mer1A lo lejos, el reloj de una iglesia marcó once campanazos. En el silencio de la oscura noche se escuchó el tintineo de unos tacones. La joven mujer caminaba apresurada. El nerviosismo la obligaba a mirar hacia atrás de cuando en cuando. Las piernas le temblaban y aún le faltaban varias cuadras para llegar a su casa. El tiempo se le había pasado volando en la oficina. Apuraba sus pasos cada vez más hasta convertirlos por momentos en un pequeño trote. Llegaba casi a la mitad de la cuadra, cuando en la esquina aparecieron aquellos tres hombres. Detuvo su camino en seco. El miedo era espantoso. Se llevó una mano a la boca para no gritar. Pensó en regresar, pero por dónde iría? Además, aquellos hombres se habían dado cuenta de su presencia y la miraban. Sintió unas tremendas ganas de llorar. Se hallaba impotente, indefensa. Para aumentar el miedo, a sus espaldas sintió aquella voz y lanzó un apagado chillido:

_Qué hace a estas horas de la noche y tan sola?

Giró velozmente a mirar al hombre que le hacía aquella pregunta sintiendo que iba a desmayarse; pero, para su asombro, se encontró con la tranquilizadora figura de un celador acompañado por su perro de aterradora presencia.

_Permítame acompañarla. Ninguna mujer debe exponerse así! Y menos si es tan linda como usted. Mire hacia aquella esquina. Esos hombres estaban esperando hacer de las suyas. Colóquese a mi derecha!

_Usted apareció como enviado del cielo! Gracias! –dijo la joven mientras se situaba donde le había indicado el celador-

Siguieron caminando lentamente. Al pasar junto a los tres callejeros, el perro los miró y lanzó un sordo gruñido. Ellos se apartaron.

_Hace mucho tiempo que no lo había vuelto a ver por aquí. Estaba de vacaciones?

_Algo parecido aunque a veces trabajo por las noches. Usted vive por aquí cerca. –dijo sin preguntar.

_Si. En la cuadra siguiente. En aquella casa del antejardín.

Llegaron. La joven intentó abrir el bolso para recompensar al celador por haberla salvado de quién sabe qué peligro, pero él le dijo:

_No se moleste, señorita. La verdad es que plata es lo que menos necesito. Cuídese y no vuelva a cometer otra locura igual. –La miró tiernamente-

_Se lo prometo. Espéreme mientras abro la puerta.

Todavía nerviosa tomó la llave y la introdujo en la chapa y empujó la puerta; volteó a mirar con una sonrisa llena de agradecimiento al celador y quiso decir:

_Gra… –solo que no pudo terminar; el celador ya no estaba. La joven buscó con la mirada hacia arriba y hacia abajo, mas la calle estaba desierta. Entró meditabunda y saludó a su mamá.

_Hola, Mami!

_Mija! Me tenía preocupada! Ya casi es media noche!

_Me tocó poner al día unos papeles y se me hizo muy tarde. Pasé un susto muy grande. Cuando venía cerca de aquí había tres hombres malencarados y creo que me iban a atracar o a hacerme algo, pero gracias a Dios apareció ese celador rubio con su perro. Lo recuerda?

_Celador rubio? El único celador rubio que trabajó en el sector fue Humberto, y a ése lo mataron a bala junto con su perro hace como tres meses! Desde ese tiempo no han vuelto a contratar otro.

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.