_ ¡Lizardo! ¡Lizardo! ¡Despierta, Lizardo!

Lizardo escuchaba aquella voz muy lejana, pronunciando su nombre. Poco a poco, fue entrando en su realidad; las sombras se fueron despejando de su cerebro y abrió los ojos. Lo primero que vio fue al hombre vestido de azul. A su lado había una mujer con un traje similar y del mismo color.

_ ¡Hola, Lizardo! Me place contarte que la cirugía salió muy bien. ¿Cómo te sientes?

_Un poco… adolorido.

_Es normal. En unos instantes, Ginneth, la enfermera aquí presente, te aplicará un calmante. En este momento te encuentras en la “Sala de Recuperación”. Cuando sea pertinente te trasladaremos a tu alcoba. Ella es la única enfermera encargada de esta sala, hasta que cumpla su turno; así que estará a tu cuidado. Si necesitas algo y en el momento no está presente, puedes pulsar el timbre que se encuentra en el espaldar de tu cama. Ella acudirá tan pronto como le sea posible. De todas maneras también contamos con una cámara que estará monitoreando y grabando todo lo que ocurra en este recinto. También yo estaré pasando revista para ver la evolución de tu estado. Por ahora, descansa. Enfermera, por favor aplíquele un calmante.

Ginneth regresó con un pequeño frasco y la correspondiente jeringa. Miró al paciente y le obsequió una cariñosa sonrisa. Acto seguido, vació el contenido en la bolsa de suero cuya manguerita terminaba en la aguja insertada en una de las manos de Lizardo.

_Este medicamento le calmará el dolor y le permitirá dormir y descansar. –Explicó-

_Gracias.

Minutos después, se quedó dormido profundamente. Despertó bien entrada la tarde. El dolor había disminuido de forma considerable. Se quedó ensimismado en sus pensamientos. A eso de las cinco de la tarde, el médico volvió a revisar su estado.

_Todo está perfecto. No hay de qué preocuparse. Nos vemos mañana. Que descanses.

_Gracias, doctor. Hasta mañana.

Nuevamente, Lizardo, se quedó dormido hasta cuando ya habían caído las sombras de la noche. El efecto del calmante había pasado y fue despertado por un intenso dolor. Entonces, con todo el cuidado, levantó su mano libre para pulsar el timbre. Lo hizo varias veces, mas, la enfermera no acudía. Por fin, entró una enfermera diferente, extremadamente pálida. Sin decir palabra se situó a su lado.

_¡Por favor! ¡Siento mucho dolor y ya llevo un buen rato llamando. ¡Deme algo!

Salió muy rápida para regresar con un vaso de agua y un sobre. Los colocó en la mesita para proceder a levantar la parte superior de la cama con el fin de buscar una mejor posición para el paciente. Luego, rasgó el sobre y colocó la pastilla en una copa. Le ofreció la pastilla en la copa y el vaso de agua. Lizardo tomó primero la pastilla, la llevó a su boca y recibió el vaso de agua.

_Muchas gracias.

La enfermera salió tan callada como siempre.

Al cabo de un momento hizo su entrada Ginneth.

_ ¿Cómo se encuentra?

_Mejor… Pensé que tu turno había terminado.

_No todavía, pero ya casi. A las once. ¿Por qué?

_Porque cuando pulsé el timbre  por varias veces, no llegaste y fue otra enfermera quien me trajo la pastilla.

_En esta sección no hay otra enfermera. Además, el timbre no ha sonado.  ¿De qué pastilla hablas?

_En la mesa están: el sobre, la copa donde colocó la pastilla y el vaso vacío.

Ginneth tomó el sobre y leyó: CONMEL.  Abrió los ojos y la boca y salió rápidamente a buscar al médico de turno.

_ ¿Doctor! Podría acompañarme a mirar la cámara de la “Sala de recuperación”?

_ ¿Qué ocurre? –La enfermera le narró lo sucedido con todo detalle-

_ ¡Mire, aquí está el sobre!

_Pero… ¿Qué es esto? ¡Este medicamento dejó de utilizarse hace mucho tiempo! ¡Vamos a mirar las cámaras!

Con ayuda del encargado, lograron ubicar lo sucedido. Aparecía Lizardo pulsando el timbre. En su rostro se reflejaba el dolor que sentía. De pronto, en la pantalla aparecieron unas rayas e iluminaciones como de película grabada en una cinta vieja de betamax. Aunque la imagen se distorsionaba un poco, se alcanzó a ver cómo una enfermera vistiendo uniforme de muchos años atrás, entraba y se paraba junto al enfermo, mirándolo y atendiendo su queja. En un instante salió para volver con un vaso en la mano, al parecer con agua y una copa pequeña. Diligentemente,  los colocó sobre la mesa. Después de manipular el colchón para levantarlo, rasgó el sobre para dejar caer la pastilla en la copa. Enseguida le ofreció la copa y el vaso al enfermo. Después de recibir el vaso, lo colocó sobre la mesita al lado de la copa y salió de la habitación.

La imagen de la cámara volvió a ser nítida. Médico y enfermera se miraron interrogantes.

_Y ella, quién es? una enfermera de qué época? Ese uniforme dejó de usarse hace… ¡hum! Después de mirar ésto, ¿cómo voy a decir que los sucesos paranormales no existen?

_Usted quiere decir que era un fantasma?

_Qué más puedo decirle?

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados