Para Lukas, un “Donjuán consumado”, manejar por carretera era uno de los pasatiempos favoritos, especialmente si se trataba de vías poco transitadas. Mientras tarareaba la melodía que escuchaba en el radio de su automóvil, disfrutaba muy feliz de la naturaleza que corría a su encuentro. De pronto, el auto se sacudió por el lado derecho delantero. Al mismo tiempo el inconfundible silbido lo hizo adivinar que tenía problemas. El vehículo perdió el control por unos segundos. Alcanzó a orillarlo lo suficiente para no estorbar en caso casi improbable de que pasara otro auto por aquella desierta vía. Se bajó, contempló la rueda desinflada y procedió a cambiarla.

Trabajó por cerca de 20 minutos, más, cosa muy rara, durante todo ese tiempo tuvo la sensación de ser observado. No se equivocaba: Cuando hubo terminado, miró hacia el rededor de aquel paraje. Fue cuando descubrió aquella casa adentrada algo así como a unos diez metros desde el asfalto. Al mirarla, sus ojos fueron atraídos por la estampa de una hermosa chica que lo miraba desde el balcón. Lukas levantó la mano en actitud amistosa, pero la joven no correspondió al saludo. La contempló por algunos minutos y optó por guardar las herramientas y la llanta. Quiso pedirle un poco de agua para lavarse las manos, pero no se atrevió. Se limpió con una bayetilla lo mejor que pudo y se marchó del lugar, no sin echar una última mirada a la bella mujer. 

Durante todo el trayecto, le fue imposible apartar de su mente la imagen de la chica del balcón, tanto que se prometió regresar muy pronto.

Dos días después y sin ningún motivo laboral, almorzó rápidamente, se acicaló, subió a su auto y salió con el único fin de volver a mirar a aquella mujer que se le había metido en  sus pensamientos. Ya fuera de la ciudad, aceleró lo normal, para desacelerar cuando en la distancia descubrió la casa. Al llegar, estacionó su auto. Esta vez iría directo utilizando cualquier pretexto.  Tomó el ramo de flores que había comprado, empujó una de las dos puertas y comenzó a caminar hacia la casa. Unos pasos antes, levantó la vista hacia la ventana y se detuvo. Al instante, percibió el movimiento de la cortina. Entonces, se colocó las manos a los lados de la boca y saludó:

_Buenas tardes. ¿Podría atenderme un minuto, por favor? 

Esperó un momento. Cuando ya creía que nadie abriría, escuchó el sonido de una aldaba al ser quitada. La puerta se abrió y apareció la joven. Lo miró interrogante.

_Buenas tardes  –Repitió- Estas flores son para ti. –Ella las recibió sin agradecer- Deseo conversar unos minutos con tigo si no es problema.

Por toda respuesta, la mujer se hizo a un lado y le hizo un gesto manual invitándolo a seguir. Ante sus ojos estaba una impecable y elegante sala. A un lado, la escalera de acceso a la segunda planta, y al frente de ésta, una puerta de lo que debía ser la cocina. De igual manera le indicó una poltrona sugiriéndole que tomara asiento. Lo hizo así siendo imitado por la joven. No despegó sus labios. Entonces él, dijo:

_Ante todo, quiero presentarme. Me llamo Lukas. -No obtuvo respuesta. Entonces él continuó- No sé si me recuerdes; hace unos días sufrí el pinchazo de una rueda frente a esta casa y te vi en la ventana. Entonces desde ese día se me metió en la mente el deseo de hacer amistad contigo y… aquí estoy.

La mujer no respondió ni media palabra. Continuó mirándolo sin despegar los labios. Esto hizo que Lukas se sintiera un tanto acalorado. Entonces, dijo:

_¿Podrías regalarme un vaso de agua?

La muchacha se levantó y entró en lo que debía ser la cocina. Lukas se quedó cortado, pensativo.

_ “¿Será muda? De todas maneras, parece que si entendió cuando le pedí el vaso de agua”.

El tiempo pasaba y la mujer no aparecía con el agua. Esperó unos minutos más. Al fin, se levantó y dijo:

_¡Oye, qué pena. Parece que no fue buena la idea de visitarte. Disculpa, ya me voy!

Nuevamente se quedó sin respuesta. Entonces, se levantó y caminó hacia la cocina.  Se asomó. Allí no había nadie! Es más, todo lo que había era escombros y ruinas. En el piso estaba caído el ramo de flores.  Dio un paso atrás hacia la sala: El susto que sintió fue macabro. La sala no tenía nada de elegancia. También estaba convertida en ruinas. La escalera estaba incompleta y a punto de venirse abajo. Entonces, Lukas caminó hacia la puerta de salida. Estaba amarrada con una cadena. Se acercó con el terror reflejado en el rostro,  para  tratar de salir. Muy difícil quitar esas cadenas Fue cuando a sus espaldas escuchó una tenebrosa carcajada. El hombre levantó la pierna y lanzó un certero puntapié que hizo desastillar la puerta. Saltó hacia la carretera y se montó en su auto, encerrándose y poniéndolo en marcha a todo lo que el motor podía dar.

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.