Nuevo automóvil 2

Rubén llegó al aparcadero de su sitio de trabajo, puntual como siempre. Estacionó su automóvil en el lugar correspondiente, mas, al bajarse, quedó asombrado con la belleza de un vehículo que estaba ubicado dos espacios después de suyo. Era de color azul, impecable y de una marca muy reconocida mundialmente. Se deleitó mirándolo por fuera. Luego se dirigió a su oficina. A su paso, todos los empleados lo saludaban de manera cordial, pues con su forma de dirigir aquella sucursal bancaria, ubicada en la ciudad de Popayán, se había ganado el respeto y el cariño de todos ellos. Unos instantes después de haber ocupado su escritorio, la subgerente llamó a la puerta y siguió.

_Buenos días, Rubén. ¿Qué tal fin de semana?

_Hola, Patricia. Muy bien, ¿y tú?

_¡De maravilla! ¿Viste el carro azul que está estacionado en el aparcadero?

_¡Por supuesto! Muy lindo.

_Pues es el carro que tú, como gerente, te mereces. Lo adquirimos con mi esposo en un negocio, pensando en ti.

_No te entiendo.

_Muy sencillo. Lo compramos pensando en vendértelo.

_No, gracias. Ese auto debe valer una fortuna.

_Es cierto, pero a nosotros nos resultó muy económico. Y como tú sabes, ambos te apreciamos y te debemos mucho; así que queremos que lo dejes para ti, al costo que lo adquirimos nosotros.

Después de darle vueltas al asunto, llegaron a un acuerdo. Rubén llevó a su casa, primero su auto, regresó en un taxi por el otro y luego, lleno de felicidad, pasó a recoger a Jazmín, su esposa, a su sitio de trabajo. Se estacionó al frente. Cuando ella salió, buscando con la mirada, él le pitó y le hizo señas con el brazo. Ella se acercó  extrañada; se dieron un corto beso y siguió el interrogatorio. Rubén le contó detalladamente lo ocurrido, mientras daban una vuelta. Llegaron a casa y lo estacionaron junto al otro.

Pasada la media noche, cuando ya dormían profundamente, fueron despertados por un indefinible   quejido, balido o la mezcla de los dos, que provenía del garaje de la casa.

_¿Escuchaste, mi amor?

_Si. ¿Qué fue eso?

_No lo sé. Voy a mirar al garaje.

_Voy contigo.

 La pareja se levantó e,  inmediatamente, encendieron las luces de un  interruptor general que habían mandado a instalar en la alcoba, y salieron.  En el garaje todo estaba en orden. Recorrieron toda la casa. No encontraron nada anormal. Volvieron  a su habitación y, al momento de apagar la luz, el mismo sonido se repitió, haciéndoles encoger la espina dorsal. Se metieron dentro de las cobijas preguntándose, uno a otro, qué pudo haber sido.

_Seguro fue algún animal por fuera de la casa. Tal vez, el mugido de un ternero.

_No. Tenía algo así como de dolor humano. Como el grito de alguien al ser golpeado! No sé.

Se durmieron sin encontrar una respuesta convincente.

Al día siguiente, al llegar a la oficina, Patricia le preguntó:

_¿Qué dijo Jazmín acerca del carro?

_Al comienzo no estuvo totalmente de acuerdo imaginando el precio; pero cuando le expliqué cómo era el negocio, le gustó mucho.

_Me alegro. Oye, Carlos y yo queremos invitarlos a cenar el próximo viernes. Te aviso con anticipación para que no se comprometan.

_Les agradezco mucho. Esta tarde conversaré con Jazmín.

Esa noche, al igual que en la anterior, volvieron a ser sobresaltados por aquel sonido. Nuevamente la pareja fue a averiguar el origen del mismo, sin encontrar explicación.

_Mi amor, –dijo Jazmín- te digo que debe ser por fuera.

_Pues vayamos a averiguar. –Contestó Rubén-.

 Salieron. Uno de los celadores que hacía su ronda, pasaba por el frente de su casa. Le preguntaron si había escuchado aquel alarido. El celador, intrigado, respondió:

_Lo escuché, pero no puedo precisar de qué se trataba ni de dónde provenía.

Lo mismo ocurrió en las dos siguientes noches.

El viernes, ya entrada la noche, Rubén y Jazmín, salieron hacia la casa de Carlos y Patricia. Por supuesto iban en su nuevo y flamante auto. Después de conversar un poco, Patricia fue llamada por la empleada del servicio. Acto seguido, fueron invitados a pasar al comedor. La cena estaba lista.

Después de terminar con tan delicioso banquete, nuevamente pasaron a la sala para degustar un delicioso tinto y seguir con su charla. De pronto, inesperadamente, los cuatro presentes se estremecieron al escuchar aquel ruido que parecía surgir desde las entrañas de alguien que sufría un intenso dolor y que, para Rubén y Jazmín, ya era conocido. Los cuatro se miraron entre sí. Patricia fue la primera en preguntar:

_¿Qué fue eso? –Nadie respondió. Los cuatro salieron hacia el lugar de donde vino: El garaje.

 Al llegar, Patricia y Carlos, buscaron inútilmente qué o quién había proferido semejante sonido.

_Lo primero que imaginé, fue que se había entrado algún animal y ya ven que no. Entonces, ¿Qué ocurrió?

Rubén y su esposa permanecían en silencio. Al fin, éste dijo:

_Creo que Jazmín y yo somos los más sorprendidos.

_¿A qué te refieres?

_La primera vez que lo escuchamos fue el lunes, después de media noche. Por poco nos morimos del susto, pero, después de buscar, llegamos a creer que venía de fuera de nuestra casa. Lo mismo se repitió estas noches anteriores. Ahora sabemos de dónde sale. Es del carro, aunque, por mi parte, no le hallo explicación.

_Mira, -dijo Carlos- nunca he sido muy creyente de ciertas situaciones o sucesos, pero no estaría por demás comentar con un cura.

_No. Creo que lo mejor es salir de él. Ponerlo en venta.

Al día siguiente, Rubén colocó el anuncio en el periódico local.  La espera no fue larga, pues antes del medio día del domingo, recibió la primera llamada. El supuesto comprador, Marino Echandía, se presentó en su casa. Llegó en taxi acompañado de su esposa y su hija, una bebé de unos ocho meses. Por su forma de vestir, su educación y su don de gentes, tanto Rubén como Jazmín,  confiaron en que el negocio se realizaría sin complicaciones.

_El carro está de maravilla. Soy propietario de una empresa de importaciones ubicada en la ciudad de Cali. Me gustaría que redactáramos el documento de compraventa. –Tomó su billetera y sacó una tarjeta en la que aparecía, entre otras cosas, el nombre de la empresa, su nombre propio, la dirección y el teléfono-. Aquí está mi cédula de ciudadanía. Me vas a perdonar, Rubén, pero en el momento traigo muy poco dinero en efectivo, como para darte de arras. Mira, si no tienes inconveniente, te giraré un cheque por la cantidad correspondiente. Como puedes darte cuenta, yo soy una persona seria.  Si llamas por teléfono, te contestará uno de los vigilantes ya que, por ser domingo, está cerrado. Intenta. ¡Llama!

 Rubén accedió. Quien respondió, lo hizo enunciando el nombre de la empresa:

_Importaciones Echandía a sus órdenes.

_Mucho gusto. Solamente quería confirmar si ese teléfono correspondía a la empresa. Gracias.

_Rubén, si me lo permites, llamo de una vez a la casa de mi secretaria para pedirle que, a primera hora, me aliste un Cheque de Gerencia a tu nombre, correspondiente al valor del auto.

_Por supuesto. Hazlo. -Le extendió el teléfono-

 Después de la llamada, se redactó el documento. Quedaron en que al día siguiente se encontrarían en las oficinas de Tránsito, para radicar el traspaso.

_Bueno, -Dijo Marino levantándose de la silla y dirigiéndose a su esposa- Mi amor, creo que es hora de irnos. Tomaremos un taxi.

_Claro, vamos… Pero… No sería posible que… como el negocio ya es un hecho, nos pudiéramos ir en el carro?

Rubén y Jazmín se miraron y ella, tímidamente, le hizo una seña de aceptación a su esposo. Este dijo:

_Bueno… no haría ésto con ninguna otra persona. Pero, ustedes me producen toda la confianza del mundo. Entonces, como quedó escrito, nos encontramos mañana. ¿A las nueve está bien?

_Gracias. Es un grande favor el que nos hacen. Y como no me gusta quedar mal, y dado que de Cali a Popayán se gastan dos horas,  quedemos a las diez de la mañana.

_Muy bien. –Le entregó fotocopia de la tarjeta de propiedad, una copia del documento y se despidieron-

Desde ese momento no volvieron a tener comunicación con Marino. Tanto el cheque como la cédula y qué decir de la empresa, resultaron falsos. Rubén y Jazmín quedaron lamentándose por haber confiado en aquellas personas. El paso siguiente fue colocar la demanda ante las autoridades.

Unos días después, Rubén recibió la visita del Inspector de Policía.

_Señor Inspector, me alegra verlo.

_Doctor, aunque le traigo buenas noticias, con ellas viene otra no muy alentadora que digamos. Fuimos informados por parte de las autoridades de Cali, que su carro fue encontrado a la orilla de la carretera antes de llegar a esa ciudad, justo en el sitio donde, hace algunos días, se encontró el cadáver de un joven atropellado por un vehículo desconocido. Dentro, se encontraron los cuerpos sin vida de un hombre, una mujer y una pequeña. La causa de la muerte de los mayores fue infarto y de la pequeña, asfixia. Usted debe acercarse al reconocimiento de los cadáveres, para ver si coinciden con las personas con quienes había planteado el negocio. Es necesario para que luego pueda proceder a hacer el reclamo del vehículo. El nombre del varón es el de José Arnoldo Rodríguez Garzón. El de la mujer es Clara Nidia López.

_Claro que iré, Inspector. –Y pensó para si- “Ese tal José Arnoldo me suena”. Después recordaría que ese, era el nombre que figuraba en la tarjeta de propiedad antes de realizar el traspaso para sí.

Aunque desfigurados, Rubén pudo reconocer a aquellas personas. Nunca se logró saber qué o quién causó el infarto a los fallecidos ni la asfixia a la bebé. El caso fue cerrado. Luego, para realizar las gestiones correspondientes a la entrega del automóvil, Rubén envió un apoderado, y éste también se encargó de llevarlo a una compraventa de autos. Se vendió un mes después y, por supuesto, como en las ocasiones anteriores, el precio no fue muy alto

 FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.