Tienes que darme tu teléfono y dirección.
_Después de nuestra fiesta.

Esos cuatro días fueron eternos. El viernes, el salón de convenciones estaba engalanado. Hubo palabras, condecoraciones, brindis, etc. La mesa en donde se serviría la comida presentaba un delicioso aspecto despertando sensación de vacío en el estómago. Comieron como sólo cada año podían hacerlo. Luego se dio comienzo a la fiesta. El licor se servía sin regatear, realizando cambios de comportamiento: aumentaba el sentido de amistad, disminuía los defectos de todas las personas por feas que fueran, llegando a embellecerlas y todo mundo se sentía hambriento de amor. Cuando el reloj marcaba la media noche, ya se habían dado las afinidades sentimentales. Roberto y Claudia bailaban muy arrebujados.
_Creo que es hora de que salgamos. –Dijo él-
_Vamos. Sales tú primero y luego te alcanzo.

Cuando ella salió, él ya tenía el taxi listo y el conductor palabreado para ir al sitio exacto. Ya dentro del auto, el apasionado hombre buscó los labios de la hermosa mujer; ésta no se resistió y por fin se besaron llenos de deseo. El licor obra milagros. Al desprenderse, ella dijo:
_Siento una pesadez extraña, mucho frío y como que me falta el aire. Creo que me pasé de tragos.
_No te preocupes. Recuéstate en mi hombro. Yo te arrullaré y te proporcionaré todo el aire que te falte.
En eso el taxi entraba al edificio. Claudia, al darse cuenta del lugar quiso protestar, pero la modorra la dejó sin palabras. El encargado les señaló su lugar y despidieron al conductor que los miraba pensando: “Delicioso bocado el que se va a llevar el hombre”.

Ya solos en la habitación, ella dijo:
_Mira, Roberto, yo creo que… -El no la dejó terminar. La besó apasionadamente, la levantó en sus brazos y la colocó delicadamente en el lecho. Continuaron las caricias. Acto seguido, se dio a la tarea de despojarla de sus prendas descubriendo y disfrutando de sus encantos. En unos instantes, la mujer estaba como Dios la trajo a peregrinar a este mundo ofreciendo una hermosa visión a los golosos ojos de Roberto. Entonces él se despojó tan rápido como pudo de su indumentaria. Tan afanado estaba que no reparó en que el color de su compañera había escapado de sus mejillas y que sus labios se habían tornado morados. Se acercó a ella lleno de pasión, para encontrarse con el aterrador cuadro: abría y cerraba los párpados con exagerada rapidez y su cuerpo temblaba.
_Claudia! Mi amor! Qué te pasa? –Preguntó asustado- La sacudió tratando de hacerla reaccionar, mas, al contrario, ella ladeó la cabeza y quedó inmóvil. El hombre le tomó el pulso sin que pudiera percibir nada. Estaba fría en su completa desnudez. Entonces, destendió el cubrelecho de un lado de la cama y se lo colocó encima sintiendo cómo los nervios se apoderaban inmisericordemente de él. Estaba convencido de que ella había pasado a mejor vida. Se levantó cogiéndose la cabeza mientras su deseo pasional se agachaba poco a poco mirando hacia el piso. Le echarían la culpa de su muerte. Pensaba en sus hijos, en su mujer. Lo mejor sería vestirse y salir a buscar ayuda.
_Tengo que afrontar la realidad.
Ya vestido, tomó la manija de la puerta y, justo en ese instante, escuchó un profundo suspiro a sus espaldas, al que siguió un gemido. De un salto estuvo a su lado.
_Claudia! Mi amor!
_Ahh!… Qué pasó?
_Mi vida, te desmayaste. Cómo te sientes?
_Tengo mucho frío! –El se quitó el saco y se acostó a su lado tratando de abrigarla mientras le proporcionaba masajes en la espalda y los brazos. Tenía la esperanza de que su amiga se recuperara y que el objetivo que los había llevado hasta allí se cumpliera. Ella lo miró cariñosamente y le dijo:
_Por favor, alcánzame mi ropa.
La mirada se le opacó, se levantó y alcanzó sus prendas. Ella se vistió en silencio frente a nuestro hombre quien, apretando los labios, miraba cómo poco a poco se ocultaban sus encantos y su ilusión.
_Te llevo a tu casa.
_No. Ya es de día. Me voy sola en un taxi.

El lunes siguiente, los compañeros daban la bienvenida a Ester. Claudia no volvió. No había dejado ni su dirección ni teléfono a ningún compañero ni compañera. Roberto se sentó frente a su escritorio con la cabeza entre las manos. Maldijo su suerte y pensó: “Como es que teniendo a esa hermosa mujer frente a mi hubiera pasado lo que pasó? Es que definitivamente, yo si soy un tipo de malas”.

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.