El lugar predilecto para Paco y Liliana, cuando de salir a descansar del ajetreo de la ciudad se trataba, era una vereda ubicada hacia el occidente de Bogotá, llamada “Villa Escondida”. El nombre le quedaba perfecto puesto que se encontraba en un paraje poco conocido en donde las  pocas casas de las diferentes fincas, estaban distanciadas unas de otras. Allí, la joven pareja, llegaba en su microbús acondicionado como casita rodante, apto para pasar un fin de semana o unos días de descanso disfrutando de la naturaleza y el encanto del paisaje. Desde su noviazgo, tal como muchos matrimonios de la actualidad, habían acordado no tener ni hijos ni mascotas. Querían disfrutar de su libertad completamente. Siempre estacionaban en un lugar sin rejas ni alambrados a cierta distancia de una hermosa casita campestre que, al parecer, nadie la habitaba. La pareja caminaba por los alrededores tratando de observar sin éxito, el interior de la misma.

_Mira, mi amor, no te imaginas cuán feliz me sintiera siendo el propietario de esa propiedad.

_¡A mí también me encanta! –Respondió ella- Yo creo que fuera bueno averiguar sobre los dueños y proponerles que nos la vendan.

_Es muy buena idea. Ojalá pudiéramos encontrarnos con alguno de los habitantes de la vereda para averiguar por los dueños. La peor diligencia es la que no se hace. Así que, al regresar del río nos acercaremos hasta alguna de las fincas para hacerlo.

Hay quienes dicen: “Lo que es para ti, nadie te lo quita” y, precisamente, después de regresar de nadar en el cercano río, Liliana sacudió el brazo de su esposo:

_¡Mira, hay un hombre entrando al antejardín de la casita! –Inmediatamente se acercaron-

_Buenas tardes.

_¡Hola! ¿Cómo están?

-Muy bien, gracias. Yo soy Paco y ella es mi esposa Liliana.

_Yo soy José. Mucho gusto!

_Nos estábamos preguntando quiénes son los dueños de este predio.

_La dueña. Es una señora viuda ya de edad avanzada y que casi no viene por aquí sino muy rara vez. Yo soy quien le hago el mantenimiento a la propiedad.

_Nos gustaría entablar una conversación con ella. ¿Es posible que usted nos dé el nombre, el teléfono y la dirección?

_Por supuesto. Ella vive en Bogotá. Tengan la amabilidad de seguir; creo que estarán ansiosos de conocerla.

Tal como se la imaginaban, era muy hermosa. Mucho mejor de como la necesitaban: Tres alcobas no muy grandes, la sala,  la cocina y el baño. En la parte posterior, un lavadero y una piscina rodeada de árboles frutales y un hermoso prado, todo en muy buen estado. Ya con los datos necesarios en al bolsillo, se despidieron y agradecieron al hombre quien tan amablemente los atendió.
_Yo también ya me voy. Vine sólo a darle un vistazo a la finca. Fue un gusto servirlos. Que disfruten su estadía. Feliz noche!

_Gracias. –Respondieron y se dirigieron a su pequeña caravana muy optimistas.

Cuando ya las sombras de la noche se extendían sobre el lugar, salieron a dar una caminata por los alrededores de aquella “casita”, como la llamaban y que los había cautivado. Era muy poco y nada lo que se podía ver hacia adentro. Liliana trataba de curiosear apartando los matorrales, pero las paredes internas le impedían mirar. De pronto escuchó el característico sonido igual al que se produce cuando alguien se lanza a una piscina. Intrigada, exclamó:

_¡Paco! ¡Ven! –Su esposo se acercó al trote-

_¿Qué pasa?

_¡Hay alguien nadando en la piscina! ¡Escucha! _Paco, afinó el oído-

_Si, parece que alguien está braceando. Seguro el cuidandero le dio permiso a alguna persona de la vereda.

_ ¡Imposible. El llegó solo, luego entramos los tres y al salir, aseguró la entrada con llave y se fue. Además, a esta hora y sin encender las luces, difícil que alguien se bañe!

_Debe haber algunos muchachos por aquí y para ellos nada es imposible.

 El negocio se hizo. Días después, el obrero a quien habían contratado para adecuarla a su gusto, los llamó para comunicarles que la casa ya estaba lista y que necesitaba hacerles entrega el siguiente sábado en la tarde. Sin embargo, la madre de Liliana se encontraba mal de salud; por lo tanto, Paco tendría que acudir solo para finiquitar el trabajo realizado en su finca. Liliana llegaría el domingo, contando con que su hermana la remplazara.

Serían más o menos las cuatro y media de aquel sábado, cuando el obrero se despedía. Paco Cerró la reja del antejardín y con el pecho henchido de la alegría dio un vistazo general a su finca y se dispuso a comer los bocadillos que había llevado. Después de ésto, se arrimó en el marco de la puerta trasera, mirando cómo iba declinando el día. Pensó en encender las luces del interior y exactamente cuando se disponía a entrar, con el “rabillo del ojo” alcanzó a mirar la figura de alguien de blanco, parada en la parte derecha, al filo de la piscina; cuando giró la cabeza para comprobar, quien parecía ser una niña, saltaba para hundirse en la piscina levantando cierta cantidad de agua. Lo primero que hizo fue encender la luz posterior, cuyo interruptor estaba al alcance de su mano, para acercarse a la horilla y mirar a través del agua cristalina a la persona que zambullía. Recorrió a simple vista toda la piscina, mas no logró descubrir a nadie.  Con todo, esperó en vano a ver por qué lado iría a salir. Nadie salió. El agua se fue calmando. Toda la parte  trasera estaba iluminada. Miró los muros que rodeaban la finca: Imposible entrar o salir por allí. A todo el rededor había cables electrificados a prueba de ladrones. Rodeó la piscina mirando al fondo sin ningún resultado. Sintió un frío extraño que lo obligó a entrar a la casa encendiendo todos los interruptores. Decidió no tratar de dar explicación a lo sucedido y se dirigió a su alcoba a escuchar música para embolatar en vano sus pensamientos. Ya entrada la noche, se metió en la cama sin apagar su radio; disminuyó la intensidad de la luz. Decidió no decirle nada a Liliana de lo ocurrido.

Poco a poco fue entrando en un sueño acogedor, hasta quedar totalmente dormido; mas, sin ningún motivo aparente, el sueño lo abandonó en forma intempestiva. Abrió los ojos: En medio de las sombras, a unos pasos de los pies de la cama, distinguió la figura de blanco que viera en la piscina. Se incorporó con los codos sobre el espaldar sin quitar la vista de la aparición. Sin embargo la figura se tornó borrosa hasta desaparecer por completo. Sólo entonces, encendió en forma total la luz de su cuarto. Se puso de pies, se calzó unas chancletas, enrolló su ropa y salió de la alcoba con dirección a su mini-caravana, mientras pensaba:

_“Seré muy gallina, pero aquí no me quedo”

Una vez dentro, apartó algunas cosas y extendió su enrollado colchón y se acostó todavía con miedo, pero sintiéndose mucho más seguro.

A la mañana siguiente regresó a la alcoba: Apagó las luces y el radio que quedaron encendidos, salió a la piscina y se bañó en una de las dos duchas. Luego se vistió, arregló la cama y condujo hacia el pueblo a esperar al bus en que llegaría su esposa. El plan era quedarse ese día domingo y el lunes festivo a tomar posesión de su nueva finca. No tuvo que esperar mucho. Liliana bajó del bus y corrió a los brazos de Paco.

_Ven, mi amor, busquemos un lugar para desayunar. –Propuso él después de un largo beso-

Poco después, llegaban a su nueva propiedad. Liliana chocó entre si las palmas de sus manos, mientras, con admiración, abría la boca para luego exclamar:

_ ¡Qué belleza! –Paco colocó sobre la mesa lo que habían comprado para el almuerzo. Luego recorrieron todos los lugares.-

_Bueno, ahora sí, quiero estrenar la piscina. Así que a alistarnos! –Exclamó entrando en la alcoba-

Fue la primera en darse un duchazo junto a la piscina. Enseguida se lanzó de clavado hacia el agua. Al darse cuenta de que, supuestamente, Paco se había lanzado detrás de ella, siguió buceando casi pegada al piso tratando de no dejarse alcanza; sin embargo él pasó junto a ella tirando por un lado el pantalón de su traje de baño e impulsándose con mayor rapidez hasta dejarla atrás. Ella trató de alcanzarlo aunque le faltó el aire y sintió la necesidad de sacar la cabeza y tomar una bocanada. Miró sonriente hacia adelante buscando a su marido, mas no estaba allí. Al escuchar los aplausos de él, giró hacia el otro lado, pero, para su asombro, él permanecía al filo de la piscina desde donde ella se había lanzado, totalmente seco y con su camiseta al rededor de su cuello. Ella se quedó mirándolo interrogante y le preguntó:

_Cómo hiciste para salir de la piscina y llegar allá tan rápido?

_No entiendo tu pregunta… Aún no he entrado en la piscina. Estaba mirándote bucear. ¡Eres una campeona! –Respondió él mientras caminaba por la orilla hacia el lugar donde ella se encontraba-

_¡Pero…Si yo sentí cuando te lanzabas y te vi por dentro de la piscina cuando me halaste mi panty y me rebasabas! –Añadió con preocupación-

_Ven, mi amor –Le estiró la mano para ayudarla a subir la escalerilla- No tengo por qué mentirte. No me he metido a la piscina aún. Simplemente lo imaginaste. Mira: Ni siquiera me he duchado. Estoy totalmente seco. No hay nada por qué preocuparse. Mejor, espérame y nadaremos juntos. Se fue al trote dejando a su esposa un tanto intranquila.

_“Fue tan real!” –Pensó-

Nadaron hasta media tarde cuando, después de ducharse juntos, entraron a la casa a cambiarse y preparar el almuerzo. Liliana se adelantó para iniciar con la preparación; tomó un delantal, se lo colgó del cuello y se amarró las tiras por detrás de su espalda, mientras tarareaba una canción. En ese instante, sintió una mano tirándola del filo de aquella prenda. Volteó sonriente creyendo encontrar al travieso Paco, más la sonrisa se apagó en sus labios cuando descubrió a una niña mirándola con timidez, con su tez de un color entre cera y gris, vestida con una larga bata blanca totalmente empapada.

_ ¿Quién eres tú? –Preguntó tratando de dominar el susto-

La niña no contestó nada. Sin dejar de mirarla, comenzó a retroceder hacia la pared en donde estaba casi pegada la nevera para meterse por detrás de la misma hasta quedar cubierta en su totalidad. En ese instante, Liliana, se dio cuenta de que entre la nevera y la pared no había el espacio suficiente para que aquella niña se metiera, puesto que no había más de unos tres centímetros. Sin poder controlar su miedo, salió corriendo hacia la sala buscando a su esposo lanzando un espeluznante grito:

_¡Paacoo!

Este se hallaba sentado con el control del televisor en la mano, curioseando los canales. Al verla se levantó tan rápido como pudo.

_ ¿Qué pasó, mi amor?

Su transfigurada esposa se metió entre los brazos de él sollozando incontrolable y sin poder articular palabra.

_Tranquila. Voy a traerte un poco de agua.

_¡No! ¡No me dejes sola!

_Entonces, siéntate conmigo, trata de calmarte y cuéntame qué fue lo que te sucedió.

Le relató con “pelos y señales” lo ocurrido. Terminó diciéndole:

_Por favor no me vayas a decir que “fueron ideas mías”. Lo que sé es que aquí están pasando cosas raras.

Si añadir palabra, Paco recordó lo que vio el día anterior:  La niña que se lanzó a la piscina y que no salió a la superficie, luego la misma niña que lo despertara entre la noche y que lo obligó a ir a pasar el resto de noche en la mini-caravana. Y pensándolo bien, decidió que debieran hacer igual. Se lo dijo a Liliana:

_Mi amor, hagamos una cosa: Vamos a armarnos de valor, iremos a la cocina, revisamos que todo esté bien, si es así, preparamos el almuerzo y esta noche, si estás de acuerdo, llevamos nuestras cobijas a la mini y dormimos allá. Debes saber que, en los pueblos y veredas, pasan cosas raras; pero no podemos dejarnos ganar por esta situación y más ahora después de haber adquirido una deuda para comprar esta finca. ¿Qué me dices?

_Acepto, pero con una condición: Que siempre estemos juntos.

_Por supuesto.

Entraron a la cocina. Paco adelante y Liliana prendida a su cintura como jugando al trencito. Buscaron detrás de la nevera: Nada. Pero, al bajar la mirada al piso, Paco descubrió lo que quedaba de unas huellas de los pies húmedos que parecían ser de… una niña! Sintió un frío recorrerle la espalda, pero no le participó el descubrimiento a su esposa. Almorzaron tarde y en silencio. Luego caminaron por la zona verde de la finca hasta que la tarde moría. Luego se dieron a la tarea de sacar la ropa de cama para trasladarla a la mini-caravana. Sacaron unas sillas para sentarse a contemplar el cielo estrellado como nunca se ve en la ciudad. Ya entrada la noche, se acostaron.

Paco no pudiera decir si lo que aconteció después, fue un sueño o si sucedió en la realidad. El hecho fue que, a media noche, Paco escuchó unos golpes en una de las ventanas de su vehículo. El hombre levantó la cortina y miró. Entre las sombras y las escasas luces de las pocas lámparas que habían dejado encendidas, estaba parada una figura de blanco. Parecía mirarlo. Paco no sintió ni una pizca de miedo. Segundos después, la chica levantó la mano indicándole que fuera donde ella, mientras decía:

_“¡Ayúdame!” –Paco miró a su esposa quien dormía profundamente y salió de la van con todo el sigilo. La niña giró para caminar hacia la piscina. El la seguía con toda tranquilidad. Al llegar al borde, se dio cuenta de que la piscina estaba completamente vacía. La niña llegó hasta las escaleras y bajó hasta el piso. Paco se quedó en la orilla. La niña levantó la mirada y le dijo sin que moviera los labios, mientras indicaba con uno de sus dedos índice hacia el piso:

_“Aquí estoy. ¡Ayúdame! No quiero que mi mamá piense que la abandoné” –Acto seguido, su figura se desvaneció lentamente-

Paco no recuerda cómo fue su regreso al auto. El todo fue que a la mañana siguiente despertó como de costumbre, saludó a Liliana, hicieron “modorra” un momento y salieron de su mini cargados con lo que habían sacado la noche anterior. Al llegar a la piscina, lo primero que hizo fue mirar el agua: estaba tan llena como el día anterior. Eso lo llevó a pensar que lo de la noche fue nada más que un sueño. Entraron a la casa a colocar todas las cosas en su sitio. Después de bañarse juntos, se dedicaron a preparar el desayuno. Un momento después, ordenaron la loza. Paco dijo:

_¿Qué tal si vamos a caminar por fuera?

_Si, vamos. El encuentro de la pareja con José y su compañera Rosalía fue inesperado, sobre todo, para Liliana. Paco, por el contrario, tenía la esperanza de que se diera. Se hicieron las presentaciones.

_¿Hacia dónde se dirigen? –Preguntó Paco-

_Vamos hacia el pueblo. Y ustedes?

_Simplemente a caminar un poco. ¡Vamos! Los acompañaremos un poco.

_Las damas primero. –Dijo José-

Liliana y Rosalía siguieron adelante. Paco y José unos metros atrás.

_Don Paco, tengo la intuición de que usted quiere comentarme algo. ¿Me equivoco?

_En absoluto. Sin embargo deseo que la conversación sea sin la presencia de mi esposa, pero no puedo dejarla sola en mi casa.

_Entonces, hagamos una cosa. Espere. ¡Señoras!

_¡Digannos!

_Quiero plantearles algo: ¿Qué tal si nos reunimos a las dos de la tarde en nuestra casa a tomarnos un café? –Liliana miró a Paco y éste respondió:

_¡Por supuesto. Muchas gracias!

_¡Por mí, encantada! –Añadió Rosalía-

_Entonces, los esperamos.

_Muy amables. Allá estaremos. –Se despidieron-

Ya en la tarde, en casa de José y Rosalía, esta dijo:

_Liliana, venga a acompañarme a la cocina. Dejemos que estos hombres conversen mientras nosotras preparamos las onces.

_Vamos.

_Cuénteme, don Paco.

_Llámeme Paco, a secas.

_Está bien.

_De casualidad, en la vereda ha ocurrido algo que gire en torno a la muerte de alguna niña? _Bueno, que yo sepa, no… A ver, espere: Lo único que ocurrió hace unos dos o tres años fue la desaparición de una muchachita, la que según dicen, se marchó de la vereda sin despedirse de nadie, ni siquiera de su mamá. Pero no creo que sea algo relacionado con lo que usted me pregunta. Y cuál es la razón de su inquietud?

_Ya le cuento. Pero, antes, dígame quién era la desaparecida y si tenía alguna razón con la finca que acabo de comprar.

_Bueno, la niña… Inés, era su nombre, a veces les ayudaba en los quehaceres de la casa a los dueños de la que ahora es su finca. Más que todo al señor, cuando venía solo, Inés le preparaba la comida. El hombre ya era adulto mayor. Le pagaban muy bien. Lo que se dice es que la muchacha reunió algún dinero y se fue lejos. Ahora, dígame: ¿A qué se debe la pregunta?

_Usted cree en fantasmas?

_Bueno, no puedo asegurar que existan o que no, porque no tengo ninguna experiencia sobre eso, pero en los pueblos si se habla de apariciones, de brujas, duendes y muchas cosas de esas.

_Bueno, ahora si le voy a narrar algo sobre el tema. –Y le contó lo ocurrido con detalles.-

_¡Me deja aterrado! Pero, espere: Lo único que le puedo contar sobre eso es que unas dos o tres veces, cuando me dedicaba a limpiar los alrededores de la piscina, me pareció escuchar que alguien se lanzaba a nadar, pero al mirar, no puedo decir que he visto  a alguien. Yo pensaba que tal vez alguien lanzaba alguna piedra desde fuera, y no me preocupé de ver si en el fondo había alguna.

_Como le conté, anoche tuve un sueño, por llamarlo así, en el que la niña me traía hasta la piscina, la encontraba completamente vacía y me señalaba el piso mientras decía:

_“Aquí estoy. ¡Ayúdame! No quiero que mi mamá piense que la abandoné”

_Y en el caso de Inés, eso exactamente fue lo que pensó.

_Dígame una cosa. Usted sería capaz de vaciar la piscina, mirar si hay indicios de que algunas baldosas fueron cambiadas y, si es así, retirarlas y cavar?

_Si, ¿Por qué no?

Entonces, le encomiendo esa tarea. Si encuentra baldosas un poco diferentes, me llama o me envía un mensaje. Usted tiene mi número. Y si encuentra algo enterrado, por favor no toque nada. Me llama y vamos a la policía.

_Por supuesto.

José inició el trabajo al día siguiente. Después de vaciar la piscina y dejarla secar al sol, efectivamente se notaba un poco diferencia entre unas cuantas baldosas del centro con las del rededor en algo así como unos dos metros. Las del centro eran un poco más brillantes. Después de quitarlas y cavar prudencialmente, José encontró lo que parecía una bata blanca. Dejó allí su tarea y cubrió el fondo con unas baldosas. Cerró con llave la finca y llamó a Paco. Este pidió permiso en su trabajo por dos días. Al llegar a su apartamento, lo primero que hizo fue llamar en voz alta a su esposa:

_¡Liliana!

_¡Hola mi amor! ¿Pasa algo?

_Si. Tengo el nombre del fantasma de la niña de nuestra finca.

_¿Cómo, así? ¡No me asustes! 

_Se llama Inés.

_¡Tan bobo!

_¡Ven! Por favor, regálame un café y te cuento algo que sucedió cuando nos fuimos a dormir a la mini-van. Espero que no te asustes.

_Ya te traigo el café.

_Aquella noche, después de que te durmieras, el viento comenzó a soplar fuerte imitando los aullidos de un lobo. De pronto, los grillos, las cigarras y todos los insectos, se callaron como por arte de magia. Unos leves golpes se dejaron escuchar en la ventana del auto. Levanté la cortina y miré. Allí, parada a unos dos metros de distancia, estaba Inés con su vestido blanco. Al verme en la ventana, me dijo con una voz sin matices y sin que moviera sus labios:

_”¡Ayúdame!” – Mientras me llamaba con su mano.

_¡Ay bobo! ¡Me estás haciendo dar miedo!

_Mi amor, pero fue cierto. Yo me aseguré de que estuvieras dormida y salí. Cosa rara, no sentí miedo. Ella comenzó a caminar y yo la seguí hasta la piscina que estaba completamente vacía; ella descendió por las escaleras hasta el fondo. Me miró y, señalando en el piso, me dijo sin mover los labios: “Aquí estoy. ¡Ayúdame! No quiero que mi mamá piense que la abandoné”. Luego, se desvaneció en el aire. Le recomendé a José que cavara y me llamó para avisarme que la encontró. Mañana viajo para ir a la policía.

_¡Yo quiero ir!

_Mañana llamas a la empresa y pides dos días de permiso.

Después de hacer la exhumación y de darle sepultura, la madre de la niña agradeció a Paco por correr con los gastos y por haber descubierto lo sucedido. La hipótesis más acertada es que el autor del hecho fue el anterior dueño de la finca, pero sólo son conjeturas.

Liliana y Paco se quedaron esa noche en la van. Ya el sueño los estaba envolviendo, cuando unos pequeños toques los despertó. Al igual que la vez anterior, Paco levantó la cortina. Allí, a corta distancia, estaba Inés con un vestido blanco inmaculado mirándolos sonriente, mientras agitaba su mano como despedida, a medida que se tornaba más borrosa hasta desaparecer.

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados