Viejo leyendo 4bLa empresa de mudanzas, contratada por aquella joven pareja, terminaba de colocar las últimas cosas dentro del apartamento que había tomado en arriendo en Edificio “Santander”.

 Este, aún hermoso edificio ubicado cerca del Centro Internacional de Bogotá, fue construido en el año de 1955 y,  en desde entonces, ha albergado a muchas personas importantes, tanto en sus diferentes apartamentos, como también en sus oficinas. En la actualidad, es uno de los pocos que ha sostenido la elegancia de su hermosa construcción. A la  pareja, el apartamento, además de vivienda, le serviría de oficina, puesto que los dos tenían su empresa propia.

 Después de descansar un poco, se dedicaron a organizar sus muebles y enseres del hogar. Ya, cuando el día declinaba, decidieron salir a buscar un restaurante dónde cenar. A pesar de tener, a la fecha, ascensores modernos, tomaron el más antiguo, puesto que les quedaba más cerca. El encargado de su manipulación, abrió sus puertas y los saludó con atención:

_Buenas tardes.

_Buenas tardes.

 Al fondo, tres mujeres, seguramente habitantes del edificio, los miraron en forma afectuosa. Cosa rara, sus atuendos parecían pertenecer a una época antigua. Cuando llegaron al primer piso, los jóvenes salieron, mas, las mujeres se quedaron dentro.

Al regresar, después de satisfacer su estómago, entraron al edificio. Estaban muy contentos. Se dirigieron al ascensor. Les llamó la atención el “hombre” que caminaba delante de ellos: al hacerlo, se movía de tal manera, que hubiera despertado la envidia de una modelo profesional. Al llegar a la puerta, levantó la mano con exagerada coquetería, para pulsar la tecla. Un instante después, las puertas se abrieron, permitiendo la entrada de aquel sujeto y de la pareja. El, se ubicó al fondo, mirando descaradamente a Bryan con coquetería propia de una mujer, sin importarle nada la presencia de Olivia, su pareja. Ninguno de los dos le prestó atención y se bajaron en su piso correspondiente.

_Por poco te come con los ojos el marica ese, ¿no? –Dijo Olivia

_ ¿No estás exagerando?

_ ¡Para nada!

Cierto día, Bryan tuvo que salir a cumplir una cita de negocios. Olivia decidió aprovechar e ir a visitar a su madre. Entre charla y charla se fue pasando el tiempo. Se despidió de su familia. Una vez en el edificio, tomó el ascensor antiguo. Dentro, estaba el empleado y las mismas tres mujeres a quienes encontraran el primer día.

_Buenas Tardes. –Saludó-

_Muy buenas tardes, señora. –Respondió el encargado del ascensor. Ellas, se limitaron a sonreír-. ¿Salió de paseo?

_Si, a hacer una diligencia.

Llegaron a su piso y se despidió:

_Muchas gracias. Hasta luego. –Abrió la boca y se cubrió con la mano, al darse cuenta de que las tres mujeres ya no estaban.

_ ¿Pasa algo? –Preguntó el ascensorista-.

_ ¡Juraría que, cuando entré, había tres mujeres en el ascensor!

El hombre hizo una mueca y movió la cabeza de un lado a otro.

_Que descanse, señora.

 Comenzó a caminar por el largo pasillo. Adelante, a cierta distancia, un hombre ligeramente encorvado, caminaba pausadamente. Luego se detuvo al frente de uno de los apartamentos, tomó una larga cadena con llaves e introdujo una en la puerta.

_ “¿Está abriendo la puerta de mi apartamento?” –Pensó Olivia- “No, debo estar equivocada” –Se dijo y siguió caminando.

 Al llegar, se percató de que por debajo de la puerta se alcanzaba a filtrar la luz, indicando que alguien estaba dentro.

_ “Bryan ya llegó. ¡Qué alegría!”

Introdujo la llave en la cerradura y empujó. Al mirar hacia adentro, estuvo a punto de saltar cuando se encontró con que, aquel apartamento estaba repleto de libros dispuestos a los lados de las paredes, en estantes. Al fondo, un hombre viejo, sentado, con las gafas cabalgando la punta de su nariz, tenía un grueso libro abierto de par en par. Al verla, levantó la mirada sin levantar la cabeza. Ella retrocedió y salió. Seguramente se metió en el apartamento del lado. Al cerrar, comprobó el número de la placa que había encima de la puerta. Sin embargo, correspondía al que habían alquilado con su esposo. Se asustó de tal manera, que salió corriendo hasta la sala de recepción y se sentó a esperar a Bryan. Miles de pensamientos revoloteaban en su cabeza:

_ “¿Y nuestras cosas? ¿Nuestra ropa?”

Afortunadamente, la silueta de su esposo se dibujó en el vidrio. El celador abrió la puerta, mientras saludaba. Al verla sentada en aquella silla, corrió hacia ella.

_ ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás en el apartamento?

_ ¡En nuestro apartamento hay otra persona y está lleno de libros!

_ ¡No puede ser! ¡Vamos a arreglar eso!

Sin embargo, al abrir la puerta, todo estaba en completa normalidad.

_ ¡Mira!

Ella, nerviosa y extrañada, contestó:

_ ¡Te lo juro! ¡Esto estaba lleno de libros y al fondo había un hombre viejo sentado leyendo!

_ ¡Ja ja ja ja! –Exclamó atrayéndola hacia así y envolviéndola entre sus brazos-. ¡Te metiste a otro apartamento!

_ ¡Eso creí y comparé el número de la placa: Era éste!

_No importa, mi amor. Mejor, preparemos algo de comer.

_ ¡Ah! Es que no fue sólo eso lo que me pasó hoy. ¿Te acuerdas de esas tres mujeres que estaban en el ascensor la primera vez que nos subimos?

_ ¡Claro! Las que tienen pinta de extranjeras.

_Pues te cuento que, cuando llegué, estaban dentro. Pero, cuando me iba a bajar me despedí, miré al ascensorista y, al mirar hacia el lado de ellas, ya no estaban. Le comenté al señor y lo único que hizo fue hacer un gesto y mover la cabeza de un lado a otro.

_Se bajarían sin que te dieras cuenta.

_No, el ascensor no paró en ningún momento antes de bajarme yo.

_Muy raro –Contestó él sin darle importancia al asunto-. Mi amor, te cuento que mañana también tengo que salir.

_Está bien mi amor, sólo espero que no te demores mucho. Yo voy a quedarme aquí

_Trataré.

No había pasado mucho tiempo de la salida de Bryan, cuando Olivia escuchó que alguien llamaba a la puerta. Abrió. Para su asombro, se trataba de las tres mujeres del ascensor. Una estaba más adelante que las otras dos, y las tres la miraban con su risa habitual.

_Buenas tardes. –Saludó con marcado acento extranjero, la mujer de adelante-.

_Buenas tardes. –Respondió Olivia- ¿En qué les puedo servir?

Tímidamente, dijo:

_ Soy Jocelynne y ellas son Tania y Basiana.

_Mucho gusto, soy Olivia.

_Queríamos traerle este bocado de bienvenida. –Era un bizcocho horneado-.

_OH! Muy amables. Pero pasen, por favor.

_No, tal vez otro día. Por ahora nos retiramos.

_Entonces, permítanme les entrego la bandeja.

_No, en otra ocasión la llevaremos. Buen día.

_Muchas, gracias. Las espero en otra oportunidad.

Ellas se marcharon. Olivia dejó la puerta abierta mientras colocaba el pastel en la cocina  que estaba situada justo a su izquierda y regresó a mirar hacia afuera. El hecho fue que las visitantes ya no estaban a lo largo del pasillo, ni a un lado ni al otro, y se suponía que tenían que tomar el ascensor.

Bryan llegó cuando el día comenzaba a declinar. Tomó uno de los ascensores modernos. Cuando éste abrió sus puertas, se sorprendió al mirar dentro, al personaje con ademanes de mujer. Se hizo a un lado pensando que saldría del ascensor, mas éste se quedó en donde estaba. Bryan manipuló el número del piso y se arrimó a uno de los lados. El homosexual no le desprendía la mirada. Cuando el ascensor se detuvo, dijo con voz seca y obligante:

_No te vayas. Te invito a mi apartamento.

_No, lo siento.  –Respondió en tono serio-.

_ ¡Te aseguro que otra vez lo harás!

 Al escuchar la llave en la cerradura, Olivia corrió a recibir a su amado. Este llegó pensativo. Después de saludarse, ella preguntó:

_ ¿Te pasa algo?

_No, sólo que en el ascensor me encontré con ese tipo que tiene pinta de homosexual. –Le contó lo ocurrido-.

_No le pongas cuidado. En cambio, yo, te tengo una sorpresa. Cuando te fuiste, vinieron a visitarme aquellas tres mujeres del ascensor. Nos trajeron un bizcocho. No quise empezarlo hasta que llegaras.

_ ¡Ah, entonces estuviste acompañada!

_No, no siguieron. Dijeron que otro día vendrían por la bandeja. ¡Ven, vamos a ver qué tan bien sabe! Ellas tienen acento extranjero. ¡Siéntate. Ya te sirvo!

 Ella tomó la torta y la llevó con bandeja y cubierta hasta la mesa y volvió por la cafetera y las tazas.

Se sentó y procedió a llenar las dos tazas con humeante café, mientras Bryan retiraba la cubierta del bizcocho.

_ ¿Y esto qué es? ¡Mira! –El bizcocho tenía la apariencia de haber sido horneado quién sabe ¡cuántos años atrás!

_ ¡No lo puedo creer!

_ ¡Mira, se desborona con sólo tocarlo! ¡Hay que botarlo!

Olivia fue por una bolsa de plástico y Bryan levantó la bandeja para desecharlo. Luego, después de lavarse las manos muy bien, acompañaron el café con el pan que ellos habían comprado.

_Por mí, hasta botaría la bandeja.

_No. Guárdala y se la devuelves cuando vuelvan por ella.

_Y, ¿en dónde la colocaste?

Ambos miraron por donde más pudieron, pero la bandeja no apareció por ningún lado.

Esa noche, Bryan se levantó al baño. Encendió su lámpara de la mesa y salió. Se sorprendió al ver el resplandor de la luz, seguramente de la sala.

_ “Olivia ya dejó la luz encendida”. Fue hacia allá con el fin de apagarla y cuál sería su sorpresa al ver a un hombre viejo sentado inclinado sobre un libro abierto. Se sobresaltó. Sin embargo, se sobrepuso y siguió hasta la entrada. Al entrar, sintió como si hubiera traspasado una puerta hacia otra dimensión: Había estantes repletos de libros en todo lado. No sabía qué decir y lo que hizo fue llamar la atención del viejo:

_ ¿Quién es usted y qué hace en mi apartamento?

El hombre se caló las gafas sobre lo alto de la nariz y lo miró. En ese mismo instante, su imagen comenzó a tornarse borrosa hasta desaparecer. Bryan, con el pulgar y el índice de una de sus manos, cerró sus ojos y sacudió su cabeza. Al volver a abrirlos, encontró todo como ellos lo habían distribuido; los estantes ya no estaban. Apagó la luz y salió hacia el cuarto de baño. Lo invadió un frío intenso. Obligado por la necesidad fisiológica, tuvo que hacer un esfuerzo para no irse a la cama corriendo. Cuando llegó a la alcoba, encontró a su esposa despierta.

_ ¿Fuiste al baño?

_Si, mi amor.

No quiso contarle lo ocurrido para no preocuparla, pero estaba seguro de que allí pasaba algo raro que había que ponerle atención. Eso lo hablarían al día siguiente.

La pareja se encontraba desayunando cuando de pronto, Bryan, dijo:

_ ¿Mi vida, voy a hacerte la descripción de una persona y un escenario, a ver si adivinas quien es, vale?

_Listo.

_ Es un señor ya viejo, canoso, encorvado, usa las gafas casi en la punta de la nariz, mira por encima de ellas, está sentado en una poltrona leyendo un libro y alrededor de la pieza, hay varios estantes llenos de libros.

_ ¡Es el hombre que vi el otro día cuando tú me dijiste que me había metido en otro apartamento!

_Quería asegurarme.

_ ¿Tú lo conoces?

_Si. Lo vi anoche. En este apartamento. En la sala.

_ ¡No te entiendo!

_Anoche, cuando me levanté al baño, me pareció extraño ver la luz de la sala, encendida. Pensé que tú habías olvidado apagarla. Al llegar allí, vi con toda claridad a un hombre como el que te describí. Estaba leyendo y, al darse cuenta de mi presencia, me miró por encima de sus gafas. Pensé que era algún intruso que se había metido y le pregunté que quién era y qué hacía en nuestro apartamento. El viejo me miró por un instante y se tornó borroso hasta desaparecer. Ah! La sala estaba repleta de estantes, que desaparecieron con el hombre.

_ ¿Eso… quiere decir… que era un fantasma?

_Es la única explicación que le hallo.

_ ¡Vámonos de aquí!

_No es tan fácil, mi amor. Recuerda que tenemos firmado un contrato. Tendríamos que hablar con el propietario y, como sabes, está por Europa. Tenemos que armarnos de valor. Para tu tranquilidad, no voy a volver a dejarte sola. A donde tenga que ir, vendrás conmigo.

Esa noche, se acostaron un poco tarde. Estaban cansados y se durmieron pronto. Sin embargo, sin poder decir la causa, Olivia se despertó. Un insignificante ruido, como de pisadas, le hizo mirar hacia su esposo: en medio de la oscuridad, alcanzaba a distinguir la sombra de alguien. Agudizó la mirada; pudo  ver que un hombre estaba inclinado sobre Bryan mirándolo mientras le pasaba una mano por los cabellos. La imagen era cada vez más clara, mientras se adaptaba más a la oscuridad. En el momento en que parecía que se inclinaba mucho hacia él, Olivia lo reconoció: ¡Era el… homosexual!

 En ese instante, ella se llevó la mano a la boca, pero alcanzó a gritar:

_ ¡Bryan! –El intruso la miró con furia-

_ “¡Perra!” –Dijo, mientras desaparecía entre las sombras-

_ ¿Qué pasa, mi amor? –Preguntó el joven mientras encendía la lámpara-.

_ ¡El homosexual estaba junto a ti! ¡Te acariciaba el cabello y te iba a besar!

_Tal vez tuviste una pesadilla. Mira, no hay nadie.

_ ¡Te lo juro! ¡No estaba dormida!

_Está bien. Te creo. Tranquilízate. Mañana veré qué se puede hacer. Posiblemente contacte a una de esas entidades que estudian lo paranormal y ayudan a sacar a los espíritus que, por alguna razón, no han cruzado hacia la luz. Ven, durmamos.

Al día siguiente, a eso de las diez, decidieron ir a comprar algunas cosas. Al tomar el ascensor antiguo, saludaron a su operario.

_Buenos días, Felipe.

_Buenos días… ¡Los noto como raros! ¿Les pasa algo?… Bueno, si no es imprudencia.

_La verdad, así es. Felipe, ¿Cuántos años lleva usted trabajando en este edificio?

_Cuarenta años, señor. ¿Por qué me lo pregunta?

_Lo que pasa es que en nuestro apartamento han ocurrido ciertas cosas, que nos preocupan.

_Cosas… ¿cómo de qué?

_Hemos visto personas… que desaparecen.

_ ¡Ah, fantasmas! Si ustedes supieran tantas cosas por ese estilo que se ven aquí… Yo ya no les pongo atención. Si lo desean, y si tienen tiempo, invítenme a un café y conversamos sobre ese asunto.

_Por supuesto. Salgamos.

Ya instalados en una mesa, al frente de sendas tazas de café, Felipe, el “todero” del edificio, comenzó a hablar.

_Les cuento que tuve la oportunidad de conocer a varias de las personas fundadoras y propietarias de apartamentos y oficinas de este edificio. Ya varios de ellos han muerto y otros, se han marchado de aquí. Muchos aseguran que aún rondan sus fantasmas. Personalmente tengo muchas historias que contar y voy a contarles unas tres o cuatro.

 Una noche, estaba en el ascensor viejo con un compañero que ya no trabaja aquí. De pronto, se encendió la llamada del piso 12. Allí ya no habita nadie. Con todo, subimos a ver de qué se trataba. Salimos del ascensor y buscamos, pero no encontramos a ninguna persona. Mi compañero enfocó la linterna hacia la ventana del apartamento de un señor que ya había fallecido. El habitaba en ese piso y tenía, además, otro en el tercero, que lo empleaba para guardar sus libros. El caso es que, al mirar hacia adentro de la alcoba, la mecedora, en donde acostumbraba sentarse a leer, se estaba moviendo. El compañero sacó su celular y le tomó una foto. Lo raro fue que, al mirarla, en la mecedora apareció la imagen del viejo con su apariencia peculiar: las gafas en la punta de la nariz…

_Espere un momento. ¿Cuál es el número del apartamento del tercer piso? –Preguntó la mujer-.

_El 315.

_ ¡Ese es el que tenemos nosotros!

_ ¿Y lo han visto?

_Dos veces.

_Bueno. No importa. Yo sé lo que hay que hacer.

_ Siga. ¿A qué otros personajes han visto?

_Bueno, se cuenta de tres hermanas que vivieron aquí en el piso 11 y que murieron, una a una, de viejas. Ellas vinieron de Europa. Dicen que preparaban unos bizcochos deliciosos, y que les gustaba obsequiar a los vecinos. –La pareja se miró asombrada-.

_A ellas las hemos visto dentro del ascensor, junto a usted. Además, una tarde fue a visitarme y a llevarme un bizcocho.

_ ¿Junto a mí?

_Así es. Las hemos visto unas dos o tres veces. Una de ellas, me extrañó que, habiendo llegado, no salieran del ascensor. –Dijo Olivia-

_Es posible. La verdad, no me he dado cuenta. Siguiendo con mi relato, algunos residentes comentan haber visto a un hombre con una herida profunda en la cabeza. Al acercarse con el fin de ayudarlo, desaparece en el aire. Era vecino del edificio. Según se dice, tenía muchos problemas económicos. Afirman que se suicidó lanzándose desde la ventana que dá a la avenida; vivía también en el piso once. Y otro caso que me acuerdo es el de un homosexual que conquistaba a los jóvenes. También hay muchos que aseguran haberlo visto. Tenía dos amantes: un policía y otro hombre. Este último, lo encontró siéndole infiel con el policía. Esperó a que éste saliera, entró y, movido por los celos, lo apuñaló. Luego fue capturado y enviado a la cárcel. Un día fue encontrado muerto de un infarto y con una cara que reflejaba terror.

_También lo hemos visto en el ascensor. Y la causa de nuestra preocupación, es precisamente que se nos llenó la copa: Mi esposa  me cuenta que, anoche, lo vio dentro de nuestra habitación. ¿Cierto, amor?

_Si. Cuando me desperté, estaba acariciándole la cabeza a Bryan. Yo grité y fue como si se hubiera desvanecido en el aire. Yo tengo mucho miedo. Lo que sucede es que tenemos un contrato firmado y no podemos irnos. –Explicó Olivia-.

_Miren, varios inquilinos han pasado por esa situación. Hay una persona que los ha ayudado mucho. El expulsa a esa clase de espíritus y los ayuda a seguir su camino. Por aquí debo tener una tarjeta. Sería bueno que lo contacten. Creo que es la única solución.

Para ventura del joven matrimonio, aquella persona fue muy eficiente en su ayuda hacia el interior del apartamento. Consiguió que el hombre viejo  “siguiera su camino” y los instruyó en la manera de actuar para que no entren entidades extrañas. Por fortuna, tienen controlada la situación…dentro del apartamento.

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.