El dolor de perder al verdadero amigo fiel, es incomparable, sobre todo cuando te acompañó por casi trece años, desde que tenía un mes y medio de nacido. Este fue el caso de mi pastor alemán. Un amigo sin reservas dispuesto hasta a dar la vida de haber sido necesario. El caso es que la muerte se lo llevó un 17 de agosto. Se fue dejando un enorme vacío.
Algo así como un año después, un día domingo, salimos mi esposa y yo a caminar por uno de los parques cercanos a nuestra residencia. Había varios grupos familiares mirando un partido de fútbol o, simplemente, recostados aprovechando el sol de aquel hermoso día.
Caminábamos lentamente buscando un lugar apropiado para sentarnos. A diferencia de mi esposa, no reparé en el hermoso perro de raza Pastor Alemán que se hallaba con tres personas que podrían ser el padre, la madre y el hijo. El hecho fue que pasamos cerca del grupo y nos sentamos como unos ocho metros más allá. Fue cuando mi esposa me dijo:
-Mira, ese perro no te ha quitado la mirada desde que entramos al parque. –Volteé a mirar y en efecto, el Pastor me miraba sentado en las patas traseras con sus orejas levantadas. Inesperadamente lanzó un aullido como de reproche. Yo inconcientemente le hice un gesto de llamada agachando mi cabeza como lo hiciera con mi perro. De inmediato se levantó y se dirigió corriendo hacia mí. Mi esposa dijo:
-¡Cuidado! –Pero yo sabía que no venía con intención de atacarme-.
Se lanzó sobre mí jugueteando y lamiéndome las mejillas. Le acaricié el lomo y la frente y se recostó a mi lado muy pegado a mi muslo. Los dueños se levantaron en el acto, caminando hacia nosotros. Me miraban extrañados y saludaron
-Hola, cómo están?
-Muy bien, gracias.
-No entiendo la actitud de mi perro! Tan pronto lo vio, lo quedó mirando y comenzó a mover la cola. Cualquiera diría que ya eran conocidos.
-Si, yo también me extrañé. –Dijo mi esposa- Es que no le despegaba la mirada!
-Nosotros también tuvimos un Pastor alemán. Murió hace un año. El 17 de agosto. -añadí-
-Mucha coincidencia! Este nació también en agosto. Bueno, los dejamos. ¡Vamos, Danger!
Danger ni se movió. Entonces, intervine:
-Tienes un lindo nombre. Ve con tu papi. Nos vemos otro día. Chao. –Me miró profundamente y se levantó. Los cuatro comenzaron a caminar. Un poco más adelante, giró su cabeza y me miró nuevamente. Mi esposa y yo le hicimos un gesto de despedida con la mano. Hasta hoy, no lo he vuelto a ver.
FIN
Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados