EL AGENTE VIAJERO

El automóvil prácticamente volaba. La noche se había venido encima y su conductor no deseaba pasar buena parte de ella manejando, especialmente cuando era la primera vez que conducía por ese lugar. Afortunadamente la vía estaba en magníficas condiciones en cuanto al asfalto y demarcaciones se refiere, más no se podía afirmar que era totalmente segura. En este país siempre se temía la aparición de cualquier grupo de amigos de lo ajeno.

La oscuridad era total. Hacía bastante rato que en la carretera no se encontraba ningún transeúnte. Menos aún  la presencia de otro vehículo. A lo lejos se escuchó el sonido de un trueno. Minutos después, otro más cercano. Un relámpago destelló detrás de los árboles y en algunos instantes algunas gotas de agua chocaron contra el parabrisas.

_Sólo eso me faltaba. Está comenzando a llover.

Pisó el acelerador a fondo hasta terminar con aquel tramo totalmente recto. Mas al tomar la curva los haces de las farolas se estrellaron contra una hilera de canecas que obstruían la vía. La ya tupida cortina de lluvia impedía leer el aviso. El hombre disminuyó la velocidad y se acercó cauteloso. Más cerca, pudo vleer sobre una tabla un escrito con letras rojas: “PELIGRO”. “DESVIO”. “Transite con precaución. Tramo destapado”. A las palabras seguía el dibujo de una flecha hacia el lado izquierdo

_¡Para completar! –dijo el hombre pegando un puñetazo sobre el volante. Como quejándose del golpe, el auto respondió con un estridente “pitazo”. Pensó en regresar, pero el último pueblo lo había dejado hacía unas dos horas.  Analizó la situación por un momento.

_Es posible que el desvío no sea tan largo. Creo que es mejor seguir. ‘-Dijo en voz alta. Retrocedió un poco y giró hacia su izquierda. La angosta carretera lo acogió como una serpiente que abre sus fauces para tragarse a la presa.

La marcha era lenta. Muchas piedras sobresalían amenazando con golpear el automóvil. Además la espesa lluvia no permitía ver casi nada. Sin líneas de demarcación, había que adivinar cada tramo.  En cada curva tenía la esperanza de desembocar a la calzada principal y tal vez por eso se hacía cada vez más largo el viaje. Aquella lluvia ya era una completa tempestad. Los rayos se cruzaban por delante del vehículo. Para completar su tragedia el carro comenzó a perder fuerza como si el cable de una bujía se hubiera desconectado. El conductor se sintió nervioso. No quería ni imaginar una varada que conllevaría a  pasar la noche en aquel lugar.

Con grandes esfuerzos llegó a una parte plana. Un incandescente relámpago le permitió ver algo parecido a la fachada de una casa a varios metros dentro del borde izquierdo de la carretera.  No tardó en descubrir el camino de acceso. Sin pensarlo se metió por allí. Ya casi al llegar distinguió el débil reflejo de la luz de una vela o una lámpara.  Se escuchó el prolongado y lastimero aullido de un perro. La sangre se heló en sus venas, mas siguió el camino en dirección a la casa. Por lo menos tendría donde escamparse… si los dueños se lo permitían.

No hubo necesidad de cerrar la llave del contacto. El automóvil se apagó solo, incluidas las farolas, faltando unos veinte metros.  El hombre miró a todos lados tratando de descubrir al perro. No lo vio por ningún lado. En ese instante la puerta se abrió y alguien enfundado en un negro abrigo con capucha salió con una lámpara en la mano. El hombre se bajó del automotor  cubriéndose la cabeza con  la chaqueta y saludó:

_Buenas noches! –Nuevamente el aullido del perro se dejó escuchar desde algún lugar cercano a la casa.-

_Buenas noches! –Respondió la voz de una mujer- Lo estaba esperando!

_Que… Me estaba esperando?

_Si! Desde la ventana pude ver la luz de su auto y escuché el rugido irregular del motor. Tiene problemas, no?

_Si. Parece que se desconectó una bujía. Mañana lo examinaré… digo, si me permite pasar la noche aquí.

_Por supuesto! Siga! A esta hora no tengo comida, pero le prepararé un café.

_Y el perro…

_Perro? En la casa no hay ningún perro.

_Escuché el aullido. Debe ser de alguna casa vecina.

_La más cercana está a unos cinco kilómetros. Siéntese. –Añadió mientras colocaba la lámpara en una repisa-.

_Gracias. Tiene una casa muy acogedora. –No obtuvo respuesta-.

_Me imagino que el resto de su familia estará ya durmiendo. –dijo mirando una puerta cerrada-

_No tengo familia. Vivo sola. –La mujer se había quitado la capucha y el abrigo y sacudía su cabeza-

El hombre la miró encantado. Una larga cabellera negra se extendía por su espalda.  El atuendo, un tanto, o mejor, bastante pasado de moda, permitía adivinar un cuerpo escultural.

_No tiene familia?  Y qué hace una mujer tan linda como usted en un lugar tan apartado de la civilización?

_Prefiero no hablar de eso.

Se dirigió hacia un rincón de aquella estancia. Allí había una hornilla de ladrillo. Unos segundos después  el fuego ardía calentando una olla que debía contener agua.  Más tarde el aroma del café recién hecho se extendió por la habitación. Al rato la hermosa mujer le sirvió una taza de la humeante bebida.

_Sírvase.

_Y usted no me acompaña?

_No. Yo tomé antes de que usted llegara.

Estaba exquisito. Lo tomó en grandes sorbos degustando   a sus anchas. Cuando terminó, la mujer estuvo presta a recibir la taza y colocarla sobre la hornilla.

_Creo que es hora de dormir. –dijo tomando la lámpara y dirigiéndose a la cerrada puerta.

_Acompáñeme.

El huésped entró detrás de ella. En la espaciosa alcoba había solamente una cama doble. Se preguntó en dónde iría a dormir él. No había ni un sofá, ni alfombra. Ella, como si adivinara sus pensamientos, añadió:

_Como puede ver, sólo hay una cama, pero es lo suficientemente ancha. Nos toca compartirla.

_No desearía incomodarla, pero… Por mí, encantado… Es decir… necesito descansar!

La  anfitriona se sentó en el lado izquierdo y colocó la lámpara sobre una mesita de noche. La apagó quedando la alcoba en completa oscuridad. Nuestro amigo se quitó la ropa dejándose sólo sus pantaloncillos y camiseta. Ella terminó primero y se metió en la cama. Con cierto recelo mientras se preguntaba cómo estaría vestida o… desvestida, él hizo lo mismo  tratando de causar la menor molestia. Los dos cuerpos quedaron un tanto separados.

El silencio era cortante.  El ruido de la lluvia y los truenos era lo único que se escuchaba. Se veía manejando entre las piedras y el lodo de la carretera. Empezó a adormecerse; mas en ese momento ella le preguntó:

_Duerme? –El sonido de sus palabras lo sobresaltó-

_No. Recordaba la travesía de hoy. –Sintió cómo ella  dio media vuelta. Su rodilla desnuda le rozó el muslo. El contacto lo hizo estremecer. Su piel era suave. No dijo nada. No sabía de qué hablar ni qué preguntar. Temía ser indiscreto. Ella parecía no querer dar a conocer mucho de sí. Volvieron a quedar en silencio. Unos minutos después, ella pasó varias veces la planta del pie por su pantorrilla. La caricia era relajante.

_Tienes unos pies muy suaves.

_Gracias. Me parece que sabes controlar muy bien tus instintos.

_No podría asegurarte hasta cuándo.

_Hace mucho tiempo no he estado con un hombre.

_??

_Me das un beso? –Al decir esto acercó su rostro junto a él. Sus bocas se unieron con pasión. Al empezar a acariciarla pudo comprobar que efectivamente no tenía prenda alguna. Su piel era muy tersa y suave. Continuaron las caricias y los besos mientras afuera, la lluvia azotaba con fuerza la ventana.

Fue un momento muy hermoso. Después de calmar su pasión, se quedaron callados y poco a poco el sueño hizo presa fácil de su cuerpo cansado. Más allá de la media noche los ronquidos que producía su compañera de cama lo despertaron. Delicadamente trató de despertarla posando su mano en el hombro. Más lo que palpó no era la suave piel de hace un momento. Como para convencerse, pasó su mano por la cadera femenina,  luego por su espalda y comprobó que todo su cuerpo estaba cubierto de un espeso y grueso pelo como si lo que estuviera durmiendo a su lado fuera… un animal! En ese preciso instante un estruendoso rayo iluminó la alcoba permitiéndole ver reclinada sobre la almohada, la terrible y enorme cabeza de un gigantesco lobo!

No podría decir si se durmió o perdió el conocimiento. Se despertó cuando el sol  comenzaba a calentar. En muy pocos segundos tomó conciencia de lo que había pasado y miró a su lado buscando a su hermosa compañera de aquella noche. Fue entonces cuando miró hacia el lado donde ella debía encontrarse, pero no había nadie. Es más, se sobresaltó al darse cuenta de que estaba sin cobijas. Trató de incorporarse apoyándose sobre los codos y se sobresaltó más aún cuando las duras tablas le tallaron sin piedad. La cama… no tenía colchón!

_“Pero… qué es esto?” –se preguntó-

Miró a su alrededor. La alcoba en donde se encontraba parecía a punto de desplomarse. Se puso de pies y buscó su ropa. Estaba sobre una vieja silla. Comenzó a vestirse muy intrigado. Al terminar salió de aquella alcoba y pasó a la cocina. Estaba igual o peor de deteriorada. Entre los ángulos de las paredes descubrió cantidad de telarañas. Miró hacia la hornilla. Al juzgar por la cantidad de polvo que la cubría se podría decir que hacía mucho tiempo que nadie habitaba esa casa. Le llamó la atención la taza que estaba sobre ella. La  reconoció al instante. Todavía quedaba el rezago del café que había tomado la noche anterior. Era una taza de fina porcelana china muy antigua. La tomó junto con el plato y salió. Miró la casa dándole una vuelta completa. ¡Estaba en ruinas! Entonces…? lo que sucedió…? Y dónde estaba la joven que lo recibió? Y aquel cuerpo velludo… fue un sueño?

Tal vez nunca tendría las respuestas a todas estas preguntas. Miró hacia el lugar donde  había dejado su carro. Estaba allí. Se dirigió hacia él apresuradamente, como si lo persiguieran. Quería escapar cuanto antes. Colocó la taza en la silla de su lado y arrancó. El automóvil respondió perfectamente.  Unos kilómetros más adelante desembocó en la carretera principal y dos horas después estaba en su apartamento. Entró a su alcoba y antes de desvestirse colocó la taza en la mesa de noche. Luego se dio una prolongada ducha. Después de vestirse, salió.

El resto del día se le pasó muy rápido. Llegó nuevamente a su apartamento muy entrada la noche. Estaba muy cansado. Se desvistió y se acostó. Apagó la luz. Todo lo que quería era dormir.  Mas un leve resplandor le hizo abrir los ojos. Del susto saltó hasta quedar casi sentado en la cama. Allí… estaba aquella mujer!

Muy seria aunque calmada y sin dejar de mirarlo, caminó hasta su mesa de noche.

_Creo que ésto me pertenece. –Dijo, y después de tomar la taza y el plato, como por arte de magia, se desvaneció en el aire mientras se escuchaba el aullido de un lobo.

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados