Estoy seguro de que es imposible negar que existen sucesos, situaciones que no tienen explicación posible, pero que se nos presentan. Este es uno de tantos. Si dudas de su realidad, respeto tu posición.

Eran las 11 de la noche. De pronto, se desató una lluvia torrencial. En ese momento, Alex, un adulto viudo, pensionado de una Empresa de insumos, quien vivía solo y que cursaba los 62 años, miraba la televisión. Decidió salir a revisar si todas las ventanas de la casa estaban cerradas. La noche era muy oscura. Miró hacia la calle desde una de ellas.

_“Con esta lluvia, no creo que haya alguien por fuera. O, ¿Me equivoco?”  -Pensó agudizando la mirada-

Y por supuesto que se equivocaba, pues desde la acera de enfrente, una persona con ademanes de mujer, portando un periódico con el que se cubría la cabeza, corrió hasta el alero del colector de su garaje para tratar de escamparse.

Permaneció un momento sin encender las luces y, tratando de no hacer ruido, caminó hasta allí. Miró por el espacio que quedaba entre las dos puertas de corredera. En efecto, era una mujer. Se quedó unos instantes merándola. Sintió compasión. La lluvia era atroz y, al parecer, como en noches anteriores, duraría hasta la madrugada. En ese instante un relámpago le permitió ver el perfil: parecía muy joven. Se la imaginó indefensa, soportando la lluvia y el frío. Siguió mirándola sin saber qué hacer. De pronto, ella giró la cabeza hacia donde él se encontraba. Se asustó como un colegial cogido en falta y se retiró hacia un lado. Esperó unos segundos. Volvió al lugar. Ella todavía estaba mirando hacia donde él se encontraba, aunque le parecía imposible que hubiera descubierto su presencia teniendo en cuenta el lugar en donde se estaba. Al fin, decidió hablarle. No quería asustarla. Con todo el sigilo fue hasta la puerta pequeña del extremo del garaje, corrió el pasador  e introdujo la llave en la cerradura tratando de no hacer ruido.  Empujó la puerta y al instante, la mujer giró y quiso caminar hacia el otro lado.

_¡Espere! –Dijo el hombre-

Ella se quedó quieta.

_Por favor, no se vaya. Está lloviendo muy duro. Y con esa vestimenta puede enfermar de pulmonía. ¡Venga! No tenga miedo.

Ella giró un poco y lo miró un tanto asustada.

_¡Entre!

Ella dudó un instante, dio unos pasos y entró. Alex cerró la puerta con llave y, adelantándose, encendió la luz del garaje. La luz la hizo entrecerrar los ojos.  El continuó encendiendo las luces de la planta baja. Entraron a la sala.

_Voy a prepararle un café caliente para que se reanime un poco. Ah! Pero antes, le traeré una toalla para que se seque el cabello. –Dijo entrando al baño del primer piso, para salir luego con una toalla doblada y limpia.

_Gracias. –Colocó el periódico sobre la mesa-.

Mientras se secaba, él entró a la cocina para llenar la cafetera. En unos instantes, el delicioso aroma del café recién hecho se esparció por la estancia. Luego salió con dos tazas en una bandeja.

_Si tiene hambre, puedo prepararle algo.

_No gracias. Así está bien. –Respondió sentándose  en el extremo posterior de la mesa, y hasta allí le llevó el café-

_¿Cuál es tu nombre? -Preguntó tuteándola-

_Lida.

_Yo soy Alex. Y… cosa extraña… No nos hemos visto antes?

_No lo creo.

 _Tengo la idea de haberte visto. ¿Qué haces a estas horas?

_Por favor no me preguntes nada.

_Está bien.  –Respondió Alex ubicándose en el extremo anterior-

Quedaron en silencio, saboreando su café. Cuando él termino, dijo:

_Bueno… creo que esta noche tendrás que quedarte aquí. –Ella  no contestó-

Arriba hay alcobas vacías y totalmente dispuestas. ¡Ven! –Comenzó a subir y ella lo siguió-

_Creo que ésta es la más apropiada. La mía es esa. –Dijo señalándola- Siéntete como en tu casa. Puedes colocar el seguro. Si lo deseas. Que descanses. – La mujer no contestó. Se metió en la alcoba en silencio-

Alexánder Apagó la luz de la planta baja desde un interruptor al final de las escaleras, y también las del hall. Luego entró en su alcoba, cerró y se dispuso a dormir. Pensaba en el extraño comportamiento de su huésped hasta cerrar sus ojos.

Habrían pasado unas dos horas más o menos, cuando sin saber el motivo, abrió los ojos en medio de la oscuridad. Miró alrededor hasta posarlos sobre la figura que estaba parada al lado de su cama en medio de la penumbra. Sintió un ligero sobresalto. Mas, antes de que pudiera articular palabra alguna, ella dijo:

_¡Tengo frío!

El, por toda respuesta, levantó las mantas y ella se metió debajo de ellas.

Despertó cuando ya era totalmente de día. Se pasó las manos por los ojos y le vino a la memoria aquella mujer. Sin embargo, ella ya no estaba en su cama.  Saltó y entró en el baño para darse un duchazo. Se vistió. Seguramente ella tendría hambre. Debía apurarse para ir a preparar el desayuno. Al salir de su alcoba, miró a la de ella. Tenía la puerta cerrada. No quiso molestarla y se dirigió a la cocina.  Un rato después, llevaba a la mesa lo que había preparado: Café, huevos revueltos, pan y jugo. Dejó su parte en el mismo sitio de la noche anterior, levantó sus taza y llevó la bandeja al otro extremo. Pero, al recoger la taza de ella, se dio cuenta que estaba llena con el café. Que le sirviera la noche anterior.

_¡Qué raro! Juraría que la vi tomándolo a sorbos. O…¿Me equivoqué?

Con todo, dispuso el contenido de la bandeja y recogió el café ya frío.  Enseguida subió a llamar a su huésped. Tocó la puerta una, dos y tres veces, sin obtener respuesta. La llamó por su nombre:

_¡Lida! El desayuno te espera.

Tampoco obtuvo respuesta. Entonces, tomando la manija, trató de abrir para encontrarse con que la puerta estaba asegurada por dentro Volvió a llamar, a golpear, pero nada.

_“Seguramente está profundamente dormida o en el baño” –Pensó- Tendré que averiguarlo.

Fue a su alcoba por las llaves y entró. La cama estaba totalmente arreglada como si nadie hubiera dormido en ella. La puerta del baño estaba abierta y nadie había dentro.

_“Creo que se marchó” -Fue la conclusión- Tendré que desayunar como siempre: solo.

Y bajó al comedor. Desayunó antes de que el alimento se enfríe. Pero, cuando ya estaba a punto de terminar, una idea tan veloz como un rayo se le vino a la cabeza:

_“¡Pero cómo soy de tonto!. ¿Cómo se pudo marchar si todo está con llave?”

Se levantó de la silla y fue hacia la entrada. Todo estaba cerrado, inclusive los dos candados de seguridad. Era imposible salir por otro lado. Ni siquiera el más perito de los ladrones lo hubiera podido hacer. Regresó al interior y revisó cada lugar, para obtener el mismo resultado: No había nadie. Lo último que se le ocurrió pensar fue:

_“¿Sería un sueño?”  

Mas, al mirar en la sala, sobre una de las poltronas, estaba el periódico con el cual la mujer se había cubierto la cabeza. Lo tomó: ya estaba seco. Comenzó a mirarlo Un titular decía:

“Fuerte explosión destruyó gran parte de la empresa XXX” Varios heridos y fallecidos”.

Sintió un duro golpe en el pecho: Esa era la empresa en la cuan había trabajado últimamente. Leyó la noticia completa. Allí aparecían las fotos de los fallecidos con sus nombres y, entre ellas, la foto de Lida Villamarín. Coincidía con la cara de la mujer que, la noche anterior, fuera su huésped y su compañera de cama. Como si hablara consigo mismo, dijo:

_¿Entonces…?

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.