“Si alguna vez, estando sola en tu alcoba, en el baño o en cualquier otro lugar de tu casa tienes la sensación de que alguien te mira, ten cuidado: Podría ser “El Mirón”

Después de vivir por mucho tiempo en un estrecho apartamento, por fin la familia Sandoval había obtenido el préstamo de un banco para la compra de una vivienda que, aunque usada, era bastante amplia y muy barata. Los cinco integrantes: El padre, la madre, su única hermana y la pareja de hijos adolescentes, llegaron felices en el auto familiar con algunas pocas cosas que lograron meter en él, al que sería su nuevo hogar. Aparcaron en frente de la casa y bajaron. Rolando, el padre, se apartó un poco para abarcar mejor la vista de su casa. Al verlo, los demás se le unieron.

_ Ahí la tienen. Cómo les parece? –Preguntó-

_ ¡Está hermosa! –Le respondieron en coro Elvira, su esposa y su cuñada Elena-

_ ¡De ataque! –Añadió Simón-

La única que no opinó, Omaira, miraba hacia lo alto de la casa muy concentrada. Luego, giró hacia su padre y le preguntó:

_ ¿Pero la casa aún no está desocupada?

_Desde luego que si. ¿Por qué lo dices?

_Porque en la ventana de la izquierda hay un muchacho. –Todos miraron hacia allá-

_Yo no veo a nadie. –Respondió-

_Hace un minuto estaba allí, mirándonos. Seguro estará allá adentro.

_Creo que pudo ser algún reflejo en la ventana, pero de todas maneras, vamos a entrar. Ya no tarda en llegar el camión con nuestros muebles. ¡Vamos!

Una vez dentro, miraban y admiraban la casa. Todos estaban encantados.

_Bueno, vamos a hacer la repartición de habitaciones. La alcoba de Elena, será la que está situada al fondo, para que disfrute de la mejor privacidad; entre esa y la nuestra, será la alcoba de Omaira; tú, Simón, ocuparás la del primer piso, junto al estudio. –Todos asintieron con la sonrisa en los labios. La distribución no pudo estar mejor-

Días después, estaban todos instalados.

Un sábado  después del mediodía, Elena se disponía a propinarse una ducha, puesto que su novio llegaría a buscarla para salir. Como es natural, aseguró la puerta y dio inicio a su baño. De pronto tuvo el presentimiento de que alguien la miraba. Giró la cabeza: En medio del vapor que nublaba los cristales de la división, alcanzó a distinguir la figura de alguien asomándose por la puerta entre abierta. Inmediatamente pensó:

_ “¿Cómo así? Si acabo de colocar el seguro! ¡Debe ser el idiota de mi sobrino!

_ ¡Simón! –Gritó a todo pulmón-

Sin embargo aquella persona permaneció sin inmutarse. Entonces optó por cerrar la llave, correr un tanto la división de vidrio y tomar la toalla para cubrirse. Salió del cubículo y volvió la mirada hacia la puerta. Ya no había nadie.

_”Este idiota me va a oír” –pensó mientras calzaba sus pantuflas-

Al salir se percató de que estaba con seguro tal y como ella la había dejado.

_ “No sé cómo lo hizo, pero se las arregló para cerrar” –Se dijo-

Salió del baño y buscó por las alcobas. No lo encontró. Entonces, con el mal genio dibujado en su rostro, bajó las escaleras para buscarlo en su alcoba. Entró sin llamar; mas, la alcoba estaba completamente vacía. En resumen, estaba sola en la casa.

En la noche, habló con su hermana Elvira del asunto:

_Mira, hermana, paso por la pena de darte una queja de Simón. Lo hago, con el único fin de que le llames la atención para que aprenda a respetar. Cómo te parece que cuando estaba bañándome, el muy descarado abrió la puerta para mirarme.

_ ¿Estás segura? Porque él salió un poco antes de que lo hiciéramos Omaira, su padre y yo. Tenía un trabajo de grupo y ésta es la hora en que no ha llegado.

_Pudo haber regresado y vuelto a salir.

_Despreocúpate. Cuando llegue, hablaré con él.

No había pasado media hora, cuando se escuchó la llave de la puerta. Era Simón.

_Hola, mami, Hola, tía.

_Hola, hijo. –Respondió Elvira. Elena se quedó muda; por el contrario, le lanzó una mirada muy despectiva.

_ ¿Qué sucede?

_Mira, Simón, creo que tanto tu padre como yo, te hemos inculcado el sentido del respeto, especialmente cuando de mujeres se trata. Lo que hiciste hoy con tu tía está en contra de esas enseñanzas!

Simón las miraba con una expresión de extrañeza e interrogación. Cuando su madre terminó, dijo:

_¡Discúlpame mamá, pero no tengo idea de cuál fue mi falta de respeto y en qué momento la cometí si salí justo después de almuerzo y acabo de llegar!

_Seguramente regresaste a algo, te dirigiste al baño en el momento en que tu tía se bañaba y te pusiste a mirarla.

_Mira mami, desde que me despedí de ti no he vuelto a la casa en ningún momento. Además, no me llama la atención para nada, mirar a mi tía en el sentido que están insinuando. No sé por qué me están culpando de algo que no ha ocurrido.

_Simón, es de personas correctas aceptar un error. Debes disculparte con tu tía.

_No voy a hacerlo, mamá. No puedo disculparme por algo que no cometí. Lo siento mucho. Tía, creo que antes de dar la queja debiste darte cuenta de quién fue la persona que lo hizo. Seguramente fue tu noviecito y no sé por qué me estás señalando a mí. Además, sé muy bien que el baño se puede asegurar desde dentro corriendo el pasador. –Y sin pedir permiso se alejó dejando a las mujeres mirándose entre si-

Ese lunes, a eso de las cuatro de la tarde, el bus escolar se detuvo en la esquina de la cuadra en donde vivían los Sandoval. Del mismo descendió un pequeño grupo de muchachos de ambos sexos, entre los que se encontraba Omaira. Caminó en la misma dirección con dos amigas más y, al llegar frente a su casa, se despidió de ellas; en eso, una de las niñas le comentó mirando hacia una de las ventanas superiores:

_Parece que tu hermano llegó antes de ti. –Omaira levantó la vista en el momento en que las cortinas se cerraban-

_Si… y está dentro de mi alcoba. Chao, niñas! Voy a ver qué se le ofrece. Adiós.

Entró y, como le habían sugerido sus padres, aseguró la entrada con llave.  Comenzó a subir las escaleras y dijo:

_¡Simón! –Mas, su hermano, no respondió-

Al llegar a su alcoba, encontró la puerta cerrada. La abrió mientras llamaba nuevamente:

_¿Simón? ¡Simón! –Siguió hasta la alcoba de éste, mas la encontró con  seguro. Golpeó tres veces y, al no obtener respuesta, regresó a su habitación. Se despojó de su chaqueta para colocarla sobre el espaldar de una silla y caminó hasta su peinador, mientras desapuntaba los botones de la blusa. Se la quitó lanzándola sobre la cama, giró su falda alrededor de la cintura hacia adelante y la desapuntó para dejarla caer al piso.  Retiró los pies del centro de la misma, la recogió y la lanzó a la cama. Se miró al espejo admirando su creciente belleza. Fue en ese instante cuando sintió un frío en la semidesnuda espalda y la sensación de que alguien la miraba. El miedo que comenzó a apoderarse de ella no le permitió dar la vuelta; así que miró hacia el espejo para descubrir a un muchacho parado uno dos metros delante de la puerta. El espejo únicamente mostraba desde los hombros hacia abajo. Se quedó petrificada. Al comienzo pensó en su hermano, pero ese estilo de pantalones no era el de él; sin embargo, preguntó con la voz entrecortada:

_Si…món… eres… tú? –Como respuesta sólo escuchó un agitado ronroneo.

En ese momento el sonido de unos tacones llegó hasta su puerta.

_ ¡Hija! Pero, ¡Qué haces quitándote el uniforme delante de tu hermano? –Preguntó Elvira mientras el intruso prácticamente volaba hacia la entrada pasando muy junto a ella y saliendo tan veloz como si se deslizara en el aire. La mujer sintió que la sangre bajaba hacia sus talones. Omaira corrió a refugiarse en los, ahora, cansados brazos de ella.

_¡Hijita! –dijo con voz entrecortada- Ese no era tu hermano. Si no llego, no sé qué hubiera pasado!

_Mami, mira que, al llegar a la casa, una de mis amigas me dijo que mi hermano estaba en la ventana de mi cuarto. Cuando miré, sólo me di cuenta del movimiento de las cortinas. Al entrar llamé a Simón, pero la puerta está con llave. Entonces, me vine a mi alcoba a cambiarme.

_Voy a hablar con tu padre para que le mandemos colocar un seguro electrónico a la casa. ¡Mi amor, vístete, te vas a resfriar.

El seguro fue instalado, junto con algunas cámaras.

Una noche, Elvira despertó sin causa aparente. Miró el reloj de mesa: Las tres y 10. Sintió un poco de calor, así que levantó las cobijas con el fin de refrescarse. Estiró sus aún muy bien torneadas piernas y las contempló gustosa en medio de la penumbra. De pronto, la invadió una sensación de ser mirada por alguien. Sin razón aparente, un extraño miedo la se apoderó de ella. En forma brusca, el calor se transformó en una corriente de aire extremadamente fría. Su esposo dormía. Ella giró suavemente para abrazarse a él y fue en ese instante cuando vio  a alguien parado delante de la puerta, mirándola mientras dejaba escapar un gutural ronroneo. Un apagado chillido salió de sus labios y el abrazo se convirtió en un rasguño en la espalda de Rolando. Este, con voz soñolienta, le preguntó:

_¿Qué pasa, mi amor? ¡Me lastimaste!

_ ¡Simón está en la puerta. Tiene una expresión rara y me asustó! –El hombre miró  hacia allí-

_¡Ese no es Simón! –

Haciendo a un lado las cobijas, saltó de la cama. Aquella figura salió hacia el pasillo. Rolando trató de alcanzarlo aunque, al llegar allí, no vio a nadie. A pesar de eso, corrió hasta la alcoba de Simón, seguido por Elvira. Al entrar, encontraron a su hijo durmiendo a pierna suelta. Así estuviera aparentando, de ninguna manera hubiera podido colocarse su pijama en tan corto tiempo. La pareja se miró uno a otro intrigada. Fueron a echar una mirada por los diferentes sitios de la casa sin encontrar a nadie.

_Aquí está pasando algo muy raro –dijo Elvira-

_Así es. Espero que no sea lo que me estoy imaginando y que no te voy a decir, para que no te preocupes más.

_Aunque no me lo digas, sé que es lo mismo que me estoy imaginando yo.

En la noche siguiente, siendo ya cerca de las 10: 00 p.m., Simón se cansó de estudiar y decidió ir a despedirse de sus padres y acostarse a dormir. Sin embargo, al salir de su cuarto, algo le hizo girar la cabeza para descubrir a un hombre joven que caminaba hacia las escaleras. Apagó la luz de la planta baja y lo siguió con sigilo dejando una distancia considerable entre los dos. Al llegar a la segunda planta, se dio cuenta de que el sujeto entraba en la alcoba de su tía Elena. Entonces apresuró el paso y tocó suavemente en la puerta de la habitación de sus padres. Elvira abrió.

_Hola, hijo. Por lo visto ya te vas a dormir.

_Si, mami, pero, antes de entrar a despedirme de papá, quiero contarte una cosa.

_Dime.

_ ¿Recuerdas cuando me culparon de entrar al baño a mirar a mi tía?

_Por supuesto.

_Pues acabo de ver, en este instante, a un tipo, que debe ser su novio, entrando a su dormitorio, y que debió ser el mismo que la estaba mirando bañarse. Ahora, tú sabrás qué hacer, pero eso no me parece correcto.

Los dos estaban muy lejos de imaginarse que, en ese mismo instante, se desarrollaba una escena de la que se enterarían un poco más tarde:

Elena dormía plácidamente. Su sueño era tan profundo que no se percató de que alguien entraba a su alcoba. El sujeto en cuestión se dirigió a su cama y levantó las cobijas muy despacio, y contempló por un momento a la joven. Luego se sentó en la cama, subió las piernas y se acostó junto a ella.

Elena sintió entre sueños el abrazo y la fría mano que comenzó a acariciar su pecho. Al instante despertó completamente haciéndose cargo de la situación. Con rapidez, se apartó de aquel sujeto y saltó de la cama por el lado opuesto, profiriendo un grito. Al mismo tiempo, escuchó que alguien trataba de abrir la puerta, mas, ésta tenía colocado el pasador.

_ ¡Helena, abre! –Gritó Elvira. Rolando llegaba detrás de ella-

El intruso saltó de la cama y no corrió, sino que voló hacia el armario. Elena, haciendo un esfuerzo, llegó hasta la puerta y corrió el pasador, diciendo:

_¡Se metió en mi armario!

Rolando se acercó y corrió una de las puertas: No había nadie. Corrió la otra en sentido contrario y… tampoco encontró hombre alguno.

Simón miraba la escena con una sonrisa maliciosa. Helena, adivinando lo que ocurría en su imaginación dijo:

_ Deduzco por tu sonrisa que dudas de lo ocurrido.

_No, lo que pasa es que se me ocurre que el hombre que dices que se metió a tu cama, pudo ser el mismo que te estaba mirando cuando te bañabas; pero me echaste la culpa a mí.

_Ahora que lo mencionas…

_¿Me pueden explicar de qué hablan? –Preguntó Rolando-

_Lo que sucedió fue que el sábado pasado, la única que quedó en casa fue mi tía Elena, y dice que, cuando tomaba un baño, vio muy claramente que un muchacho, supuestamente yo, abrió la puerta que, valga la aclaración, había cerrado con el pasador. El muchacho se quedó mirándola. Cuando llegué, mi mami me llamó la atención.

En ese momento, la charla fue interrumpida por un estridente grito que provenía de la alcoba de Omaira. Todos corrieron para allá. La niña salió corriendo con los nervios exaltados hacia los brazos de su padre.

_Ya, hijita. Calma. Ya estás con nosotros. Sé lo que nos vas a decir: Que un muchacho estaba mirándote dormir.

_ ¡No sólo eso: que se metió a mi cama y comenzó a tocarme el cabello!

_Bueno, creo que buscarlo es inútil puesto que no lo vamos a encontrar. Vamos a la sala. Tenemos que hablar y tomar una decisión.

Ya sentados mucho más tranquilos, Rolando comenzó a exponer su opinión:

_Siempre he sido un poco… cómo diría… incrédulo de temas de fantasmas y apariciones, pero… en este momento, la única explicación que le hallo a lo que se está presentando, es que estamos ante un caso de un fenómeno paranormal. Entonces, les propongo: a partir de esta noche, vamos a trasladar nuestros colchones aquí a la sala. Mañana armaremos las camas como debe ser, mientras encontramos una solución. Les parece?

Todos estuvieron de acuerdo.

Las mujeres se sentían más seguras. Sin embargo el fenómeno no terminó en su totalidad. Varias veces aseguran que, en medio de la oscuridad, podían ver la figura de aquel muchacho a quien apodaron “El Mirón”. Decidieron buscar un sacerdote y pedirle que bendiga la casa. Así se hizo aunque no dio ningún resultado. El paso siguiente fue el de contratar los servicios de  un investigador de fenómenos paranormales. Tampoco sirvió de nada. La explicación que dio éste, fue la siguiente:

_”La entidad que habita en esta casa es de ese tipo de seres que en vida no tuvieron completamente satisfechos sus deseos sexuales y que, cuando mueren, se niegan a “Buscar la Luz”. El es feliz mirando mujeres. Este fenómeno no ocurriera si aquí habitaran sólo hombres”.

Se puso en venta la casa, pero no se pudo concretar nada.

Una noche, pensando en las palabras del investigador, Rolando  tuvo la brillante idea  de adecuar la casa para colocar una residencia estudiantil para varones. Con este proyecto en mente, acondicionó las alcobas con lo necesario; sacó las licencias correspondientes y ordenó la elaboración del aviso: RESIDENCIA ESTUDIANTIL PARA VARONES.

La familia se trasladó a vivir a un apartamento casi nuevo y, además, mucho más cómodo que el anterior. El día en que realizaron el trasteo, Omaira levantó la mirada hacia la ventana de su alcoba. Allí se alcanzaba a apreciar con claridad la figura de un hombre. La niña sintió que un frío intenso la envolvía: Era la misma que apareciera el día en que llegaron a la casa. ¡Miren! –Exclamó. iEse es el mismo hombre que miré cuando nos mudamos aquí!

Con excepción de un solo caso en el que uno de los estudiantes invitó a su novia a pasar la noche con él, y que en la noche fue asustada, nunca más se supo de “El Mirón”

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados