“Antes de arrendar o comprar vivienda usada, es mejor averiguar algunos antecedentes. No sea que tengas que compartirla con residentes permanentes del más allá”.

Al escuchar las llaves en la entrada, Mireya salió corriendo con la felicidad reflejada en su rostro. Prácticamente se lanzó a colgarse del cuello de su marido empinándose en su pié derecho y doblando la pierna izquierda. Sergio la miró sorprendido, mas no pudo preguntar nada debido al maravilloso sello del beso de su esposa. Cuando ella lo dejó respirar, él preguntó:

_ ¡Mi vida! ¿Y, a qué se debe ese efusivo recibimiento?

_Te tengo una noticia. Seguro que sabes dónde queda el conjunto “Villa de los Cerezos”, cierto?

_Claro que si.

_Mira, hay un apartamento en venta que puede ser nuestro, si nos apresuramos. Está ubicado en un sector muy hermoso, y cuesta casi la mitad de lo que valen los escasos que están a la venta en ese sitio.

_Y, ¿a qué se debe?

_ La empleada de la inmobiliaria no sabe exactamente, pero dice que el propietario desea venderlo cuanto antes. Puede ser que vaya a trasladarse de ciudad o país o, simplemente, que necesite el dinero. Asegura ella que todos los papeles están en regla para venderlo en cualquier momento. Sería sólo pedir que desembolsen el crédito aprobado que tienes y ya.

_Espera, mi amor. No es bueno apresurarse. Si ese apartamento es para nosotros, nadie lo va a impedir.  Por fortuna, mañana es sábado y podemos ir a mirarlo. Habría que agendar una cita.

_Fue lo primero que hice.

_¡Huy,  pero qué activa! –Dijo, rodeando sus hombros.

Antes de  la hora señalada, estaban entrando en el lugar.

_ ¡Esto es una belleza! –Exclamó Sergio-

_Te lo dije. Según la empleada, hay únicamente un supermercado y una pequeña zona de comidas, lavandería y farmacia. Es una zona residencial.

Llegaron. En ese momento, salía una elegante dama quien les ofreció una sonrisa. Ellos saludaron. Detrás, venía la encargada de la inmobiliaria. Después de los saludos y las presentaciones, entraron. Empezó por describir cada una de las dependencias del inmueble, contestando las preguntas de Mireya. La principal característica era la iluminación natural, puesto que estaba ubicado en el último piso. Sergio se adelantó y siguió mirando por su cuenta para evitar tanto palabrerío. Entró en el estudio, luego en el amplio cuarto de baño. Sintió un frío exagerado.  Al  fondo, en el lado derecho, se destacaba un enorme espejo sobre el lavamanos. Al mirarse, cayó en la cuenta de que estaba acompañado: Detrás de él, hacia el lado izquierdo, una niña adolescente, de una piel de color de cera, lo miraba. En el mismo instante, escuchó la voz que le decía:

_ “¡Por favor, ayúdeme!”

Inmediatamente dio la vuelta con el fin de preguntarle qué le sucedía, mas, en el recinto no había nadie. Salió en forma precipitada mirando a lado y lado, pero no encontró niña alguna.

_ ¿Mireya? –Llamó-

_ ¡Mi amor, ven! ¡Estamos en la cocina!

Sergio caminó hacia allá. Su esposa y la agente de ventas, charlaban animadamente.

_Parece que tu hija tiene algún problema. –Dijo dirigiéndose a la agente de ventas-

_ ¿Mi hija? ¿A qué te refieres?

_Bueno, estaba curioseando el baño y la vi detrás de mí en el espejo. Me dijo: ¡Por favor. Ayúdeme! Pero, al volverme hacia ella, ya no estaba.

_Eso no puede ser. Mira, en este momento estamos sólo los tres. Y, para completar, no soy casada y no tengo hijas.

_ ¡Bueno!.. No sé qué decir… Estoy totalmente despierto y… No tengo por qué mentir.

Quedaron unos segundos en silencio mirándose entre sí. Mireya, para zanjar la tensión, dijo:

_Creo que debemos marcharnos. Entonces… entraremos en unan charla de pareja y estaremos en contacto.

_Muy bien. Espero su llamada.

Subieron al auto.

_Me dejaste muy intrigada con tu comentario de la niña que viste en el baño.

_Puedes creerlo o no, pero ocurrió así como lo dije.

_Bueno, pero cuando estábamos mirando el apartamento, yo no vi ninguna niña.

_No sé qué contestarte, el hecho es que eso está muy raro. Mejor, dejémoslo así.

_Mi amor, ¿qué tal si me invitas a tomar algo a la cafetería junto al supermercado?

_Desde luego.

Al entrar a la cafetería en mención, nuevamente se encontraron con la dama que salía del edificio de apartamentos, unos minutos antes. Nuevamente se saludaron. Mireya se adelantó hacia la mujer y le dijo:

_Excuse, ¿será que le puedo quitar unos minutos?

_Por supuesto. Dígame.

 Intervino Sergio:

_En ese caso… ¿sería tan amable de aceptarnos un café? Estamos interesados en comprar el apartamento que está a la venta en la torre donde nos encontramos hace un momento y deseamos hacerle unas cortas preguntas.

_Claro que si.

Caminaron hacia una mesa apartada.

_Usted lleva algún tiempo viviendo en el sector?

_Así es. Mi esposo y yo fuimos de los primeros residentes.

-Y, ¿Me podría comentar algo acerca del apartamento que está a la venta?

_Lo que le puedo decir es muy poco. No sabía que lo habían puesto en venta. Tengo entendido que lo arrendaban. Sin embargo, en unos ocho meses, ha tenido tres familias. Creo que no se acostumbran y se van. No tengo nada más qué informarles… Ah!, pero creo que hay alguien que puede hacerlo y es una de las ex inquilinas. La última, por cierto. Ella vive en un conjunto cercano llamado “El Rincón de los Abedules”. Ella se llama Rosa Elena. No recuerdo el apellido, pero llegó allí hace dos meses. Creo que en la portería les pueden dar razón. Me parece buena idea averiguar lo que más puedan si se trata de comprar un inmueble usado.

Después de despedirse de la dama y, aprovechando que estaban cerca, se dirigieron en busca de aquella mujer. No fue difícil encontrarla. Una vez en la sala de Rosa Elena, volvieron a solicitar información sobre el apartamento que deseaban comprar. Aquella señora fue muy directa:

_Bueno, No quiero ser imprudente. Con su pregunta me encuentro en un terrible dilema: De cualquier manera, al responder de acuerdo con la verdad, perjudicaría al propietario, puesto que se le dañaría el negocio. Pero si no les respondo, los perjudicados podrían ser ustedes y no quiero tener un cargo de conciencia.

_Créame que ya nos respondió y en este momento estoy tomando la decisión de no comprar el apartamento. Me encanta su honestidad. Le agradezco mucho. Vamos, mi amor.

_¡Espera! –Añadió Mireya- No quisiera irme sin saber lo que ocurre en ese apartamento. Como escuchó a mi esposo, él ya tomó una decisión; sin embargo, me gustaría saber cuál fue su experiencia. Acabamos de estar allí y creo que el motivo se relaciona con algo que le ocurrió a Sergio, mi esposo.

_ ¿A qué se refiere? –Preguntó Rosa Elena-

_Bueno, al entrar a conocer el baño principal, él dice que miró en el espejo a una muchacha muy pálida que le dijo “Por favor, ayúdeme”. Cuando él volvió la cabeza para preguntarle qué le sucedía, la niña ya no estaba. Salió a buscarla, pero no la encontró por ningún lado. La agente de ventas aclaró que ella había ido sola y que en el apartamento no había nadie más que ella y nosotros dos.

_ ¡Exactamente lo mismo le ocurrió a mi esposo!…Este… Bueno, creo que tendré que contarles lo sucedido.

El siguiente es el relato de la anterior arrendataria del aquel apartamento:

_Justo en la primera noche cuando nos trasladamos a ese apartamento, Evaristo, mi esposo, se levantó a media noche al baño de la alcoba principal. Dice que estaba enjabonándose las manos, cuando escuchó aquella voz que le dijo con desesperación:

_¡Por favor ayúdeme!

El miró por el espejo a la muchacha que estaba detrás suyo y, cuando dio la vuelta, no había nadie. Salió de allí de prisa como quien busca algo.

_ ¿Qué sucede?  -Le pregunté-

_No sé si estoy todavía dormido, pero mientras me lavaba las manos, vi una muchacha en el espejo, detrás de mí.  Me pidió que la ayudara y cuando me volví no había nadie.

Mi esposo, por cuestiones de trabajo, a veces tiene que viajar dos o tres días a algún municipio cercano.  En uno de esos viajes, antes de la medianoche, escuché muy claro el ruido de pasos. Me alegré por que ya estaba de regreso. Me incorporé sobre el espaldar de la cama y encendí la luz de mi nochero y esperé. Los pasos cesaron. Más, en ese instante, escuché que se le caía un vaso.

_ ¡Mi amor, vas a acabarme la loza! –le dije en son de chiste-

Mas no me respondió nada. Entonces, me senté en la cama, me coloqué las chanclas y salí hacia la cocina. La luz estaba encendida y yo ya la había apagado. Traté de entrar lo más despacio para sorprenderlo, pero la sorprendida fui yo. En la cocina no había nadie, no obstante en el piso estaba el vaso quebrado. Eso me hizo pensar que estaría en el baño social. Me dirigí hacia allá: El baño estaba abierto y a oscuras. No había nadie. Fui hacia la puerta de entrada y estaba con llave. Me invadió un frío intenso. Corrí hacia mi alcoba y me envolví en las cobijas de pies a cabeza. Mil ideas se venían a mi mente. Creí  morir de miedo. No sé si me dormí o me desmayé. Por fortuna, Evaristo llegó en la mañana siguiente. Al contarle me dijo tranquilamente:

_Serían figuraciones tuyas.

_Si, igual que la figuración que tuviste en el baño.

Al día siguiente, sábado, salí a comprar unos tamales para el desayuno. Mi esposo se quedó metido entre las cobijas todavía un poco soñoliento.  Cuenta que de pronto escuchó el grito de una muchacha que  decía:

_ ¡No! ¡Déjeme en paz! –Al  tiempo que  el ruido de alguien que corría-

Evaristo saltó de la cama para ir a mirar qué sucedía. Cosa rara, no había nadie excepto él, en el apartamento. Cuando llegué, le pregunté:

_ ¿Qué haces?

Le narró lo ocurrido. Cuando terminó, ella, jocosamente le dijo:

_Figuraciones tuyas.

Esa noche nos pusimos a mirar una película. De pronto el movió la cabeza hacia un lado y otro y me pidió:

_ ¡Bájale un poco al televisor!

Así lo hice. Al comienzo fue un murmullo que venía de la sala. Pronto se transformó en una discusión, de la que no alcanzábamos a entender las palabras.

_Debe ser en el apartamento vecino.

En eso, se escuchó el sonido de una cachetada, el grito de una mujer y el golpe de la mesa de centro al voltearse. Fue tan nítido que los dos saltamos de la cama y corrimos hacia la sala. Estaba vacía, aunque la mesa, volteada.

_ ¡Esto está muy raro!

_ ¡Mi amor, le estoy cogiendo miedo al apartamento. No quiero ni pensar en volver a quedarme sola!

_Lo peor del asunto es que no tendrás que esperar mucho. El martes es lo más seguro que tendré que viajar.

_ ¡En ese caso, tendré que pedirle a mi hermana que venga a acompañarme!

_Si, pero creo que debemos pensar en devolver el apartamento. Esto ya no es normal.

En efecto, el martes salió nuevamente de viaje. Mi hermana aceptó venir a quedarse conmigo pero después de salir de la universidad. Ella estudiaba en la sección nocturna. Mientras llegaba, me puse a ver televisión con bajo volumen. Era un poco antes de las diez. Fue cuando escuché el ruido de algo que se caía sin llegar hasta el piso. Salí de la alcoba hacia la cocina muy de prisa; al entrar, descubrí una mujer colgando de un lazo desde el altillo. Inmediatamente me cubrí la cara con ambas manos sin poder contener el grito de pavor. Quedé paralizada; mas sacando fuerzas de donde no las tenía salí corriendo a buscar a los porteros.

Al ver mi desesperación y mi estado de pánico, uno de ellos me tomó por los hombros y el otro me acercó una silla. Después de ayudarme a sentar, fue por un vaso de agua. En ese momento, llegó mi hermana. Cuando me calmé un poco, les relaté lo sucedido. Subimos los tres al apartamento, pero al llegar no encontramos la mujer ahorcada. El portero me miraba con extrañeza.

_ ¡Les juro que aquí estaba!

_Le creo. –Me respondió-

_En este apartamento el propietario, padrastro de una adolescente, hija de su esposa en su primer matrimonio, la asesinó para evitar que lo acuse de violación. Por ese mismo motivo, se suicidó la mamá desesperada por lo sucedido a su hija. El hombre fue condenado y confinado en una cárcel hasta que fue muerto en una riña. Desde eso, son los familiares quienes arriendan el inmueble. Se dice que las almas de quienes murieron asustan a quienes llegan a vivir allí.

Para fortuna nuestra, pudimos devolver el apartamento pagando una multa equivalente a un mes de arriendo.

_Doña rosa, Le agradecemos mucho. Su información.

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados