Uno de los aspectos positivos de aquella entidad bancaria para con sus gerentes seccionales, cuando tenían que realizar aquel tipo de reuniones, era la de hospedarlos en hoteles “cinco estrellas” o sitios similares de gran lujo y comodidad. Aquella vez el encuentro se había programado en el sitio llamado “La Casona”, una muy antigua residencia adaptada ahora para estos menesteres. Estarían sábado y domingo.
La jornada del primer día había concluido un poco tarde, pero a sus participantes, hombres y mujeres jóvenes, les quedaba tiempo para relajarse un poco antes de ir cada uno de ellos a sus aposentos.
A las diez y media de la noche, Edmundo, uno de los gerentes más jóvenes y más eficientes, poco dado a las fiestas y furruscas, se retiró a su habitación. No había tenido el tiempo suficiente para mirarla con detenimiento, así que aprovechó ese momento para hacerlo. Era amplia, muy elegante, un tanto fría; al centro se localizaba la gran cama doble del siglo XIX, y en una de las esquinas se podía apreciar una escalera descendente que conducía a una especie de sótano en donde se encontraba el cuarto de aseo.
Después de darse un buen baño se colocó la piyama y se recostó sin meterse debajo de las cobijas, con las manos entrecruzadas detrás del cuello. Poco a poco la modorra y el cansancio lo fueron venciendo hasta que se quedó dormido.
No tardó en empezar a soñar. Se vio en el sótano. Cuando comenzaba a subir el primer escalón, se percató de la presencia de alguien. Levantó la mirada y efectivamente en la parte superior se encontraba una joven de unos 18 años, vestida a la usanza de la época de la colonia, quien le estiraba los brazos muy amorosa. El, continuó ascendiendo estirando los brazos de igual manera, para alcanzar las manos de la niña, mas, justo en el momento de juntarse, se despertó sobresaltado.
Se quedó un rato meditando en el sueño. Tenía en su cabeza en forma muy clara, las hermosas facciones de aquella joven y el traje que llevaba. Cómo le hubiera gustado que aquel sueño hubiera sido realidad!
En ese momento alguien dio un leve toque en la puerta. En seguida el hombre se incorporó quedando a medio sentar en la cama, y antes de que pudiera responder, la puerta se abrió. Cuán grande fue su sorpresa al reconocer que la persona que entraba era la misma niña de su sueño y con el mismo atuendo!
Llevaba en sus manos una pequeña bandeja con una copa, ambas de cristal estilo Luis IV. Sin pronunciar palabra, lo miró muy sonriente y colocó su servicio en la mesita de noche.
_Gracias! –Dijo Edmundo, mientras la joven hacía una pequeña genuflección y se retiraba.
_Espera! –La hermosa criatura se detuvo sin dejar de mirarlo.- Por qué no te quedas un momento? Me gustaría que conversáramos.
Por toda respuesta, ella lo miró profundamente y salió de la habitación.
El joven gerente se quedó pensativo formulándose muchas preguntas.
_”¿Por qué no me contestó? ¿Será, acaso, muda? Y ¿por qué la soñé precisamente a ella? ¿Sería que la vi durante la reunión y no lo recuerdo? En fin, lo mejor será que me tome la copa y trate de dormir”.
-“A la salud de semejante belleza”! –Dijo para sí, degustando el aguardiente- ¡Muy sabroso!
Al día siguiente, al despertarse, reparó en que la bandeja y la copa vacía ya no estaban en la mesita de noche.
-“Eso quiere decir que ese angelito me visitó mientras dormía y se las llevó. Mala cosa que entren sin la autorización del huesped”.
Se reunió con sus compañeros en el comedor y mientras les servían el desayuno buscaba con la mirada a aquella linda empleada, pero quien les prestaba el servicio era un hombre vestido normalmente.
_A quién buscas? –Le preguntó uno de sus colegas-
_A la hermosa mesera que anoche nos llevó la copa de aguardiente.
_Nos llevó? A mí nadie me llevó copa alguna!
_De qué hablan? –preguntó otro de los presentes.
_Edmundo comenta que anoche una linda mesera le llevó una copa de aguardiente.
_Pero sería a usted solo, porque a mí, nada.
El mesero los miró intrigado y preguntó.
_Hablan de una mesera? Nosotros no tenemos meseras. Sólo meseros. Buen provecho, señores! –y se retiró-
_Creo que tuvo un bello sueño!
No se habló más del asunto. Después del desayuno continuaron su arduo trabajo. Al finalizar el día domingo se dio por terminada la reunión y cada uno de los asistentes se retiró a su habitación para recoger sus pertenencias. Tenían el tiempo justo para hacerlo. Unos minutos después, Edmundo tenía listo su equipaje. Había dejado la puerta abierta. De pronto alguien entró y él volteó a mirar para averiguar de quién se trataba. Nuevamente, para su asombro, aquella joven cruzó la alcoba hacia las escaleras sin dejar de mirarlo muy risueña.
_Hola! –dijo él a manera de saludo; ella continuó bajando.
Soltó el equipaje y la siguió.
_Espera! Déjame, por lo menos, despedirme! –Cuando él comenzaba a bajar, ella ya cruzaba hacia el baño. Sin embargo, cuando el hombre llegó al final de la escalera, no había ni rastros de la mujer. La puerta del sanitario estaba totalmente abierta y no quedaba lugar en donde se hubiera metido. Un escalofrío le recorrió la espalda y comenzó a subir las escaleras con gran esfuerzo. Levantó la mirada y… en el primer escalón… Estaba ella! Al igual que en el sueño, tenía sus manos entreabiertas como diciéndole “Ven!”.
Un sudor frío le bajó por la espalda.
_”Esto no puede ser real”. –Pensó-
Sin embargo siguió subiendo lentamente con la mirada fija en la de ella y sin que pudiera apartarla. Al estar ya cerca, estiró sus manos para tomar las de ella. Ya su mirada era la de una mujer apasionada. Y justo en el momento de tocarse, escuchó su nombre en la puerta:
_Edmundo! Apresúrate!
Como por encanto la mujer desapareció. El, sacudió la cabeza como para despejarse.
_Qué te pasa, hombre! Están todos en el salón. Vamos!
Edmundo tomó su maletín y salió detrás de su amigo. En el salón de reuniones se despedían todos los compañeros y el presidente de la entidad agradecía al administrador del hospedaje. Se unió a ellos. Al momento reparó en uno de los cuadros que adornaban la estancia. Entre las personas que conformaban el grupo, estaba la muchacha. Todos vestían al estilo colonial.
_Cuénteme, La niña que está entre las personas del cuadro es empleada del hotel?
_No!, de ninguna manera. Todas estas personas conformaron una familia que fue propietaria de esta casa. Parece ser que por reveses de la fortuna, se vieron en la necesidad de transformar su casa en hospedaje. De ello hace ya cosa de cien años!
FIN
Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.