Veinte-pesos-col

Años atrás, quien se ocupaba de los gastos en su totalidad era el hombre de la casa. Muy pocas mujeres desempeñaban un trabajo remunerado. Este era el caso de María Eugenia. Desde que su esposo falleció, la entrada mensual dejó de aparecer por la casa. El dinero que el difunto dejó, se había agotado. Las prestaciones que debía recibir, no llegaban. Ya había solicitado pequeños préstamos a casi todos sus familiares y conocidos. Su amor propio, dignidad u orgullo, la obligaban a pasar necesidades antes que volver a acudir a ellos por segunda vez.

Esa mañana, la persistente llamada a la puerta la hizo salir de prisa. El hombre era un empleado de la Empresa de Acueducto. Tenía el ceño fruncido, mas al mirar la dulzura y la belleza de la mujer, algo en su interior le hizo cambiar su duro semblante.
_Buenos días, Qué se le ofrece?
_Señora, le comunico que tengo que suspenderle el servicio de agua por falta de pago.Le aviso para que recoja lo necesario.
_Señor, excúseme, pero, por favor, no lo haga. Le prometo que mañana voy a cancelar. Hoy recibo un dinero.
_Señora, no sé por qué, pero voy a hacer una excepción con usted. Mañana en la tarde pasaré a mirar la factura cancelada.
_Muchas gracias. Lo espero mañana.

Entró a la cocina y se sentó enmarcando sus mejillas con las manos. Aunque era muy fuerte, no pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas. La única forma de desahogarse era contándole todo a su hijo mayor, un muchacho de unos 12 años, cuando llegaba del colegio.

Cayó la noche sin haber podido encontrar una solución al problema. Recogió toda el agua que pudo en baldes y se fue a la cama llena de preocupación. Pensaba en lo injusta que es la vida. Nombraba a su esposo reclamándole el haberla dejado tan desamparada, sin su amor y su protección. Tardó en dormirse. Ya cerca de la media noche el cansancio la fue dominando. Lo que siguió a continuación no podría definirlo como sueño o realidad. El caso fue que la puerta se abrió, la alcoba se iluminó tenuemente y entró su amado esposo hasta llegar a su lado. La ternura y el amor con que la miró no es fácil de describir. Tenía un semblante radiante. Levantó el brazo y posó su mano en su mejilla mientras le decía:
_Mi amor, sé por lo que estás pasando. Pronto se solucionará. Pero por ahora, busca en el armario mi vestido gris. En el bolsillo interno izquierdo del saco encontrarás dos billetes de veinte pesos. Con eso tienes más que suficiente para pagar la factura y solventar los gastos. Aprovéchalos.

Acto seguido se fue retirando de espaldas hacia la puerta sin dejar de mirarla de aquella forma. Salió y la alcoba quedó nuevamente a oscuras.

Al día siguiente, apenas amaneció, salió de las cobijas y caminó de prisa hacia el armario. El hijo, al verla tan afanada, le preguntó:
_Qué haces, mamá?
_Anoche soñé que tu padre me decía que en su vestido gris había dos billetes de 20 pesos. Voy a buscarlos. –Cuál sería su sorpresa cuando, al meter la mano, encontró el dinero-
_Mijo! Míralos, aquí están! –Exclamó con la voz entrecortada mientras se sentaba a su lado-

Tengo que aclarar que, para ese entonces, esa suma de dinero era una muy buena cantidad.

FIN
Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.