Viejo pescando en lago

Aquel día me hallaba dando un paseo matutino por un extenso parque que se encuentra a dos cuadras de mi casa, cuando un hombre relativamente joven que venía detrás de mí, apresuró el paso y me saludo.

_Buenos días.

_Buenos días.

_Tengo el gusto de hablar con el señor Hugo Galeano?

_Así es, le puedo ayudar en algo?

_Creo que si. Estuve preguntando en su casa por usted y se me informó que estaba paseando por este parque. Me presento: Mi nombre es Jimmy.

_Me place conocerlo Jimmy. Cuénteme, ¿qué se le ofrece?

_He leído varios de sus escritos en su página de internet. Me han gustado mucho y quiero proponerle que escriba una historia totalmente cierta y de la cual soy el protagonista.

_ Me gustaría escucharla. Aunque no está por demás advertirle que, antes de escribir mis historias, hago por mi cuenta ciertas investigaciones. Después de ésto, decido si escribirlas o no. Si está de acuerdo, tenemos que acordar una cita para escuchar su narración.

Después de haber escuchado aquella historia y de haber realizado las investigaciones posibles, tengo el agrado de presentarles esta interesante historia:

 Serían las diez de la mañana. Danger descansaba sobre su tapete de la sala, con la cabeza sobre una de sus manos. De pronto la levantó, miró hacia la puerta de la casa por unos segundos y volvió la mirada hacia su amo. Un instante después, el timbre sonó por dos veces consecutivas. Danger comenzó a ladrar.

_ ¡Silencio! ¡Ven y acompáñame a abrir la puerta!

En perro cambió sus latidos por un gruñido de advertencia.

_Buenos días, don Anselmo.

_Buenos días. –Respondió estirando su mano- Siga, por favor. Danger no es agresivo, a menos que me vea en peligro, ja ja.

 El hombre miró al perro y le dijo:

_ ¡Hola, Danger! Estás muy lindo. –Acto seguido, tomó asiento-

_Me encanta la gente puntual. ¿Qué noticias me trae?

_Muy buenas. Encontré una hermosa finca tal como usted me recomendó: Ni muy pequeña ni muy grande. Está ubicada junto a un lago. El paraje es conocido como “El Lago Azul”; posee una cabaña muy hermosa, con chimenea. El clima está catalogado entre templado y caliente. Creo que le va a encantar. De todas maneras es mejor que la vea y decida si se queda con ella. Al propietario, un arquitecto, le resultó un buen empleo en otro país y le urge venderla pronto.

_Muy bien. Me gustaría que acordara una cita con él.

 Días después, don Anselmo hacía entrega de las llaves de la que fue su casa, a los nuevos propietarios. Se despidió y, lleno de alegría, se dirigió a su camioneta en cuyo volquete encarpado ya estaba Danger esperando. Atrás, estaba el furgón de trasteos cargado con lo que tenía que llevar a su nuevo hogar. A una señal, el conductor dio marcha y se dispuso a seguirlo.

Don Anselmo era un hombre de los que habían decidido, según sus propias palabras, “no enredarse ni enredar a nadie” por medio de un matrimonio, unión libre o situaciones similares. Había vivido toda su vida dedicado al trabajo, a viajar y disfrutar de la vida “sin tener que rendirle cuentas a nadie y menos, dar explicaciones de sus actos”. Había tenido sus aventuras amorosas sin que pasen de ser eso: aventuras. Cuando alcanzó la edad para jubilarse, lo primero que hizo fue conseguir un cachorro Pastor Alemán, al que lo bautizó con el nombre de Danger. Mientras lo educaba, empezó a madurar la idea de irse a vivir a un lugar tranquilo, lejos de los asfixiantes embotellamientos y problemas de la ciudad. Quería radicarse en un sitio tranquilo, no muy alejado tampoco. Y vaya que lo logró. Allí podría dedicarse a pescar, a remar en su bote, a leer y a disfrutar de la compañía de su nuevo amigo. Muy pronto nació entre los dos ese cariño incondicional que se puede disfrutar entre un perro y una persona íntegra, que sabe que los animales piensan y tienen sentimientos.

 En poco tiempo ya era conocido y respetado por los pocos vecinos del sector, especialmente por el más cercano: Vicente.  Algunas veces se encontraban para tomarse algún vino, escuchar música o, simplemente, para charlar. En una de las charlas, Anselmo le preguntó:

_Dime una cosa, Vicente. Tú que viviste largo tiempo casado, me imagino que, ahora viudo, extrañas mucho a tu señora.

_Por supuesto. Pero te confieso que cuando falleció, descansamos los dos. Ella descansó en la paz del Señor y yo en la paz de mi tranquilidad.

_Ja, ja, ja, ja.

_Es en serio. Ultimamente su genio era insoportable.

Fueron muchos días los que pasaron en aquel paraíso. El problema era que, mientras Danger crecía, don Anselmo envejecía.  El noble compañero ya era un perro hecho y derecho, puesto que ya había alcanzado el primer año de vida.

Una tarde, a comienzos del mes de enero, día seis, para ser más exactos, don Anselmo y Danger se encontraban a la orilla del lago. Esperaban pacientemente que alguna trucha mordiera el anzuelo. En ocasiones como aquella, Danger permanecía echado esperando que su amo lanzara un grito de alegría y comenzara a recoger la cuerda de su caña; sin embargo, en ese momento, su comportamiento era muy diferente: se paseaba de un lado a otro muy inquieto, se detenía para mirar al hombre y emitía alguna especie de gruñido silencioso. No ladraba, puesto que su amo le había enseñado a no hacerlo, para que no ahuyentara la pesca. De pronto, vio cómo éste sacaba el pañuelo de su bolsillo trasero y se limpiaba el sudor. Cosa rara, porque era una tarde sin calor. Luego, comenzó a enrollar la cuerda. Antes de terminar, soltó la caña, se inclinó un poco y se llevó la mano hasta el pecho. El perro no pudo contenerse más y lanzó un lastimero latido. El hombre lo miró y comenzó a levantarse haciendo un gran esfuerzo hasta que lo logró. A duras penas pudo decir:

_Vamos a casa, Danger… No me siento bien.

El hermoso perro ladró y comenzó a caminar deteniéndose a cada momento para mirar a su dueño.

Llegaron. Don Anselmo abrió la puerta y se dirigió directo a su cama. Se dejó caer de espaldas. Danger  saltó sobre ella y se recostó a su lado.

_Ve por… Vicente, Danger… Tráelo.

El perro levantó las orejas, lo miró y saltó de la cama para desaparecer en veloz carrera.  Seguramente arañaría la puerta de Vicente hasta conseguir que éste salga, lo miraría y comenzaría a caminar para voltear la cabeza como lo hacen cuando desean ser seguidos. Luego, empezaría a correr como para indicar  que la situación era de afán. El todo fue que Vicente se encontró con don Anselmo al borde de la muerte.

_¡Anselmo! ¿Qué tienes?

_Vicente… creo que… me estoy… muriendo. Por favor… cuida de Danger. Te lo… ruego. Otra cosa… Busca… en mi  billetera… una tarjeta de… “Los Cipreses”. Llama… Ellos se… encargarán… de todo. Después, cierra la casa… con llave… Alguien vendrá… a hacerse cargo… Gracias.

Lo miró fijamente, le sonrió hasta que sus ojos fueron perdiendo el brillo.

A partir de ese día, Vicente se hizo cargo de vigilar la casa y, hasta donde le fue posible, de Danger. El animal se negaba a abandonar el hogar de su amo. Siempre permanecía bajo el alero de su entrada, hasta el punto de hacer que Vicente le acondicionara su cama en aquel lugar. Sin embargo, diariamente le llevaba agua y comida.

Habían transcurrido tres años desde la muerte de Don Anselmo. Una mañana, cuando llegaba a llenar de agua y concentrado los recipientes, se encontró con que Danger no estaba. Había desaparecido. En vano lo buscó por las cercanías. Fue imposible dar con su paradero. Al fin aquel buen hombre tuvo que aceptar la pérdida y dejar de buscarlo, aunque sentía que le había fallado a su viejo amigo Anselmo.

En las afueras de la ciudad, el jardín de una de las casas se encontraba lleno de niños. Los payasos y animadores se esforzaban en hacer que todos disfrutaran de la fiesta. Y no era para menos: Jimmy cumplía sus tres añitos de vida. El chico era la admiración de la familia y, según criterio de sus padres y conocidos, era un niño superdotado. La razón era que tenía una edad mental superior a su edad cronológica. En ocasiones, salía con unas conversaciones que aquellos no se explicaban de dónde las sacaba. La primera vez que dejó desconcertado a su padre, fue cuando estaban mirando una película alemana en la cual aparecía un perro de la policía con grado de sargento. Al verlo, el chico exclamó:

_Mira, papi. Yo tenía un perro de esos. Su nombre era Danger.

_ ¿Que tenías un perro Pastor alemán dices?

_Si, papi.

_ ¿Cuándo?

_Cuando vivía en la casa del lago. A veces íbamos juntos a pescar. El se acostaba junto a mí y no ladraba para no espantar a los peces.

_ ¿Y de quién era esa casa?

_ ¡Pues mía!

_Ja ja ja ja. ¿Y con qué dinero compraste la casa?

_Vendí la que tenía y compré la del Lago Azul. Algún día quiero que vayamos allá.

_Que yo sepa, Lago Azul es un sitio de fincas de gente con dinero. ¿Escuchaste ese nombre en la televisión?

_ ¡No, papi! ¡Te digo que yo tengo una casa en el Lago Azul!

_Bueno, pues te felicito.

_No me crees, ¿verdad?

_ ¡Claro que te creo! Mira, mira, le van a disparar al policía! –Dijo con el fin de cambiar de tema-

 Después de darle las buenas noches a Jimmy, la pareja se retiró a su habitación.

_ ¿En qué piensas? –Preguntó su esposa-

_En Jimmy. A veces me dice unas cosas con tanta seguridad, que no sé de dónde las saca. Ahora me sale con que tenía un perro Pastor Alemán cuyo nombre era Danger. Que juntos solían ir de pesca. Que tiene una casa propia en el Lago Azul. No me explico en dónde escuchó ese nombre.

_ ¡Qué raro! A mí me resultó con que tiene una camioneta cuatro por cuatro metida en el garaje de la casa de Lago Azul. Que la está cuidando un amigo y vecino llamado Vicente, tanto a su casa como a su perro. No me dijo el nombre.

_ ¡Este chico tiene una imaginación!

Una mañana, muy temprano, mientras desayunaban, escucharon que algún animal raspaba la puerta de la casa.  Los tres miraron hacia allá. En eso, el animal dejó de raspar y comenzó a ladrar. Jimmy abrió, tanto los ojos como la boca y exclamó:

_ ¡Es Danger! –Y corrió hacia la puerta-

_ ¡Papi! ¡Abre, por favor!

 El padre se levantó con mucha curiosidad y abrió. Afuera estaba un hermoso Pastor Alemán un poco sucio, sentado con las orejas paradas y el hocico abierto. El niño se escabulló exclamando:

_ ¡Danger! ¡Eres tú!

El perro emitía unos ladridos sollozantes y rodeaba con sus manos al niño. Los padres miraban la escena entre asustados y conmovidos. La madre exclamó:

_ ¡Cuidado Jimmy!

_ ¡Descuida, mami! ¡Es Danger! ¡Mi perro! ¡Ven Danger! ¡Entra!

El enorme Pastor Alemán siguió al niño al interior de la casa.

_ ¡Hijo No…!

_ ¡Déjalo, mi amor. Debe ser de alguno de los vecinos. Ya se irá o vendrán a buscarlo. Lo que me parece extraño es el hecho de tanta manifestación de cariño entre ellos. De dónde lo conoció, si él nunca ha salido solo.

_El día de la fiesta de cumpleaños no recuerdo que alguien haya traído su perro.

_De ninguna manera. Me habría dado cuenta. Ven, vamos a mirarlos. No sea que estén haciendo alguna travesura. –Fueron al patio trasero-

 Al llegar, Jimmy se dirigió a su padre:

_Papi, ¿sería posible que compres un poco de concentrado? Danger tiene hambre.

_Mira, hijo, Danger, como tú le llamas, debe pertenecer a alguno de los vecinos y deben estar preocupados buscándolo.

_Tú no entiendes, papi. Danger es su nombre y es mi perro y te ruego que lo dejes con nosotros. Si no me crees, vamos a mi casa del Lago Azul y buscamos a Vicente. El te dirá que el perro se llama Danger. Pero, por ahora te ruego que le compres comida. Mami, tú me ayudarás a bañarlo, ¿cierto?

_Si así lo deseas… O, mejor, ¿Qué tal si lo llevamos a que lo bañen?

_ ¡Si! Pero primero, tiene que comer. Vamos por su comida, papi?

_Sabes que tengo que ir a trabajar. Así que ¡vamos volando!

_Danger, espérame aquí. Voy a traerte comida.

Efectivamente el perro se comportaba como si realmente conociera a Jimmy. Además de comida, le compraron un lindo collar. Por la noche, le adecuaron una cama provisional.  Una vez en su alcoba, el matrimonio volvió a tocar el tema de Jimmy.

_Mira, mi amor, no quiero alarmarte, pero creo que es necesario llevar a Jimmy al psicólogo. Las cosas que dice me parecen exageradas. Tengo referencias de alguien de quien se dice que es una eminencia. Así que reservé una cita para mañana.

 Al día siguiente, le comunicaron a Jimmy que tenía que acompañarlos. Este le explicó a su perro:

_Danger, tienes que quedarte en casa solo. Tengo una cita médica.

El psicólogo le practicó un examen muy detallado, le pidió que dibujara su casa del lago. Cuando el examen concluyó, el especialista sugirió a sus padres hablar con un colega suyo para que le practicaran un examen bajo hipnosis, o dicho de otra manera, una regresión.

 Durante examen, y en estado hipnótico, el doctor le pidió que contestara algunas preguntas. Entre ellas, las siguientes:

_Cuéntame sobre la casa junto al Lago.

_Esa casa está en una finca que tengo cerca de un lago llamado Lago Azul.

_Te voy a pedir que regreses al tiempo en que vivías allá. ¿Listo?

_Listo.

_ ¿En qué parte estás?

_En el lago. Pescando.

_ ¿Quién está contigo?

_Danger.

_ ¿Quién es Danger?

_Mi perro.

_Y tú, ¿cómo te llamas?

_Anselmo.

_Dime, Anselmo, ¿en qué trabajas?

_Estoy jubilado.

_ ¿Conoces a alguien que viva cerca?

_Si. A Vicente.

 El doctor le formuló unas cuantas preguntas más, referentes a su vida anterior y a la forma en que murió y, después de volver a Jimmy a su estado natural, se dirigió a sus padres:

_No sé qué concepto tengan ustedes sobre la reencarnación. La mayoría de la gente no acepta esta teoría, pero, para mi concepto, sin duda alguna, estamos frente a un caso de éstos. Parece que en su vida inmediatamente anterior, se llamaba Anselmo. Creo que si desean salir de dudas, lo mejor que pueden hacer es viajar hasta el Lago Azul.

Una vez en casa y, a solas con su esposa, él le dijo:

_No entiendo mucho del tema, pero creo que  nuestro hijo no estaba inventando ninguna historia.

Y creo que debemos seguir el consejo del doctor: Iremos al Lago Azul el próximo fin de semana.

 Jimmy saltó de gozo cuando supo la noticia del viaje a la casa del lago.

_ ¡Gracias, papi! No te imaginas la alegría que siento. ¡Voy a volver a ver mi casa!

Muy temprano, salieron. Cuando estaban relativamente cerca del sitio, Danger se mostraba inquieto. Miraba a todos los lados. En un momento, Jimmy dijo:

_Papi, tienes que desviarte por la izquierda hasta que veamos el lago.

_Correcto.

 Cuando pararon, Richard, el padre de Jimmy se bajó a abrir la puerta de atrás, donde venían su hijo y el perro. Este salió disparado hacia la casa, buscó por dónde entrar y llegó hasta la puerta  tratando de abrirla. Los padres miraban asombrados por todo lo que estaba sucediendo. Jimmy corrió hasta un árbol y se quedó mirando la piedra que estaba al pie del mismo. Volvió la cabeza hacia su padre y exclamó:

_ ¡Papi! ¿Me ayudas a mover esta piedra?

_ ¡Voy!

Debajo, en un hueco, apareció una caja de metal. Una vez abierta, el muchacho sacó unas llaves escondidas dentro.

_Acompáñame a abrir la reja para que puedas entrar el carro.

Así lo hicieron. Luego entraron a la casa. Jimmy les mostró todo lo que había dentro; luego, los invitó a mirar la camioneta.

_Enciéndela, papá.

_No, hijo. Creo que ha estado mucho tiempo quieta y el aceite debe estar pesado. Además, no creo que la batería tenga corriente.

Fue en ese momento cuando escucharon el golpe de alguien llamando a la puerta a pesar de estar abierta…

_Buenos días! –Todos volvieron la mirada. Dánger que permanecía echado en en piso, levantó la cabeza y salió moviendo la cola de un lado a otro.

_ ¡Es Vicente! Ven, papi, te lo presento!

Vicente  ya estaba acariciando a Danger, incrédulo. Al escuchar al niño, giró la cabeza, mirándolo con atención.

_ ¿Te conozco? O ¿me conoces?

_Yo si te conozco. Eres mi amigo Vicente!

_ ¿Tu amigo? Y, ¿dónde nos conocimos?

_Aquí. Tú y yo solíamos tomarnos unas copas. Recuerdas cuando me dijiste que cuando tu señora murió, ella había descansado en la paz del Señor y tú en la paz de tu tranquilidad?

_ Ja ja ja.  Eso te lo debió haber contado Anselmo. Cuando le dije eso, él soltó la risa.

 En ese momento el padre de Jimmy se acercó.

_Buenos días, Vicente. Soy Richard.

_Buenos días, Richard.

_Creo que debemos hablar un poco usted y yo. Por favor, acompáñeme.

Los dos entraron en el carro de Richard.

_Voy a pedirle que se llene de paciencia, porque lo que voy a decirle es algo increíble. Es posible que piense que estoy loco; sin embargo, le confieso que no creo que se sorprenda tanto como lo hice yo, cuando Jimmy comenzó a crecer. Siempre nos salía con preguntas como: “¿Cuándo vamos a ir a la casa del lago azul?” Desde luego, yo no tenía la respuesta, ni para esa, ni para otras preguntas similares. Me había contado que tenía un Pastor Alemán llamado Danger y, un buen día apareció este perro en las puertas de mi casa. Jimmy me aseguró que era su perro.

_El perro estaba bajo mi custodia y un día, simplemente desapareció. Me agrada mucho volverlo a ver. Pertenecía al propietario de esta finca. Su nombre era Anselmo.

_Un parapsicólogo le practicó a Jimmy una regresión. Durante la sesión, Jimmy dijo que su antiguo nombre era Anselmo. Relató que había fallecido de un ataque cardiaco que sufrió mientras estaba pescando.

_Efectivamente así fue. ¿Eso quiere decir que Anselmo y Jimmy son la misma persona?

_Yo diría que el mismo espíritu o alma.

_De verdad que parece una locura.

_El especialista me entregó copia de las grabaciones realizadas durante el examen.

_Hay otra cosa: Anselmo –continuó Vicente-  me pidió que cuidara de sus propiedades y aseguró que alguien vendría a hacerse cargo. Esas personas deben ser ustedes.

_Supongo que así es. Lo que no sé es lo referente al aspecto legal.

_Creo que lo importante es tomar posesión y ponerse al día en impuestos. De todas maneras, no existe nadie quien pudiera apropiarse de nada.

_Estoy de acuerdo. Con todo, voy a hacer una consulta jurídica al respecto.  Le agradezco mucho por su comprensión y colaboración. De aquí en adelante frecuentaremos mucho este lugar.

_Con todo gusto. Ah! Y, si me lo permite quiero darle un consejo: será mejor que lo ocurrido quede entre nosotros. No hay para qué comentarlo con los vecinos. Y es conveniente que crean que Jiimmy es ahijado de Anselmo.

_Me parece una buena sugerencia. Se lo explicaré a Jimmy.

 FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.