Será posible cumplir una cita aunque uno de los dos haya dejado este plano?

El lujoso automóvil se podría decir que volaba por aquella solitaria y polvorienta carretera, mientras la tarde perdía su color. De pronto Julieth, su hermosa y única ocupante, sintió que el motor perdía potencia. Pisó el acelerador aplicando un poco más de intensidad, pero no mejoró en nada; por el contrario, dio algunos tirones y se apagó. Lo primero que hizo la joven fue llevarse las manos a los lados de la cabeza para luego descargar su pequeño puño derecho sobre el centro del timón. El resultado, como reprochando la acción, el auto lanzó un sonoro pitazo. Nunca pensó que este solo hecho aparentemente tan insignificante, traería a su vida muchas consecuencias.

La zona en donde Julieth sufría aquel percance estaba conformada por extensas fincas ganaderas y de sembradíos, cuyas casas distaban mucho unas de otras. El único sitio común era una escuela de primaria inaugurada a comienzos del año, con sólo primero y segundo cursos y solamente un maestro. Por cierto, esta había quedado atrás sin que ella se hubiera dado cuenta puesto que está situada adentrada a un buen tramo del filo de la carretera.

En el momento de castigar el volante de su automotor, dos aventureros que habían llegado al lugar, departían sentados junto a la calzada fumando un cigarrillo. Al escuchar el sonido del pito, esperaron un momento.

_ ¿Escuchaste eso? –Preguntó uno de ellos-

_ Si. ¿Qué tal si echamos un vistazo? Pueda ser que la suerte nos sonría y pesquemos algo bueno.

_ ¡Vamos!

Los dos malandros comenzaron a caminar hacia el lugar de donde provino el pitazo, con la complicidad de las sombras de la noche que ya se adueñaban del lugar. La bella mujer permanecía dentro del auto. No tenía objeto bajarse puesto que no sabía nada de mecánica. Nada hubiera sacado con levantar la tapa del capot. Además, la oscuridad le producía miedo. Así que decidió quedarse dentro. Era mejor esperar a ver si pasaba algún conductor que pudiera ayudarle. Si no era así, se quedaría allí hasta el amanecer. Al poco rato, le pareció escuchar unos pasos. Trató de agudizar, tanto la vista como el oído. Ahora la oscuridad era total. No podía mirar nada. De pronto, el sonido de los pasos se detuvo.

Los dos hombres alcanzaron a ver el auto entre las sombras. Uno de ellos estiró un brazo hacia el lado, para detener a su compañero.

_Espera! –Dijo en un susurro- Es un auto. Creo que es mejor dar un pequeño rodeo y llegar por detrás.

Se metieron entre los matorrales sin hacer ruido, hasta llegar agazapados. El que parecía mandar la parada, trató de mirar hacia adentro, mas los vidrios estaban empañados. Se agachó hasta llegar gateando hasta el lado del conductor, seguido por el otro. Se incorporó a medias. No alcanzaba a mirar nada. Se volvió a su compañero empujándolo suavemente indicándole que retrocediera.

Se alejaron un poco del auto.

_Mira, parece que no hay nadie. Vamos a comprobarlo. Tú me espera aquí y yo me acercaré con naturalidad.

El hombre empezó a caminar hasta llegar a la puerta del conductor, mientras saludaba en voz alta:

_¡Buenas Noches! –Dijo, sin obtener respuesta- ¿Necesita ayuda?

La mujer, al escuchar la voz de aquel hombre, sintió que la embargaba un miedo terrible. Se le hizo un nudo en la garganta y tratando de evitar ser escuchada, se llevó una mano a la boca. El hombre  insistió impregnando a su voz un matiz de amabilidad:

_ Sólo trato de ayudar. Confíe en mi.  –Dijo, mientras acariciaba un afilado cuchillo en su cinturón.

La joven cayó en la trampa y creyó que podría obtener ayuda. Temblando de miedo, abrió muy despacio la puerta. Y se asomó a mirar.

_Buenas noches. –Repitió Matías- ¿Algún problema?

_Buenas noches… -Contestó ella- Si. El auto se apagó y…

_Tranquila, señorita. Vamos a ver qué pasa. Tenemos que levantar el Capot y mirar. ¿Tiene alguna linterna?

_Si. Ya la saco. –Abrió la “Guantera” y la tomó, encendiéndola. Enseguida tiró de la manija de abrir el capot.

_Tiene que bajarse para que me alumbre, por favor.

_Claro.

Una vez sobre la carretera, el hombre, colocando las manos alrededor de su boca, dijo:

_¡Elías! Acércate, hombre que llegó el pedido! –Fue cuando la mujer se dio cuenta del enorme cuchillo que tenía en su mano. El otro malhechor se acercó- Deme esa linterna para acá!

_¡Huy, pero si está muy querida! ¡Y yo con esta hambre!

La mujer se cubrió la boca para ahogar un gemido.

_ Ahora, mamacita, si no quiere sentir la caricia de este pequeño “limpiauñas” en su estómago, va a entregarnos lo que tenga de dinero y de valor. Después de eso ya veremos cómo nos divertimos.

Mas, al terminar de expresar sus intensiones, inesperadamente sintió un tremendo golpe en la cabeza; las piernas se le doblaron y no supo más. El otro hombre, Elías, abrió los ojos desmesuradamente  mientras el palo le golpeaba la oreja. Cayó junto a su compañero sin alcanzar a pronunciar ni un gemido. Luego, el visitante se dirigió a la aterrada mujer.

_ ¿Se siente bien, señorita?

_ ¿?… Creo… que… si.

_Me alegra mucho. –Dijo y se agachó a recoger la linterna- Ahora, lo primero que vamos a hacer es amarrar a estos dos. ¿Tiene algún lazo o algo que nos pueda servir?

_Habría que buscar en el porta equipajes.

No encontraron nada.

_Por favor alúmbreme mientras les quito los cordones y los zapatos. –Pidió el desconocido-

Luego, comenzó a ponerlos boca abajo y procedió a amarrar sus muñecas con los cordones. Para luego quitarles los respectivos cinturones para asegurarles las canillas. A uno de ellos le quitó los calcetines y procedió a colocárselos respectivamente dentro de la boca.

_Ahora si, miremos el auto. Me imagino que si tendrá alguna herramienta.

_Si, por ahí tengo un juego de llaves. Lo más importante. ¡No se imagina cuánto le agradezco. Usted apareció cuando ya me veía perdida.

_Esperemos que podamos ponerlo en marcha.

El hombre “cacharreó” un momento, quitó una pieza pequeña de un lado del motor, la limpió sobre su pantalón y se la llevó a la boca para soplarla. Luego procedió a colocarla.

_Trate de darle arranque sin acelerar.

Julieth así lo hizo y, para su asombro, el auto prendió. El rostro se le iluminó.

_No se imagina cuánto le agradezco. –Repitió-

_Con todo el gusto.

_Ahora dígame: ¿Qué puedo hacer por usted?

_Bueno, sólo una cosa: mi ayuda todavía no ha terminado. Así que me conformo con que me permita acompañarla hasta un lugar seguro. Y creo que debemos irnos antes de que esos dos despierten y nos metamos en problemas.

_En ese caso, suba! –Arrancaron-

_Y, ¿Cómo va a hacer para devolverse?

_No se preocupe. Puedo hacerlo mañana sábado. Por cierto, mi nombre es John.

_Julieth. Ahora cuénteme: ¿Cómo llegó tan a tiempo?

_En primer lugar, vi cuando el carro pasó frente a la escuela. Vivo allí. Soy profesor. Sé cómo suena el motor cuando está por vararse. Al poco rato, escuché un pitazo corto, pero estruendoso y adiviné lo sucedido. Yo tengo un auto viejo que me ha dado satisfacciones y problemas. Entonces, pensé: ¡Hasta ahí le trajo el río! Comencé a caminar y al llegar, me di cuenta de las intensiones de esos dos hombres. Siempre cargo este bate de baseball. Y, aunque no practico el deporte, me ha sido muy útil.

_ ¿Y qué va a pasar con esos dos malhechores?

_Tendrán que pasar la noche en la carretera. Al amanecer alguien los encontrará y les prestará ayuda.

_ ¿Y no teme que tomen represalias contra usted?

_Creo que no tuvieron la oportunidad de verme en forma clara.

_Es posible que el segundo en recibir el batazo, si.

Llegaron a la ciudad. El insistió en acompañarla hasta su casa y ella ni quiso ni pudo negarse. Por el contrario, fue invitado a seguir y a tomarse una copa de vino, que se convirtió en varias. Cuando se despidió, Julieth le dijo:

_Nuevamente le agradezco mucho lo que hizo por mi. –Y en un sincero impulso, empinó sus tacones y le dio un beso en la boca.

El hombre se sintió desconcertado por unos segundos, mas le pasó el brazo por la espalda y la estrechó correspondiendo a aquel hermoso gesto. Cuando se separaron, él preguntó con un cierto dejo de timidez:

_ ¿Nos volveremos a ver?

_¡Si! Espérame en la escuela el viernes.

_Los viernes, nuestro horario va hasta el medio día. Allá te espero.

Y, después de una eterna espera, llegó el anhelado viernes. Casi al finalizar la tarde, la hermosa Julieth hacía su entrada por el camino de la escuela donde su héroe estaría esperándola. A un lado de la edificación había un auto aparcado.

_ “Ese debe ser su auto” –Se dijo, y hacia allá se dirigió para aparcar el suyo-.

Descendió mirando a los lados. La escuela estaba solitaria. Comenzó a caminar buscando a John. Se acercó hasta la entrada principal y llamó:

_ ¡John!, ¡Hola! –Mas nadie respondió a su llamado-

Rodeó la escuela y encontró una puerta medio entornada y la empujó. Entró con delicadeza. Con seguridad era la vivienda de John. Llamó otra vez. Nada. Su curiosidad femenina la venció y entró en la habitación. Había una cama tendida y en el otro lado, un escritorio. Caminó hasta allí. En eso, unos fuertes brazos la enlazaron. Ella entrecerró los ojos y colocó sus manos sobre las de él. Sintió cómo sus labios le besaban el cuello.

_ ¡No te imaginas la felicidad que me causa tenerte aquí! –Dijo él en un susurro-

Acto seguido suavemente la fue empujando hacia la cama. Ella se dejó guiar. La alcoba quedó en tinieblas.

_ ¡Para mí también es un placer estar contigo. No he dejado de pensarte en toda esta semana!

Fueron horas de intensa ternura y pasión. No supo en qué momento se quedó dormida. Despertó cuando ya la luz del día inundaba la habitación. Giró en la cama para abrazar a su héroe, mas se dio cuenta de que estaba sola. Miró hacia los lados. No había rastros de John. Imaginó que estaría preparando el desayuno y que llegaría en unos minutos para sorprenderla; sin embargo, el tiempo fue pasando y no llegaba. Al fin decidió levantarse. Descubrió una puerta dentro de la habitación.  Se envolvió en la sábana y se dirigió hacia allí. Efectivamente era lo que buscaba: El cuarto de aseo. Se bañó y salió para vestirse. Mientras lo hacía, se preguntaba qué había pasado con su amor.  En ese momento, escuchó a alguien por fuera. Cuando estuvo lista, salió sonriente pensando encontrar a John. Mas la sonrisa se enfrió en sus labios: era una mujer haciendo la limpieza. Al escucharla, levantó la cabeza y la miró interrogante:

_ ¿Quién es usted? –Le preguntó-

_Soy… una amiga de John.

_Pero… ¿No está enterada de lo sucedido al profesor John?

_No sé a qué se refiere.

_ ¡El profesor John murió el lunes pasado!

_¡No puede ser. Anoche estuve con él!

_Eso es imposible. Al profesor lo encontraron muerto el martes por la mañana. Según el inspector, lo apuñalaron la noche anterior. El entierro fue ayer.

Julieth entró en la habitación sollozando, tomó su bolso y corrió hacia su auto. Mil preguntas rondaban por su cabeza, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. ¿Entonces…? No encontró respuesta para ninguna de ellas. Encendió su vehículo y salió de allí.

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.