La Casa Vacía 2

Roger, el menor y único soltero de tres hermanos, vivía con su madre en aquel barrio “Las Magnolias”, en Bogotá, ya por un tiempo no inferior a 20 años. Era muy reacio al matrimonio y aseguraba que nunca se casaría. Con ella, lo tenía todo; y si algo le faltaba, le era muy fácil conseguirlo.

Cruzando la esquina, a dos cuadras y media, había una casa de dos pisos y terraza, con un amplio garaje para dos vehículos, y que se lo podría utilizar como un magnífico local, ya que, ésta, estaba ubicada en la calzada comercial. En la ventana, tenía un ya viejo letrero que decía: SE ARRIENDA. Frecuentemente se mudaban a vivir allí algunas familias, montaban su negocio, para luego desocuparla a los pocos días. Pasó el tiempo y no se volvió a ver a alguien interesado en tomarla, aunque el letrero seguía allí.

Corría el mes de mayo del año 2016, y llegó el sábado víspera del día de la madre. Además del hermoso regalo que Roger había comprado para la dueña exclusiva de su corazón, quería obsequiarla con un ramo de flores. Lo colocaría por la noche, cuando ella ya estuviera dormida, en un florero sobre la esquina de la mesa de la sala. Para tal efecto, salió a media tarde a buscarlo. Siguió derecho y cruzó a la segunda esquina y… ¡Oh sorpresa! En el antejardín de la casa en mención, había varios estantes con tal cantidad de flores… para todos los gustos. Encima de la puerta de entrada del garaje, se podía leer: “Floristería Las Magnolias”; y para hacerlo todavía mejor, dedicada a arreglar los estantes, había una hermosa mujer que, sin exageración, hubiera podido ser confundida con una de tantas flores. Hasta allí llegó Roger.

_ ¿En qué lo puedo ayudar? –preguntó ella-.

_ ¡Oh! ¡En tantas cosas!…

_ Entonces dígame la primera.

_Necesito un ramo de flores para mi mamá. ¿Me ayudarías a escogerlo?

_Por supuesto. Y… ¿otro para tu esposa?

_No. ¡Tengo la dicha de no ser casado, sino feliz! ¿Y tú?

_Yo también tengo la dicha de ser feliz…mente casada.

_ ¡Ah! Y yo que estaba deseando cambiar de parecer.

_Jajaja.

_Oye, ¿alquilaste la casa completa?

_Si, así es.

_Me alegra mucho. Hacía tiempo que la veía desocupada. Tienes que regalarme una tarjeta. ¿A qué hora cierras? Es para pedirte que me hagas el favor de guardarme el ramo aquí y pasar cuando mi madre esté dormida.

_A las ocho p.m.

_Listo. Soy Roger.

_Mucho gusto, Roger. Soy Violeta.

_Violeta, eres la flor más hermosa del jardín. A las ocho te llamo.

El día de la madre estuvo genial. Antes del mediodía llegaron los otros hijos a felicitarla y obsequiarla con los regalos.

En la noche del día miércoles siguiente, a eso de las dos de la mañana, el celular de Roger timbró cuatro o cinco veces seguidas, antes de que él, con voz soñolienta, contestara:

_Dígame.

_ ¡Ayúdame, Roger, por favor! –Eran los gritos desesperados de una mujer-

_ ¿Quién habla?

_ ¡Soy Violeta! ¡Por favor, ven inmediatamente! ¡No tardes!

_ ¡Salgo para allá!

Rápidamente se enfundó en un pantalón de lana, tomó sus llaves y salió disparado. Llegó a la floristería y se pegó al timbre, hasta que se iluminó el garaje. La puerta de acceso se abrió y apareció Violeta en levantadora y con los ojos inundados por las lágrimas.

_Sigue, por favor.

_ ¿Qué sucede?

_ ¡Tengo que salir inmediatamente de aquí!

_ ¿Algún problema con tu esposo?

_No. El no está. ¡Perdóname! ¡No tengo a quién acudir y esta casa está embrujada!

No había terminado de pronunciar estas palabras, cuando un grito aterrador de mujer se produjo en el segundo piso, seguido por una macabra carcajada de hombre, que les puso a los dos los pelos de punta:

_ “¡Noooo”!

_ “¡Ja ja jaaa”!

Roger, la tomó del brazo y le dijo:

_ ¿Tienes las llaves?

_ ¡Si, toma!

_ ¡Salgamos!

 Llegaron a la casa de Roger y su madre.

_Ven, siéntate. Voy a prepararte una aromática.

Se escucharon los pasos de alguien bajando las escaleras. Violeta, juntó los hombros, asustada.

_ ¿Qué pasa, hijo? ¿Por qué…?

_Hola, mami. Mira, te presento a Violeta, es la dueña de la nueva floristería.

_ ¿Y por qué está aquí… y vestida de esa manera?

_Ya te lo explico, mamá, y no vayas a dar rienda suelta a tu imaginación.

_ ¡Señora, discúlpeme, por favor! ¡Es una emergencia! – Y se soltó en llanto-.

_ ¡Cálmese, niña! –Dijo al darse cuenta, por su experiencia, que las lágrimas eran reales-.

Roger entró con la aromática.

_Tómate esta agua y verás que el nerviosismo se te pasa. Luego nos cuentas qué fue lo que te paso.

 Una vez terminada el agua aromática, Violeta dijo:

_Bueno, soy casada, mi esposo trabaja como supervisor de ventas, en una empresa que tiene sucursales en todo el país, y tiene que desplazarse a varias ciudades. Así que, generalmente,  estoy sola en casa. Cuando nos mudamos, él estuvo solamente durante la organización y se marchó. Les confieso que nunca he puesto atención ni he creído en fantasmas. Sin embargo, la primera noche, sentí muy claro que alguien caminaba por los pasillos de la casa. Hice cuanto pude para  despertar a mi marido, pero, cuando lo logré, ya no se escuchaba nada.

_ “Son imaginaciones tuyas” –Me dijo y yo no insistí más-.

Al día siguiente, mi esposo alistó su equipaje y nos despedimos. En la noche, cuando él se marchó, estando en la alcoba mirando televisión, escuché muy claramente que se caían unos platos en la cocina. Entonces le bajé el volumen al televisor. En eso, escuché los pasos de alguien que se acercaba apresurado; iba a levantarme a mirar qué sucedía, mas no tuve tiempo. Un hombre furibundo preguntó:

_ “¿Volviste a quebrar más platos? ¡Te voy a enseñar a cuidar más las cosas!”

_ “¡Noo! ¡Por favor! ¡Ayy! ¡No me pegues!” –Gritó una mujer-.

_Entonces fue cuando creí que no era en mi casa, sino en la de la vecina. Con todo, decidí levantarme e ir hasta mi cocina. Todo estaba en perfecto estado. Tampoco se escuchaba nada en la siguiente casa. Recuerdo que hasta dije en voz alta:

_ ¡Por favor! ¡Ese no es motivo para que le pegue! ¡Qué animal! ¡Debería denunciarlo!

 Otra noche, cuando ya estaba acostada y dormida, me desperté al escuchar los sollozos y el llanto de una mujer. Traté de ubicar el sitio de donde provenían. Y pensé:

_ “Sería que ese animal volvió a pegarle”.

Sin embargo, al abrir los ojos, descubrí en medio de la oscuridad de mi cuarto, una mujer en levantadora,  sentada con la cabeza agachada. El susto fue grande. Inmediatamente estiré mi mano para encender la luz. Lo raro fue que ya no había tal mujer llorando. Entonces dudé de si lo que había visto fue producto de mi imaginación. Traté de calmarme y dejé la luz encendida.

_ ¿Y qué fue lo que paso esta noche?

_Estaba ya dormida cuando escuché unos murmullos que, según parecía, venían de la alcoba del fondo; cada vez elevaban más la voz, pero no alcanzaba a entender qué decían; sólo noté que estaban discutiendo.

 En ese momento, él dijo:

_ “¡Ya te voy a mostrar lo…!”

_ “¡No voy a permitir que me sigas golpeando!

_ “Ah, ¿No? Y cómo vas a impedirlo ah?”

_ “¡Con ésto!”

_ “¡Espera! ¡Ten cuidado! ¡Se te puede disparar!”

_El disparo retumbó en toda la casa.  Salí y vi a un hombre que salía de la alcoba trastabillando y con la cara destrozada, bañada en sangre. No aguanté más. Fue cuando te llamé. Tomé las llaves y bajé.

_Debe ser por eso que la casa se arrienda, y a los dos o tres días, la devuelven. –Dijo la anciana-. A usted le tocó ver lo que dicen que sucedió hace bastante tiempo: El hombre era un militar retirado y dicen que maltrataba mucho a su mujer. Siempre se la veía con moretones en la cara. No tenía amigas. El no se lo permitía. Pero una vez, según contó la vecina de la tienda que ya murió, le relató  lo que pasaba; ella le aconsejó defenderse y que lo denuncie a la policía. Parece que al fin se cansó de los golpes, y se apoderó del arma que él guardaba. Con esa le pegó un tiro y lo mató. Luego, llamó a la policía y se entregó. El hecho se tomó como legítima defensa y la dejaron en libertad. Parece que vendió la casa, pero los nuevos dueños nunca vivieron allí. Luego se supo que la viuda del militar también murió.

_Bueno, mami, creo que debemos acomodar a Violeta e irnos a acostar.

_Por supuesto. Tenemos una alcoba disponible. Subamos.

_Les estoy muy agradecida. Mañana llamaré a mi esposo y me iré a donde mi mamá hasta que él venga por nuestras cosas. Ella vive en un pueblo cercano.

 FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos de autor reservados.