Si eres de las personas que gustan de alquilar fincas por fines de semana o temporadas, lo más seguro es que cambies de idea después de leer esta historia.
Un poco después de la media noche, doña Julia, una mujer de unos setenta años, fue despertada por un extraño ruido en el piso de abajo. Sin encender la luz, agudizó sus ya cansados oídos: parecía como si alguien arrastrara una pesada caja. Aunque sintió miedo, se quitó las cobijas y se incorporó en la cama. Enfundó sus pies en unas chancletas de algodón y tomó un garrote que mantenía siempre entre la cama y la mesita de noche, “por si las moscas” y, con todo el sigilo posible, se dirigió a las escaleras con los ojos muy bien abiertos. El ruido continuaba.
_ “¡Ladrones!” –Pensó- “Pero La vieja Julia les va a demostrar que nadie la roba así como así”.
Bajó uno a uno los escalones hasta llegar al primero, con la vista ya acostumbrada a la oscuridad y muy arrimada a la pared y con el garrote dispuesto. Lentamente fue sacando la cabeza. Apenas el ruido le indicó que el ladrón llegaba con su carga hasta ese punto, saltó al pasillo gritando:
_¡A ver desgraciado! ¡A mí no… -Mas, al darse cuenta de que no había nadie, detuvo su grito al instante y siguió mirando a un lado y otro, nerviosa. Encendió la luz: En efecto: No había nadie. Un frío intenso se apoderó de ella y no tuvo más remedio que subir las escaleras lo más rápido que pudo, hasta llegar a su cama y meterse entre las cobijas, pensando:
_”Esto no tiene otra explicación: Si no fueron ladrones, ¿qué más pudo ser? Algo que no es de este mundo”.
Efectivamente, la casa estaba ubicada a mucha distancia de las pocas del sector. Doña Julia vivía sola desde que un infarto se llevó a Remberto, su esposo. Tenían como empleada a una mujer joven que venía de Venezuela, pero un día, aprovechando que ella había ido al pueblo a acompañar a una amiga cuya madre había fallecido, se marchó sin despedirse. Como dicen los lugareños: “Anocheció, pero no amaneció”.
Todavía tenía en su mente la escena de la muerte de su esposo: A media noche la despertó el brusco y desesperado manotazo que le dio.
_ ¿Qué pasa? –Preguntó ella, mientras encendía la luz. Su marido con una mano sobre el pecho y, con la otra tratando de señalar algo, le dijo con gran esfuerzo:
_ “ ¡Dile… que se… vaya! ¡Que… ella… está…”–No pudo terminar la idea-
Sin embargo, Julia le preguntó:
_ ¿A quién? ¡Si no hay nadie!–El hombre ya no respondió. Había fallecido.
La mujer desechó la idea que desde esa noche quería meterse en sus pensamientos y dijo para sus adentros:
_ “Más vale no pensar insensateces. Lo mejor será tratar de dormir.”
Sin embargo, cuando ya había conciliado el sueño, volvió a despertarse con el aterrador grito de mujer que procedía de la habitación junto a la cocina:
_ “¡No, por favor!”
Quedó petrificada. El corazón latía a un ritmo exagerado. Se incorporó un poco quedando casi sentada. Esta vez se dejó vencer por el miedo y se quedó así por un largo rato hasta que los resplandores de la madrugada anunciaban un nuevo día; entonces, se quedó dormida.
Cuando despertó por completo, el sol ya estaba en todo su esplendor. Se sentó en la cama buscando sus chancletas. Mientras se levantaba hacia el baño, pensó:
_ ”Voy a tener que tomar una determinación… Aunque me cueste: Abandonaré mis recuerdos y me iré a pasar el resto de mis días al pueblo. No puedo quedarme sola en esta finca; ya estoy muy vieja”.
Cuando terminó su arreglo personal, revisó en el primer piso las entradas delantera y trasera.
Ambas tenían los pasadores puestos y sus llaves y candados asegurados, así como las ventanas. Nadie hubiera podido ingresar ni salir.
A media mañana, enrumbó sus pasos a buscar al comisionista de la población para que se encargue de buscar comprador. Este, muy agencioso, se hizo cargo del negocio. Al día siguiente, apareció entre los avisos clasificados de un diario muy conocido de la capital, el siguiente aviso:
SE VENDE HERMOSA FINCA
Muy apta para descanso, con casita campestre rodeada de jardines, prados y árboles frutales…
En el aviso publicitario anotaba la ubicación y el teléfono de contacto. Entre tanto, doña Julia se hospedó en casa de su amiga.
No pasaron cinco días, cuando un domingo fue visitada por el comisionista y un matrimonio procedente de la capital. Discutieron el precio y se realizó el negocio.
Un mes más tarde ya las mejoras de la casa y la finca en general, estaban terminadas. El matrimonio y sus tres hijos, dos de ellos entrando en la adolescencia, llegaron a tomar posesión de lo que sería su sitio de veraneo y descanso. De las alcobas, la única que no tenía discusión, era la habitación principal, por obvias razones. Quedaban: las dos del segundo piso y la que, en un tiempo atrás, fuera la habitación de la empleada del servicio. Los padres decidieron que, la más cercana a ellos, sería del hijo menor. Entonces, los dos mayores debían decidir quién tomaba la otra y quién la de abajo.
_ La del primer piso que la tome Yoli.
_ ¡No, ni loca! ¿Qué voy a hacer yo tirada allá abajo, sola?
_Bueno, mejor. La tomo yo. Así podré escuchar mi música con tranquilidad.
_Sin subirle mucho el volumen, jovencito –Aclaró el padre-
Una noche de aquellas vacaciones, Denis, el hijo mayor, dormía a pierna suelta. De pronto, sin causa aparente, despertó. Aunque tenía los ojos entrecerrados alcanzó a percibir la figura femenina parada a cierta distancia de los pies de su cama, enfundada en una “batola” azul claro. El muchacho preguntó:
_ ¿Qué pasa, mami?
La mujer no contestó nada. Entonces el muchacho repitió la pregunta:
_¿Mami qué pasa? ¿Qué haces aquí? –Nuevamente reinó el silencio-
Al no obtener respuesta, se incorporó sobre el espaldar de la cama, abrió los ojos en forma normal, mas, al darse cuenta de que no era su madre, lanzó el grito:
_ ¡Mamááá! –La mujer, en lugar de dirigirse a la puerta, corrió, o mejor, levitó hacia una de las esquinas y se esfumó como por arte de magia. En ese momento la puerta se abrió y entraron Elsa, su madre seguida por Paco, su padre. Ambos preguntaron a la vez:
_ ¡¿Qué sucede, hijo?!
_Una mujer estaba parada cerca de los pies de mi cama, mirándome. Yo creí que eras tú y pregunte qué deseabas. No me contestó y me asusté y grité. Ella se corrió hacia esa esquina –dijo señalando- y desapareció.
_Mijo, tranquilo. Tuviste una pesadilla, pero ya pasó. –Dijo ella-
_Tu madre tiene razón. Trata de volver a dormir.
_Ustedes pueden decir lo que quieran, pero no fue una pesadilla. Yo aquí no duermo por nada del mundo. Mejor, ayúdenme a llevar el colchón y las cobijas a la alcoba de mi hermano.
Los esposos se miraron haciendo un gesto de aceptación y comenzaron a llevar las cosas más útiles. Tal vez sea mejor para los dos hermanos. Al día siguiente llevarían el resto.
Era viernes a media tarde. Paco propuso a su esposa:
_ ¿Qué tal si vamos hasta el pueblo y nos tomamos algo en un bar?
_Por ahora creo que no es el momento. Con lo que Dennis dice que vio, los ánimos están un poco exaltados. Si quieres, ve tú y yo me quedo con ellos. Sobra decirte que no vayas a demorarte tanto.
_No te preocupes. Me tomaré una cerveza y estaré de regreso.
Después de mirar televisión un buen rato, todos se fueron a la cama. Elsa se acostó y comenzó a adormilarse. Sin embargo el ligero ruido que hizo la puerta al abrirse, hizo que abriera los ojos. Miró sonriente esperando la entrada de su esposo, mas la puerta permaneció estática; no continuó el giro para abrirse lo necesario.
_ ¡Llegaste temprano! –dijo- pero, al no obtener respuesta, pensó: “Me quiere asustar.”
Volvió a entrecerrar los ojos. En ese instante una fugaz sombra pasó hacia el otro lado de la cama. No dijo nada y esperó que su marido se acostara. Sintió el movimiento de la cama cuando se sentó y cuando se introdujo bajo las cobijas. Inmediatamente se preguntó: “¿Cómo así?… ¿No se desvistió?” Inmediatamente encendió la lámpara y se volvió hacia él. Su desconcierto fue enorme al darse cuenta de que el lado de la cama estaba completamente vacío! Se quedó sentada en la cama analizando la situación:
_”Bueno, la causa de que la puerta se abriera, pudo ser el viento; pero… ¿la figura que vi pasar y el movimiento de la cama, qué? Esto está raro. Ojalá Paco llegue pronto. Permaneció un rato despierta tratando de no pensar en el suceso, hasta que el sueño la venció.
Pasaría una hora y media, cuando llegó su marido. Después de asegurar la puerta de entrada de la casa y, procurando el mayor sigilo, siguió su trayecto apagando las luces que quedaban detrás. Antes de llegar hasta la alcoba, se descalzó para no despertar a su esposa y, con los zapatos en su mano, acabó de abrir la puerta medio abierta; le dio una cariñosa mirada, y bordeó la cama en una casi total oscuridad. Iba a sentarse en su lado con el ánimo de desvestirse, mas algo le impidió. Se levantó de un brinco pensando en que, por poco se sienta sobre su mujer, pero… ¿Cómo así? Se dio la vuelta y miró: Al otro lado estaba ella y en este… ¡Había alguien más! Se inclinó tratando de adivinar si era Dennis, aunque tenía la cabeza cubierta. Tomó las mantas con delicadeza y las levantó. Una fracción de segundo bastó para alcanzar a ver aquella cara arrugada, con bigote y ojos vidriosos, que se desvanecía por completo. El ahogado grito que no pudo evitar, despertó a Elsa
_ ¡Aahh!
_ ¿Qué pasó, mi amor? –Preguntó, mientras encendía la lámpara-
El, tratando de llenar sus pulmones de aire, contestó en forma entrecortada:
_ ¡Aquí… acostado… al lado tuyo… había un hombre… viejo hum…hum!
_ ¡No es posible!-dijo recordando lo sucedido a ella- ¡Oye! Aquí está pasando algo muy raro. ¿Tú apagaste la lámpara de mi mesa de noche?
_ ¡No! Cuando entré ya estaba apagada. ¿Por qué me lo preguntas?
_Escucha lo que me ocurrió… -A grandes rasgos le contó lo de la puerta al abrirse, la figura que vio pasar y que creyó que era él, y el movimiento que sintió cuando supuestamente se estaba desvistiendo- ¡Eso quiere decir que el viejo que viste fue el que entró mientras no estabas y el que se acostó junto a mí!
_No sé qué decirte, pero alguna explicación debe haber. Creo que por ahora debemos calmarnos y tratar de dormir. Menos mal que estamos los dos. ¡Ah! Y nada de comentar ésto a los niños.
_ !Por supuesto que no!
Los dos días siguientes transcurrieron sin ninguna novedad. Pero el tercer día, Chucho, el hijo menor, montó su caballo (Un palo de escoba con una cabeza hecha de cuero, semejando la de un caballo, de la que desprendían dos lazos de cabuya simulando unas riendas) y salió hacia los alrededores de la casa. Elsa lo miraba sonriente desde la ventana de la cocina. De pronto el niño se detuvo y se quedó mirando hacia la maleza. Elsa dirigió su mirada hacia donde miraba el niño. No había nada raro, aunque le pareció que el muchacho conversaba con alguien que no era su caballo. Intrigada, abrió la ventana con el ánimo de escuchar la conversación. Aunque la distancia se lo impedía, si podía asegurar que hablaba con alguien. Al no ver a nadie, cerró la ventana y bajó a investigar. Comenzó a acercarse hasta que pudo escuchar claramente que el niño le decía:
_No te vayas. Ven a mi casa y te presento a mi mamá.
Entonces, le dijo:
_Mi amor, ¿con quién hablas?
_ Con Elena. Creo que se asustó de ti y se metió detrás de ese árbol.
Elsa miró el grueso árbol y se dirigió a buscar a la supuesta Elena. Lo raro fue que detrás del árbol no encontró a nadie.
_Será mejor que volvamos a la casa. Es hora de tomar algo.
En la casa, Elsa sirvió para sí y para a su hijo un vaso de avena con unos pedazos de torta. Mientras tanto, le preguntó:
_ ¿Cuándo conociste a Elena?
_Hoy; cuando salí con mi caballo estaba cerca del árbol.
_ ¿Y qué tanto hablabas con ella?
_Sólo le dije: ¿Cómo te llamas? Y Ella me dijo: Elena. Después le pregunté: Y dónde vives? Ella dijo: En tu casa. Fue cuando tú llegaste. Entonces, ella se escondió detrás del árbol.
_Pero allí no había nadie.
_Entonces se desapareció, jajaja.
Al escuchar ésto, Elsa sintió un frío en su espalda.
Al caer la noche estaba la familia completa mirando un programa en la televisión. En eso, Yoli dijo:
_Chuchito, acompáñame a la cocina a tomar un vaso de agua.
El niño se levantó y dijo:
_Pero me das un vaso de leche.
_Vamos.
Yoli sirvió, en primer lugar el vaso de leche a chucho y luego el de agua. En el instante en que lo levantó a sus labios, sintieron unos sollozos en la alcoba junto a la cocina. Detuvo el movimiento para afinar el oído.
_Escuchaste? –Preguntó-
_Si. Alguien está llorando. Debe ser Elena.
_ ¿Cuál Elena?
_Es que hoy conocimos con mi mamá a una mujer que se llama Elena y dijo que vivía en esta casa. Y como las otras habitaciones están desocupadas, creo que debe vivir en esa alcoba que es la única que está vacía.
Yoli palideció y, agarrando a Chucho de la mano, salió de allí llena de espanto a donde estaban sus padres. Al llegar, Elsa notó el nerviosismo y preguntó:
_ ¿Qué ocurre?
_¿Es cierto que una mujer vive en la alcoba junto a la cocina?
_ ¿Cómo así? ¿Quién dijo eso?
_Dice Chucho que hoy, tú y él, conocieron a una mujer que se llama Elena y que vive en esa alcoba.
_ No es exactamente así. Lo que sucedió fue que esta tarde, desde la ventana de la cocina observé que Chucho estaba conversando con alguien a quien no alcancé a ver desde aquí. Por precaución salí a ver qué pasaba. Al llegar, no vi a ninguna mujer. Pero, al preguntar a Chucho con quién hablaba, me contó que la mujer que se llamaba Elena se había escondido detrás de uno de los árboles. Al mirar allí, no encontré a nadie. Luego me contó que se llamaba Elena y que vivía en esta casa.
_Pues no creo que sea totalmente falso, porque escuchamos a alguien llorando en esa alcoba y Chucho dice que debe ser ella, porque es la única alcoba que está desocupada.
_Pues, la mejor manera de averiguarlo es yendo a mirar; ¡Vamos! –Sugirió el padre-
Todos fueron hasta allí muy silenciosos. Al llegar, escucharon perfectamente unos desgarradores sollozos que sin duda alguna provenían de la alcoba junto a la cocina, como lo había manifestado Yoli. Paco empujó la puerta suavemente y, con cierto temor, fueron entrando a la alcoba; pero, para su sorpresa, estaba totalmente vacía.
_Seguramente el llanto provenía de fuera de la casa. Ella debe estar por ahí. Creo que debemos ir a buscar. –Y volviéndose a Elsa- ¿Qué tal si tú vas con Dennis y Chucho por un lado mientras Yoli y yo vamos por el otro?
_ ¡Nooo, mi amor! Vamos todos juntos.
Así lo hicieron: buscaron por un buen tramo alrededor, pero no encontraron nada. Regresaron a la casa sin hallar explicación a lo sucedido, a pesar del esfuerzo de Paco para convencerlos que debió ser la mujer con la que Chucho sostuvo aquella conversación.
Esa noche, Yoli le pidió a su madre que se quedara un rato con ella mientras le cogía el sueño. Cuando logró dormirse, Elsa apagó la luz de la mesita de noche y salió sigilosa.
A la mañana siguiente, cuando estaban desayunando, la niña les comentó:
_Anoche tuve un sueño, tal vez fue por lo que contaron sobre esa mujer Elena; fue tan real, que por momentos tiendo a creer que lo viví de verdad. Y como cosa rara, no me causó ni el más mínimo susto.
_ ¿Y de qué se trató el sueño? –Preguntó Elsa-
_Soñé que estaba sentada en el prado donde empieza la arboleda y que detrás de ese árbol grande salía una mujer muy bonita, sonriéndome; se me acercó y nos pusimos a conversar. De la charla, lo que me acuerdo fue que me dijo: “Me llamo Elena. Yo trabajé en esta casa.“Aquí había un hombre viejo muy malo. El me enterró junto a este árbol”. Yo le pregunté “¿Y cómo te saliste?” Ella me contestó “No me salí; dile a tu papá que tienen que cavar”. En ese momento, me desperté.
Elsa y Paco se miraron.
Al terminar el desayuno, los niños se fueron a arreglar sus camas y los padres entraron en la cocina a lavar los platos. Elsa comentó:
_¿No te parece raro el sueño de Yoli?
_Por supuesto. En primer lugar, me pregunto: ¿Chucho de dónde sacó ese nombre y que ahora Yoli salga con ese sueño? Estoy pensando en ir a buscar a la dueña de casa anterior para ver si nos aclara algunas dudas.
Algo iba a preguntar Elsa, cuando sonó el timbre. Paco fue a abrir la puerta, seguido por su esposa. El visitante era un hombre maduro. Saludó muy atento.
_Buenos días.
_Buenos días. ¿En qué lo podemos ayudar?
_Estoy buscando a mi esposa. La información que tengo es que ella encontró trabajo aquí en esta casa. Su nombre es Elena. –Los esposos se miraron –
_Caballero, No es mucho lo que podemos informarle; nosotros compramos esta finca hace un par de meses. Es posible que la propietaria anterior sepa algo de ella. Bueno, pero siga. Usted debe venir cansado.
–Así es. El camino fue largo. –El hombre agradeció y siguió a la sala. Elsa regresó con un vaso de jugo-
_Por su acento creo que usted debe ser venezolano.
_Si, así es, y mi esposa también. Emigramos de nuestro país por los problemas que ustedes conocen. Lamentablemente, la guardia nos puso muchos problemas y en el paso me detuvieron. Le grité a mi esposa que siga y que yo la alcanzaría. Que nos comunicaríamos por whats app. Sin embargo la situación no me permitió alcanzarla. La última llamada que tuve fue del pueblo cercano a esta finca. Allí me enteré que había conseguido trabajo por los alrededores.
_Creo que ella debe estar cerca.
_¿Por qué lo dice?
_Porque mi esposa dice que vio desde la ventana de la cocina a nuestro hijo menor conversando con alguien. El ramaje no permitió ver con quién, sin embargo salió a averiguar. Cuando llegó ya la persona no estaba, pero el niño comentó que le había dicho que se llamaba Elena y que vivía en esta casa. Seguro lo que ella dijo fue que “había vivido”. Creo que debe averiguar en las fincas vecinas. El problema es que son muy extensas y eso hace que las casas queden demasiado apartadas. Se me ocurre una cosa: ¿Usted tiene una fotografía de ella? No sea que estemos hablando de dos personas diferentes.
_Desde luego. –Sacó una billetera del bolsillo trasero y, de ella, una fotografía a colores.
_Permítame un momento. –Y colocándose la mano en el lado de la cara, llamó -: ¡Chucho, ven!
_Dime, papi.
_¿Conoces a esta señora?
_Si, es Elena.
_!Yoli!
_ ¿Si?
_¿Tú conoces a esta señora?
_!Es la mujer que soñé anoche!
_Pero, ¿Tú nunca la habías visto en persona? –Preguntó el forastero-
_No.
_¿Y qué fue lo que soñaste? –La niña relató el sueño-
Al finalizar, el hombre pidió-
_Señor, por favor, présteme una pala y permítame cavar.
_ ¡Por supuesto. Vamos!
Allí encontraron el cadáver junto a una caja con ropa y efectos personales. Llamaron a la policía. Después de realizar las investigaciones pertinentes, encontraron cabellos en una de las manos del cadáver. Hicieron comparecer a la dueña anterior de la finca. Al convencerse de que ella no tenía nada que ver, se realizó la exhumación del cadáver del esposo. El ADN del cabello de él con el de las manos de la fallecida, coincidió. Así, la policía descubrió que el antiguo propietario le había dado muerte.
A partir de ese día todos los integrantes de la familia le cogieron cierto temor a la finca. Decidieron venderla, mas el tiempo pasaba sin conseguir cliente. Cuando iban, no se quedaban a dormir allí. Entonces decidieron arrendarla por fines de semana y a veraneantes por días. Lo cierto es que muchas personas que allí se hospedaron aseguran haber escuchado llantos, gritos y ruidos que no tienen explicación; haber visto, en las noches, entrar un adulto mayor a las alcobas como si buscara algo y luego desaparecer; también a una joven caminando entre los árboles a media noche. Por tal motivo, son muy raros los inquilinos que se quedan por varios días sin salir asustados.
FIN
Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados