Fantasma de novia 2

Había pasado mucho tiempo desde que partió de su ciudad natal. 25 años después, un cinco de septiembre, volvía a caminar por sus viejas calles. Todo estaba muy cambiado; sin embargo, algunas cosas seguían igual y le traían a su memoria muchos recuerdos. Lo invadió la nostalgia. Caminó sin rumbo fijo. Inesperadamente, allí estaba aquel parque. Miró los árboles y se preguntó cuántos de ellos habrían sido testigos mudos de su romance de juventud. Siguió paseando acariciado por la fría brisa de la tarde. Entre las pocas personas, una mujer cruzó por su lado. Sus miradas se encontraron y, después de haber dado unos pocos pasos, algo en su interior lo hizo girar. Lo mismo ocurrió con ella. Se miraron sorprendidos e incrédulos. Los dos reaccionaron al tiempo preguntando:

_¿Yoli?

_¿Aldemar?

_¡Qué sorpresa!

_¡Qué gusto verte! ¡Estás cambiado! Por poco no te reconozco.

_Los años  no pasan en vano. Tú en cambio, estás tan bonita  como cuando nos vimos la última vez.

_Y… fue en este parque, no?

_Creo… creo que si.

_Y ¿qué tal si nos sentamos un poco y charlamos? ¿Tienes tiempo?

_Eh… si, si.

–O, si lo prefieres, vamos a tomar algo?

_Prefiero que nos quedemos aquí.

Sin pensarlo mucho, Aldemar la tomó por el brazo y la condujo hasta una banca discretamente alejada.

_Vienes seguido por aquí? –preguntó él-

_Si. Sigue siendo mi lugar favorito. Cuando tengo tiempo vengo a leer, a tomar el sol, o simplemente a pensar.

_Y a… recordar… ¿No?

_Digamos que también. Y tú… ¿Regresaste a vivir aquí o vienes de paseo?

_De paseo. No había regresado desde la vez que vine a cumplir la cita que nos pusimos aquí y que…  tú no la cumpliste. Y créeme que no te lo reproché. Pensé que no era lo correcto encontrarnos a escondidas después de haberte casado. Así que me marché y, la verdad, no sé por qué estoy aquí.

_Mira, en cuanto a la cita, créeme que me fue imposible cumplirla. Acuérdate que prometimos tener un encuentro aquí el cinco de septiembre de cada año a las cinco de la tarde. Con excepción de aquella vez, todos los años que siguieron vine con el deseo de verte. Y siempre me regresaba muy triste. Por otra parte, sabes que prácticamente me casé obligada por mi madre y por las circunstancias y queriéndote a ti.

_Me da pena decirlo, pero tu madre siempre fue calculadora y capaz de sacrificar a su propia hija con tal de vivir bien. –Ella agachó la cabeza y guardó silencio-

_¿Aún sigues con él?

_No. Mi vida con Arturo fue un infierno. Me separé un año después. Eso me costó una dura pelea con mi madre.

_¿Volviste a casarte?

_No. Vivo con ella.  –Se miraron y se besaron apasionadamente-.

El amor que sintieron en su juventud, volvió a surgir en un instante.

_Mi amor, vamos a recuperar el tiempo perdido.

_Espero que no sea tarde.

_¿Por qué lo dices?

_No, por nada. Sólo es un comentario.

 

A partir de ese entonces, siguieron encontrándose en aquel lugar todos los días que Aldemar había planeado permanecer en la ciudad. Unos tres días antes de partir, él le dijo:

_Mi amor, el amor que sentía por ti ha vuelto a nacer en mí y, como te dije, no quiero perderte. ¿Quieres casarte conmigo?

_Por mí, aceptaría encantada; pero tú sabes que vivo con mi mamá. No puedo abandonarla. Ella está ya muy vieja y enferma. Y tampoco puedo pedirte que la llevemos a vivir con nosotros porque sé que ella y tú son como el agua y el aceite. Ella empezó a odiarte desde que supo que te amaba y que nunca amaría al novio que ella me impuso.

_Si. Y yo sentí rencor por ella desde que te apartó de mi lado.

_Como ves, creo que debemos conformarnos con nuestros encuentros esporádicos.

_Te propongo una cosa: Casémonos y sigamos viéndonos como lo hemos estado haciendo estos días. Antes de regresar a mi casa hagamos las gestiones necesarias para nuestro matrimonio. Como sería civil, no se necesita tantos papeles como para un eclesiástico. La fecha podría ser de hoy en un mes. Qué dices?

_Que…¡Acepto, mi amor!

 

Aunque no lo expresaran en voz alta, ambos pensaron, sin que fuera un deseo, que la señora madre de Yoli no duraría mucho. Y es posible que cuando esto ocurra, los dos podrían radicarse en  la ciudad en donde vivía Aldemar.

 

Todo quedó arreglado. Los enamorados se despidieron albergando en su pecho dos sentimientos encontrados: Uno, el dolor de separarse; y el otro, la felicidad de haberse encontrado y comprometido. Durante el tiempo que estuvieron separados, se comunicaban telefónicamente todos los días. En una de esas charlas, Yoli lanzó un quejido. El preguntó:

_Te sucede algo, mi amor?

_Sentí una punzada muy fuerte en el estómago. Algo debió caerme mal. Ya me pasó.

 

Llegó el día en que Aldemar regresó. Volvieron a encontrarse en el mismo lugar. Pasearon por aquel hermoso parque. Al despedirse, ella le dijo:

_Mi amor, mañana y pasado no podemos encontrarnos. Tengo que ultimar detalles para nuestro matrimonio. Así es que nuestro encuentro será precisamente el día cuando nos casaremos.

_Estoy de acuerdo. –Y se despidieron para, dos días más tarde, encontrarse para unir sus vidas-

 

Malena, una amiga de Yoli, la misma que le serviría de madrina, junto con su esposo, le ofreció su casa para los preparativos de la boda.

 

Aldemar llegó al lugar a la hora en punto. Sabía que novia que se respete, llega tarde a su boda. Así que tendría que esperarla pacientemente. El tiempo pasaba lento. Miró un millón de veces la hora en su reloj. Nada. El juez salió a preguntar la causa de la demora. La segunda vez, le comunicó que ya no podía esperar más y que se fijaría otra fecha. El novio se disculpó, le dio las gracias y se despidió.

 

Llamó a su casa. Contestó la desagradable voz de la anciana.

_Aalóo!

_Por favor Yoli?

_No está. ¿Quién la llama? –Colgó sin responder-

 

_“Seguramente se arrepintió” -pensó. Salió a caminar por la ciudad, sin rumbo fijo. Luego, se dirigió al hotel a descansar un rato. Antes de las cinco, se le ocurrió una idea: Iría al parque. Posiblemente la encuentre allí.

 

Al llegar, buscó con la mirada en el lugar donde siempre se encontraban. Una mujer caminaba alejándose de la banca. Vestía un traje blanco muy largo. Como de…novia! Se apoderó de él una sensación de temor, ansiedad… No sabría definirlo. La siguió con la mirada hasta verla desaparecer tras de unos matorrales. Siguió su camino hasta la banca y se sentó. Esperó allí pensando en qué hacer. Ni siquiera conocía la casa de quienes iban a ser sus padrinos. Las sombras de la noche empezaron a cubrir el parque. Las lámparas se encendieron tenuemente. Se levantó para irse. Miró por última vez a su alrededor y fue cuando descubrió nuevamente a la mujer de blanco a lo lejos. Esta vez, parecía que lo miraba. No le dio importancia al hecho y decidió caminar hacia el hotel. En el restaurante comió algo liviano y se retiró a su habitación. Se recostó en su cama sin desvestirse y sin encender la luz. Poco a poco se fue adormeciendo. Unos minutos después entre dormido y despierto, escuchó un prolongado sollozo y una voz que le decía:

_ “Perdóname”.

Se despertó y se sentó en la cama sobresaltado. Miró a todos lados y, por último, encendió la luz. No había nadie. Tal vez, se trató de un sueño. Se desvistió despacio, se enfundó en su piyama y se envolvió en las cobijas. No tardó mucho en dormirse. El día había sido muy pesado.

 

Durmió profundamente durante más allá de la media noche cuando, sin saber por qué, se despertó lentamente. Sintió la sensación de no estar solo; de que alguien lo miraba. Y, efectivamente junto a los pies de la cama estaba la misma mujer que viera en el parque, con su vestido de novia. Sintió un sobresalto muy fuerte que se hizo más intenso cuando descubrió el intenso parecido con su Yoli. Se le formó un nudo que no le permitía respirar. Pensó que se moriría. No pudo moverse ni articular palabra alguna. Ella lo miró tiernamente por un instante. Al fin, le dijo:

_ “La vida no me alcanzó para poder hacerte feliz. Perdóname”.

Y la visión se fue desapareciendo poco a poco.

 

Aldemar quedó desconcertado tratando de entender aquellas palabras. La visión fue tan real que no podía creer que se tratara de un sueño. Ya no pudo volver a dormir. Se quedó esperando que llegara el nuevo día.

 

Muy temprano se levantó, se dio un baño de agua fría, se vistió y salió al restaurante a desayunar. No había terminado aún, cuando uno de los empleados se le acercó a la mesa.

_Lo necesitan en la recepción.

_A mi?

_Si, señor, preguntaron por usted.

_Gracias.

Salió lo más de prisa que pudo. Una pareja estaba sentada. Al escuchar sus pasos, se pusieron de pies. Eran sus posibles padrinos. Ambos vestían trajes negros.

_Buenos días, Aldemar. –Saludaron los dos en voz baja.-

_Buenos días. Pasa algo?

_Qué suerte que, al fin, lo encontramos. Nos vimos en la necesidad de llamar a casi todos los hoteles.

_¡Por favor, díganme qué sucede!

_Yolita, falleció. No pudo llegar al matrimonio.

_¡No puede ser!… ¿Qué le ocurrió?

_Estando ya para salir hacia el juzgado, lanzó un gemido de dolor, se apretó con ambas manos el estómago y cayó desmayada. Inmediatamente la llevamos al hospital. Según el médico, los síntomas eran similares a los que presentan quienes tienen un cáncer de estómago muy avanzado. Le colocaron calmantes, pero ya no le hicieron efecto. Presentó un paro cardiaco y, desafortunadamente, falleció.

_Y dónde está el cuerpo?

_En el hospital. Tenían que practicarle la autopsia. Hoy lo entregan. En la tarde la trasladarán a la “Sala de Velación del Perpetuo Socorro” y mañana será el entierro. Los gastos corren por cuenta del Fondo de empleados. Ya le informamos a la madre. Le afectó mucho. Está muy mal. Como no tiene más familiares, nos vimos en la necesidad de pedir colaboración a unas vecinas para que la cuiden.

_Les agradezco mucho su información. –Tomó aire y continuó- No se imaginan el dolor que me causa su partida. Yo pensé que por fin podría alcanzar la felicidad al lado de la única mujer que he amado.

_Lo sentimos mucho, Aldemar. –Dijo Malena- Y ahora, nos marchamos. Hasta luego.

_Hasta luego.

 

Salió del lugar camino hacia el parque en donde surgió y volvió a nacer el amor por su Yoli. Allí permaneció por muy largo tiempo. Cuando empezó a caer una agresiva llovizna, se levantó y nuevamente se dirigió al hotel. En horas de la noche, llegó hasta la sala de velación. Se acercó con cautela  para no encontrarse con la mujer que hubiera sido su suegra. La miró desde lejos. Estaba irreconocible. Lloraba desconsolada junto a un hombre al que reconoció al instante: Era Arturo, el exesposo de Yoli. No reconoció a ninguna otra persona de las presentes. No se acercó al ataúd. Permaneció por un largo tiempo hasta que los acompañantes empezaron a despedirse. Discretamente, salió del lugar.

 

Al llegar a su habitación, tomó un baño y se acostó. De dedicó a recordar todos los momentos vividos desde que la conoció. De pronto, el sueño se fue apoderando de él. En eso, sintió el susurro de su nombre:

_“Aldemar”

Quedó totalmente despierto. Se sentó un poco sobre el espaldar buscando alrededor con la mirada. Le llamó la atención una blanquecina luz que se fue haciendo cada vez más grande. En el centro se podía apreciar lo que parecía ser una persona.  Cuando tomó forma  Aldemar distinguió de quién se trataba. Como cosa extraña, no sintió miedo. Ella lo miró sonriente por un largo momento. Luego, la imagen y la luz se fueron achicando hasta perderse por completo.

_“Adiós, mi vida” –Murmuró el hombre-

 

Lo primero que hizo al día siguiente, fue ir a comprar el tiquete aéreo de vuelta a su casa, para el regreso. Ya en la tarde se acercó al cementerio en donde Yoli sería sepultada. Del vehículo mortuorio, el ataúd fue conducido por cuatro personas; dos de ellos eran: el exesposo y quien iba a ser su padrino de matrimonio. Los otros dos, seguramente eran compañeros de trabajo. El, se quedó alejado del lugar en donde esperaba el sacerdote. Los cuatro cargadores colocaron el ataúd en una base. Muchos de los amigos se acercaron a mirar el cuerpo por última vez. Aldemar no pudo dominar el deseo de verla y se abrió paso entre la gente. Estaba muy linda. Parecía dormida. En ese momento Arturo lo miró  reconociéndolo con cierto trabajo.

_¿Qué haces aquí? –preguntó en voz baja con ira contenida-

_Tú ¿Qué crees? –Respondió él, devolviéndole la mirada en la misma forma-

Los otros cargadores, con todo el disimulo, los separaron. El ataúd fue colocado sobre el lugar ya dispuesto para ello. Lentamente fue descendiendo hasta el fondo y se procedió a vaciarle la tierra encima. Cuando todo terminó, y los presentes se acercaban a despedirse de la madre, Arturo se le acercó y le dijo algunas palabras al oído. Ella buscó con la mirada hasta posarla sobre Aldemar, y sin pensarlo dos veces, se acercó hacia él para gritarle con todas sus fuerzas:

_¡Maldito! ¡Mil veces maldito! ¡Tú le causaste la muerte a mi hija!  -Y cayó al piso-

 

Mientras varios de los presentes trataron de ayudarla dándole aire con abanicos, él caminó despacio hasta el taxi que lo había llevado hasta el camposanto y se alejó hacia el hotel.

 

Una vez en su alcoba, preparó su equipaje dejando por fuera únicamente el traje que se pondría al día siguiente y algunas pocas cosas. Quería salir de la ciudad cuanto antes para nunca más volver. Se acostó pensando en eso.  Antes de dormirse, deseó con toda el alma volver a tener  la aparición de Yoli.  Sin embargo, lo que hizo que se despertara, no fue la presencia de ella. Alguien desde la oscuridad, le decía:

_“Maldito”

 

El hombre buscó el interruptor de la lámpara; mas, cuando la prendió, el bombillo lanzó un destello que iluminó la habitación por un segundo y se quemó. El segundo de luz le sirvió para descubrir en su lado derecho la presencia de aquella mujer vieja, de facciones desfiguradas que le estiró sus flacas manos como garras para cerrarlas sobre su garganta.  Aldemar quiso pedir auxilio sin que de su garganta brotara nada diferente a unos ronquidos. Trató de agarrar los huesudos brazos para separarlos, pero, sus dedos no encontraban nada qué agarrar. Sintió que se moría. Ya el aire le faltaba. Estaba a punto de perder el sentido, cuando escuchó una dulce, pero enérgica voz que dijo:

_“¡Mamá! ¡déjalo!”

 

Inmediatamente la opresión desapareció. La imagen del amor de su vida lo miraba con esa ternura con que sólo ella podía mirar, mientras se alejaba lentamente hasta desaparecer.  El supo que nunca más la volvería a ver. Al otro día ya a bordo del avión, se enteró por el periódico de la muerte de la madre de Yoli.

 

FIN

 

Autor: HUGO HERNAN GALEANO REALPE. Derechos reservados.