EN LA AVENIDA CIUDAD DE QUITO A LAS DOS DE   LA MAÑANA.                   

“Muchas veces, la ayuda llega de alguien totalmente desconocido.”

A pesar de lo temprano de la hora, la calzada estaba llena de curiosos. En el centro, yacía el cuerpo de una joven. Un grupo de agentes de la policía trataba de evitar el exagerado acercamiento de la gente. En ese momento llegó un vehículo oficial del que bajó otro policía con una sábana doblada bajo el brazo. Pidió la colaboración de un compañero para cubrir el cadáver. Acto seguido, procedieron a realizar el correspondiente levantamiento.

Días después de este hecho, más allá de la media noche, un joven caminaba lento, desganado, sin ninguna prisa. Para completar el panorama, caía una tenue lluvia sin que al hombre pareciera importarle en lo más mínimo. Llegó hasta las escaleras del puente; se detuvo como analizando si seguir adelante o subir por ellas. Después de unos segundos, comenzó a subirlas despacio. En su rostro se notaba una profunda tristeza; una expresión, como si ya nada le importara; como si, para él, ya todo hubiera terminado. Caminó hasta el centro del mismo. Colocó sus manos sobre la baranda y miró hacia ambos lados. El puente estaba completamente solo. Luego, se agachó hacia la calzada tratando de calcular la altura. Le pareció suficiente: no había ni un alma. Hecha la comprobación, levantó su pierna izquierda y quedó como si cabalgara sobre la baranda; se dispuso a subir la derecha. Y fue exactamente en ese instante cuando escuchó la femenina voz que le dijo:

_Oye, ¿será que me puedes hacer un favor?

El muchacho se sobresaltó como cogido en falta, y respondió, mientras descruzaba la pierna para quedar de frente a la hermosa joven que lo miraba:

_ ¿Qué deseas?

_Mira… lo que pasa es que… la calle está muy sola y… tengo mucho miedo. Me podrías acompañar hasta llegar a mi casa? No está muy lejos que digamos. ¡Di que si, por favor!

_Por supuesto. Vamos. –Respondió el hombre sin emoción alguna-

_ ¡Gracias! Por allá. –Comenzaron a caminar- Mira, no quiero que pienses que soy alguna aventurera o una buscona.

_En mi caso, me da igual; sin embargo, tu mirada y tu forma de hablar, me hacen pensar que eres sólo una chica decente  muy asustada. Y no voy a preguntarte qué haces a estas horas. No me interesa.

_Hablas como si estuvieras cansado de vivir. Y veo que aún eres joven.

_Creo que no te equivocas. La verdad… no tengo ningún motivo para “disfrutar” la vida.

_Ahora si tengo que decirte que estás rotundamente equivocado. Ni aunque fueras un viejo lleno de enfermedades, sin un peso en el bolsillo, abandonado y sin dónde vivir, tuvieras derecho a pensar de esa manera.

_Con una que otra excepción, la descripción se ajusta perfectamente.

_No lo creo. Tú tienes la vida por delante, estás lleno de salud y si quitas esa cara de amargura, descubriría que eres muy bien parecido. –Con  esas palabras, la joven consiguió arrancarle una sonrisa-

_ ¡Te lo dije! ¡Eres muy guapo! Y con esa sonrisa… ¿Cómo te llamas?

_Adrián

_Yo soy Zaira. Me dio mucho gusto conocerte, Adrián.

_Bueno, reconozco que a mí también, Zaira. Creo que llegaste en un buen momento.

_Me alegro. Mira, mi casa es la penúltima de este lado de la cuadra. La del farolito encima de la puerta. Agradezco mucho tu compañía.

_ ¡Pero aún te queda casi la cuadra entera!  Puedo acompañarte hasta tu puerta.

_No es necesario. De aquí sigo sola. Pero… me gustaría volverte a ver. ¿Nos encontramos mañana? No tan tarde, por supuesto.

_Está bien. ¿Te busco en tu casa?

_No. Mira, si sigues por este lado hasta la esquina y volteas a la izquierda, encuentras un parque muy bonito. Te espero a las ocho de la noche.

_Ojalá que no llueva. De todas maneras, allí estaré.

Cada uno comenzó a caminar en dirección opuesta. Sin embargo, Adrián volvió la mirada hacia la joven, mas, la calle estaba completamente desierta.

_¡Qué raro! Dijo que vivía en la penúltima casa. ¿Cómo pudo caminar tan de prisa? –Torció las comisuras de los labios y abrió los ojos y siguió su camino. Al llegar al puente, nuevamente se detuvo, levantó la vista hacia el centro del mismo y no pudo evitar sentir un estremecimiento. Caminó más rápido. No tuvo ningún percance en el trayecto hasta el apartamento en donde vivía. Entró. Llegó hasta su desordenada alcoba y quiso tenderse sobre la cama, pero un impulso salido de algún lugar de su cerebro, lo obligó a sacudir y ordenar las cobijas. Sintió hambre. Abrió la nevera y descubrió una bolsa de leche. Se la tomó sin descansar. Luego se cepilló los dientes y se acostó sintiendo que el Ave Fénix de su alma, surgía de las cenizas de su vida. Al instante se quedó profundamente dormido.

Cuando despertó, eran las diez de la mañana. Se levantó y caminó normalmente al cuarto de baño. A sus labios llegó desde el subconsciente, el silbido de una canción. Tomó un delicioso baño y, al mirarse en el espejo, recordó las palabras de la chica que conociera la noche anterior:

_ “Si quitas esa cara de amargura, descubriría que eres muy bien parecido”. “Y con esa sonrisa…”

_ “Y si me afeito… me vas a ver mejor”. ¡Bendita tú, ZaIra. No sé cómo lo hiciste ni quién eres, pero cambiaste el curso de mis intenciones y mis pensamientos! –Exclamó en voz alta-

El resto de la mañana lo dedicó a arreglar su vivienda. Luego, ordenó los billetes que le quedaban del último sueldo y la liquidación que le dieran al despedirlo de su trabajo hace ya poco más de un mes.

_ “Esto tiene que alcanzarme hasta que consiga otro trabajo. ¡Porque lo voy a conseguir!”

Salió a almorzar muy optimista. La imagen de Zaira no se apartaba de su mente. Mientras le traían lo ordenado, escribió todas las opciones posibles en las que podía desempeñarse y los correspondientes lugares a donde pudiera llevar la “Hoja de Vida”.

A las ocho p.m. estaba en el parque. Caminó por los andenes buscando con la mirada. Zaira no estaba.

_ “Como la mayoría de las mujeres, llegará un poco después de la hora señalada” –se dijo-

Buscó una banca apartada desde donde pudiera visualizar mejor; al descubrirla, caminó hacia ella. Más tardó en sentarse, que en sentir unas delicadas manos sobre sus hombros.

_ ¡Hola! –El joven casi saltó; mas, antes de volver la mirada, Zaira ya estaba sentándose a su lado mirándolo con la alegría reflejada en su hermoso rostro-

_Pero, ¿cómo apareciste así?

_Ja ja ja ja. Quería sorprenderte. ¡Aha. Y qué guapo estás!

_Eso te lo debo a ti. Anoche llegaste en el momento exacto para hacerme cambiar de forma de pensar. Hoy amanecí muy optimista y voy a hacer todo lo posible para darle a mi vida otro sentido. Gracias, Zaira.

_ Bueno, no creo que haya hecho gran cosa, pero me alegra mucho el escucharte hablar así. ¿Y puedo saber la razón de tu abatimiento?

_ Voy a contarte a grandes rasgos: Tenía un excelente trabajo en una empresa, era el candidato número uno al cargo de subgerente. Con mi novia, que también trabajaba en la misma empresa, habíamos decidido casarnos en tres meses, pero por artimañas de un compañero fui despedido, él ocupó el cargo de subgerente y, para completar, mi novia me terminó y ahora hacen pareja los dos. Cuando me encontraste, estaba a punto de acabar con mi vida.

_Imagino que eso te destrozó, pero nada justifica  realizar lo que dices que pretendías. Te lo aseguro con conocimiento de causa. En resumen: No has perdido nada.

Conversaron sobre algunas cosas sin importancia y, en un momento, Zaira dijo:

_Creo que es hora de despedirnos. No quiero que vayas a correr peligro.

_ ¿Nos volveremos a ver?

_Díme el número de tu teléfono celular. En algún momento yo te llamo y nos ponemos de acuerdo.

_ ¿Seguro?

_Seguro. ¡Ah! Y te deseo mucha suerte.

_ ¿Te acompaño hasta tu casa?

_No te preocupes. Estoy muy cerca.

Se despidieron. Unos pocos pasos más allá, volteó a mirar, pero, al igual que la vez anterior,  ya Zaira no estaba.

Adrián continuó con su empeño de rehacer su vida, tratando de encontrar un empleo. Los días pasaban sin que su nueva amiga lo llamara. Había comenzado a ilusionarse con ella. Varias veces se acercó hasta el parque y al sitio donde ella vivía, sin atreverse a llegar a su casa para no pecar de imprudente. En una de esas ocasiones, al terminar el día, sintiéndose muy desanimado,  comenzó a caminar rumbo a su casa. En el camino, volvió a encontrarse con el puente peatonal. Nuevamente se detuvo unos segundos y empezó a subir las escaleras, siguiendo un impulso desconocido. Al llegar a la parte superior, siguió hasta el centro y se detuvo; al momento descubrió a una mujer caminando muy cerca del otro extremo. Su semblante se iluminó y su corazón comenzó a latir más de prisa: ¡Era Zaira!  Aceleró el paso y cuando ella empezaba a bajar las escaleras, la llamó:

_¡Zaira! –Ella siguió caminando-

Cuando él llegó al inicio del descenso, ella ya no estaba. Buscó con la mirada sin ningún resultado. Su desaliento aumentó y su cabeza se llenaba de interrogantes:

_ “Será que ya se cansó y que no quiere saber más de mí?

Esa noche, cuando ya el reloj marcaba un poco más de las tres, en la casa del farol, aquella joven mujer dormía plácidamente. De pronto, despertó con la sensación de que alguien la observaba. Sin que pudiera evitarlo, sintió que el miedo la embargaba. Miró a los lados. Al descubrir la figura un tanto borrosa, pensó que se desmayaba. Hizo un esfuerzo grande para controlarse. La figura se hizo cada vez más nítida; entonces supo de quién se trataba. Le faltaron fuerzas, aunque pudo decir:

_ !Tú… Falleciste!

Ya en la mañana, el celular timbró con exagerado volumen.

_Hola.

_¿Adrián?

_SI, soy yo. ¿Zaira?

_No. Soy Magda, hermana de Zaira. Tengo algo urgente qué decirte. ¿Puedes venir a mi casa esta tarde? Creo que sabes dónde queda.

_Desde luego.

_¿Te parece a las cuatro?

_Si, perfecto.

_Hasta luego.

_Qué estés muy bien.

Exactamente a la hora acordada, Adrián tocó el timbre y se retiró un tanto mirando el farol. En un momento, la puerta se abrió, y una bella joven preguntó:

_¿Adrián?

_Buenas tardes. Si, soy Adrián.

_Sigue, por favor.

Al llegar a la sala, Magda le ofreció una poltrona. El joven se sentó.

_Mira, Adrián, esta mañana me enteré que tú eres graduado en Contaduría y que estás buscando empleo.

_Si, en efecto. Te lo comentó Zaira, me imagino.

_Bueno… digamos que… si.

_Mira, no te imaginas lo agradecido que estoy con tu hermana. Desde hace unos días, ella se ha convertido en mi ángel guardián, empezando porque, sin conocerme, me salvó la vida. Y ahora, según entiendo, tú tienes alguna oferta de trabajo para mí. Me gustaría saludarla y agradecerle todo. ¿Puedo hablar con ella?

Magda lo miraba extrañada con los ojos exageradamente abiertos.

_Espera, ¿cómo es eso que dices que “hace unos días te salvó la vida”? ¿Cuántos días?

_No más de doce días… La verdad es que estaba tan desesperado, que estuve a punto de suicidarme. Era un poco más de la media noche y me iba a arrojar del puente que queda cerca de aquí sobre la Avenida “Ciudad de Quito”. El puente y la calzada estaban completamente solos y en el momento en que me iba a lanzar, no me pude explicar de dónde apareció ella para pedirme que la acompañara hasta cerca de esta casa. No pude negarme y… aquí estoy.

Las lágrimas y los sollozos en que se soltó Magda fueron incontenibles. Adrián no entendía la razón y la dejó desahogarse. Cuando estuvo más calmada, pudo preguntarle:

_ ¿Por qué lloras?

_Porque lo que me cuentas me hace pensar que de alguna manera Zaira está remediando su actuación evitando que otros cometan lo que ella no pudo evitar.

_No te entiendo.

_Mi hermana se suicidó hace un poco más de un año lanzándose desde ese mismo puente. Anoche se me presentó en un sueño tan real, para pedirme que te ayude. Me dio tu nombre y tu número de celular; ambos se me quedaron grabados en la memoria: además, me contó que el contador de la empresa en que yo trabajo falleció ayer. Hoy lo pude comprobar. Soy la Jefe de Personal.

_ Y… ¿Se puede saber por qué tomó la decisión de suicidarse?

_Estando comprometidos para casarse, su novio terminó su relación.

_Exactamente lo mismo que me ocurrió a mí.

_¿Lo ves? Son demasiadas coincidencias.

_No puedo evitar el sentir que se me eriza la piel al pensar que aquella noche y dos veces más, estuve en la compañía de un fantasma. Es más, la volví a ver en el puente e inclusive, la llamé, pero ella no hizo caso.

_Hace poco yo crucé ese puente y escuché que alguien gritó su nombre y no quise voltear a mirar. Pensé que alguien más me estaba confundiendo. Varias personas nos confundían.

Se quedaron callados cada uno con sus pensamientos. Al fin Magda dijo.

_Volviendo a lo de tu trabajo, sería bueno que el lunes presentes tu hoja de vida. Si lo dijo mi hermana, creo que ese empleo es para ti.

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados