Aquel día llegué al sitio de trabajo muy temprano y me dirigí a la sala de profesores. Al entrar, creí que estaba vacía, más, al mirar hacia el fondo, en un rincón, se hallaba una profesora reclinada sobre su escritorio con la cabeza entre sus manos.

_Buenos días! –Saludé. Ella volteó a mirar. Su semblante denotaba una profunda preocupación y una alta dosis de cansancio-

_… ¡Hola! –Respondió sin ganas. La reconocí al instante: Su nombre era “Flor del Mar”-

Me dirigí a mi escritorio unos pasos más allá del de ella y me senté.

_ ¿Te ocurre algo? –Pregunté-

_Estoy al borde de la desesperación. –Respondió en voz baja-

_Las penas son igual que las cargas: cuando se comparten, se vuelven más livianas. ¿Deseas hablar del asunto?

_Es mi madre. Cualquiera podría pensar que soy un monstruo al escucharme decir que no sé qué hacer con ella.

_¿?

_Alcides, mi esposo, me dio a escoger entre él o ella. Ayer, cuando llegué, me di cuenta de que su ropa y sus cosas personales ya no estaban. Comprendí que se había marchado.

_En mi concepto, el matrimonio debe vivir solo. Así se evitan muchos problemas.

_Opino igual. Sin embargo no siempre se puede y éste es uno de esos casos. Mi mamá sufre demencia senil. Ya está en una edad muy avanzada. Fui su única hija. Su comportamiento es desastroso. Si te contara todas las cosas que ha hecho, no me lo creerías.

_Si de algo te sirve, puedes desahogarte conmigo. Te escucho.

_ ¡Son tantas!… Pero para que tengas una idea, te contaré una:

“Un día sábado, mi esposo y yo salimos a hacer mercado. Al llegar, coloqué todo en la alacena. Esa noche, serían como las dos de la mañana y Alcides sintió sed; se levantó y se dirigió a la cocina a tomar un vaso de agua. Todo estaba oscuro. Cuando bajaba las escaleras, escuchó que alguien tarareaba una canción. Prestó oído y encendió la luz del pasillo. El reflejo iluminó escasamente la cocina, pero alcanzó a ver en el centro a una mujer desnuda con el cabello enmarañado y suelto, tapándole la cara. El grito que pegó debió escucharlo todo el vecindario. De inmediato salté de la cama y corrí a ver qué le había sucedido a mi marido. Sentía que el corazón se me salía. Nos cruzamos en la escalera.

_ ¿Qué sucedió? – Pregunté. No pudo responderme. Solamente señaló hacia la cocina. No vi nada-

_ ¡Ven y encendamos la luz! –Sugerí-

Así lo hicimos. Allí estaba mi mamá sentada desnuda. Con un pocillo recogía el montón de granos que habíamos comprado y los volvía a regar por el piso. Los había mezclado entre sí: fríjoles, alverjas, lentejas, arroz, café, sal, azúcar, harina, etc. Al ver esto le grité:

_ ¡Mamá qué haces!

_ Oh! ¡Y Yo que pensé que era un fantasma! –Explicó Alcides-

Al momento ella se levantó mirándonos con odio y gritó:

_ ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué hacen en mi casa?

De inmediato tomé un delantal y me acerqué a ella para colocárselo. Cómo sería la cara de furia que me vio, que se lo dejó colocar sin decir ni hacer nada. Sabía que no sacaba nada regañándola y la llevé hasta su cuarto, la acosté y salí.

_Me pongo en tu lugar y no sabes cuánto lo lamento. ¿No crees que sería mejor llevarla a un centro especializado donde cuiden de ella?

_Desafortunadamente, mis ingresos no me alcanzan para el pago de un sitio privado y, en los de caridad… Se comenta que los maltratan mucho. ¡Ya no tengo vida! Para mí se acabaron los paseos, las reuniones sociales… ¡Todo! Inclusive, me tocó cederle mi alcoba porque es la única que tiene baño y allí puedo dejarla encerrada con llave cuando salgo a trabajar o a hacer algo que necesito.

-Nuevamente se soltó en llanto. No quise interrumpirla.Los compañeros empezaron a llegar y la conversación se truncó-

Pocos días, después de un fin de semana con lunes festivo incluido, llegué como de costumbre a trabajar. Había varias personas tratando de consolar a Flor del Mar, que lloraba. Me acerqué y pregunté:

_ ¿Qué sucede?

_Falleció la mamá de Flor del Mar. –Explicó alguien. Me dirigí a ella-

_Flor, No puedo decirle que lo siento. De corazón le digo que me alegro por usted y por su mamá.

Una de las compañeras me miró muy mal y me dijo:

_ ¡Oye! ¿Qué forma tan brusca de dar el pésame es esa?

_No le estoy dando “el pésame”. Lo mejor que pudo suceder es el fallecimiento. ¿No te das cuenta que la señora madre estaba muy anciana y merecía descansar? Y, ¿Qué me dices de la compañera? ¿Cuánto tiempo más querías que se sacrifique cuidando de su mamá enferma y sufriendo?

Unos cuantos pares de ojos me miraron: algunos apoyando mis argumentos y otros admirándose de mi crudeza. Tomé mis libros y me dirigí a clases.

Después de unos días, me enteré de lo sucedido al ex – esposode Flor del Mar:

Una noche, muy cerca de las 12, Alcides,  muy sigiloso como si de un ladrón se tratara, llegó a casa con el propósito de sacar algo que olvidó llevar cuando se marchó. No quería despertar a quien fuera su mujer. No encendió la luz. Comenzó a subir las escaleras, cuando escuchó en la cocina el “tarareo” de la misma canción de su suegra. Volvió la mirada: Allí estaba parada con su cabello enmarañado y mirándolo con indiferencia. El, siguió su ascenso, mas, al llegar al final, la misma figura se hallaba en la puerta de la alcoba que él siempre había utilizado como su lugar de trabajo. Detuvo su camino en seco, mientras se preguntaba:

_ ¿“Por dónde subió sin que la viera”?

El asunto es que allí estaba y, ahora, lo miraba con odio. El hombre sintió un frío que le penetraba hasta los huesos, y se acentuó mucho más cuando ella comenzó a acercarse hacia él, como si en lugar de caminar, se deslizara. Comprendió que el hecho se salía de lo normal, cuando ella se elevó en el aire y estiró los brazos para aferrarse de su cuello. No pudo contenerse y lanzó un grito tan o más desgarrador que la primera vez, cuando la vio dentro de la cocina. El grito fue secundado por uno de mujer: ¡Flor del Mar! En ese instante, el espectro desapareció en el aire, lentamente sin dejar de mirarlo.

La luz de la alcoba se encendió y él corrió hacia allá tan rápido como se lo permitían sus entumecidas piernas. Entró sintiendo que el aire no llenaba en su totalidad sus pulmones.La mujer salió con una mano sobre el pecho, muy asustada y, al verlo, exclamó:

_ ¡Alcides!

_ ¡Fue tu mamá! ¡Volvió a asustarme!

_ ¿Mi mamá? ¡Estás loco! Ella falleció hace veinte días. 

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.