Al entrar al despacho de su amigo y confidente Roger, Julián lo encontró muy concentrado en su computador; tanto, que ni siquiera contestó cuando le dijo:
_Hola!
Al no obtener respuesta, se situó a su lado preguntándole:
_ ¿Qué miras? –Aunque la respuesta hubiera sobrado-. ¡Huy, pero qué mujeres tan hermosas!
_No son mujeres. Son muñecas sexuales. Tienen la misma estatura y características físicas de una mujer, pero son androides recubiertos de silicona. Son tan perfectas, que la textura de su piel es exacta a la de una mujer. Pueden entablar una conversación, cantar, bailar, caminar y hasta tener relaciones sexuales tan naturales, como si fueran mujeres de verdad. Las producen en Estados Unidos, Japón, China, Francia y España y se están vendiendo como pan caliente.
_Me imagino el precio.
_Pero un ricachón como tú, podría comprarse unas cuántas.
_No exageres. Con una me conformaría. Ah! Pero, ¿a ellas también les duele la cabeza?
_Jajajaja. Buena pregunta. ¿A tu mujer también?
_¡Hum! Seguido! Bueno, ya te di un vistazo. Te dejo. Hasta mañana.
Camino a casa, comenzó a analizar una idea que se le metió entre ceja y ceja al conversar con su amigo. Ultimamente su vida matrimonial se había convertido en una guerra sin cuartel. Reconocía que Amanda, su esposa, seguía luciendo muy bella y atractiva. Pero el encanto entre los dos se había terminado. A veces se preguntaba si era que había algún hombre que la estaba alejando de él. Lo cierto es que el intenso amor que alguna vez se tuvieron, se había convertido en… bueno, ni siquiera en odio. Mejor dicho, en una total indiferencia combinada con desprecio, así que ya era imposible recuperarlo.
Esa noche se trenzaron en una fuerte discusión. Tan fuerte fue, que hablaron de divorcio.
_Mira, esta es la propuesta de repartición de bienes que realizó mi abogado. –Dijo Julián entregándole unas cuantas hojas, que ella se apresuró a leer-.
_Y tú qué crees, ¿que te encontraste con una pobre tonta? ¿Acaso olvidas que la empresa y todos los bienes fueron conseguidos con la herencia de mis padres? Y por tanto, ¿Que todo es sólo mío? Para que lo vayas sabiendo: Voy a dejarte en la ruina. –Y salió de la habitación; pero al llegar a la puerta, se volvió y dijo:
_¡Ah! Por si has pensado deshacerte de mí, te advierto que hay una persona muy cercana, cuyo trabajo es el de mirarme aunque sea una vez por semana. Si transcurren más de ocho días y no me ha visto, se comunicará conmigo. Si no me encuentra, irá a buscar a la policía. Así que ten mucho cuidado.
_ ¿En tan mal concepto me tienes? ¿Crees que soy un asesino?
_¡Hum!
Al día siguiente, el hombre salió de su casa con el fin de averiguar teléfono y dirección, en Japón, de la empresa o empresas encargadas de la producción de esa clase de muñecas. Cuando los obtuvo, echó un vistazo a la hora: Las 10 a.m. Tendría que realizar la llamada al día siguiente, debido a la diferencia horaria. No hablaba Mandarín, aunque dominaba el Inglés.
Desde ese día, buscó las fotos más recientes de Amanda, en diferentes posiciones: En traje de calle y de baño, de frente, de perfil, de cuerpo entero y, sin que ella se diera cuenta, le tomó una de espaldas, en la que sobresalía su hermoso y largo cabello negro. Reunió todas éstas y las colocó en un sobre junto con una memoria USB en la que había una grabación de la voz de su esposa; además con una carta muy descriptiva. Realizó el envío desde un sector muy distante de su residencia. Esa noche, Amanda le dijo:
_No tiene caso que sigamos compartiendo alcoba. A partir de hoy, dormirás en la de huéspedes. Creo que entre menos contacto tengamos tú y yo, es mejor. Voy a conversar con mi abogado para iniciar lo del divorcio y te aconsejo que hagas lo mismo.
Cuando la mujer llamó a su abogado, la secretaria le comentó que estaba por fuera del país, y prometió devolverle la llamada cuando esté de regreso.
Así pasaron varios días. Sin embargo, Julián, no desaprovechó el tiempo. Buscó a cierta persona que conoció mucho tiempo atrás, y que se encargaba de hacer trabajos turbios. Solamente lo contactó por teléfono. Aquel hombre se comprometió con él, y le dictó un número de cuenta bancaria. Una semana después, en horas de la tarde, el celular de baja gama que había comprado timbró y él respondió:
_Dígame.
_Trabajo realizado según lo acordado.
_Me imagino que desaparecería el cuerpo.
_Por supuesto. No quedó ninguna evidencia.
_Bien. Se consignará a primera hora. –Dicho esto, borró la llamada, le quitó la tarjeta Sim, la lanzó a una caneca de basura, llegó hasta una alcantarilla y se deshizo del celular. Al siguiente día, llamó a la empleada del servicio:
_Mire, Leonilde, como mi esposa le habrá comentado, desde hace unos días había planeado irse de viaje; anoche la llevé al aeropuerto. Estamos planeando radicarnos en otra ciudad y por tanto ya no necesitamos de sus servicios. Voy a darle una muy buena indemnización por su trabajo. Cuando vuelva a necesitarla, la llamaré, si usted tiene a bien.
_Claro que si, don Julián. –Respondió la mujer, con una cara que denotaba que no se había “tragado el cuento”.
A los tres días, un sábado, por cierto, llegó a su casa un enorme paquete.
_¿Dónde lo colocamos? –Preguntó el mensajero-
_Creo que en el estudio; por acá.
Cuando los hombres se fueron, comenzó a desempacarlo lleno de una exagerada impaciencia. Al quedar expuesto el contenido, en medio de un molde de espuma, una mezcla de sentimientos se apoderó de él: admiración, excitación, felicidad y miedo. Parecía una niña de seis años frente a una ansiada barbie. ¡Era idéntica a su esposa! Esta, tenía la apariencia de una joven dormida. A su lado, una caja angosta contenía un repuesto de vestido. En uno de los lados, había un manual de instrucciones. Antes de tomarlo, no pudo evitar el placer de pasarle la mano por la mejilla; mas, al hacerlo, estuvo a punto de mojar sus interiores del susto: La muñeca abrió sus ojos tan rápido, que Julián saltó hacia atrás; lo miró fijamente por unos segundos; acto seguido, distendió los labios en una sonrisa y le dijo:
_Hola, mi amor. –El timbre de voz era idéntico al de su esposa-
_Ho…la… -Respondió un tanto tímido-
_Estoy baja de energía.
_Entiendo.
La tomó en sus brazos y la sentó en la sala junto a un tomacorriente. Buscó en el paquete un cable, tomó el manual y se sentó junto a la que, en adelante, remplazaría a su esposa. Después de leer un poco, lo conectó y le dijo:
_Descansa.
_Gracias, mi amor.
Se quedó un rato a su lado deleitándose acariciando su tez, su cabello tan natural, sus brazos, y muy tímido, como si estuviera frente a una mujer de carne y hueso, acarició sus senos bajo la blusa. Cada vez admiraba más aquella obra maestra.
Leyó el manual con todo el cuidado para aprender su configuración, programación y manejo, por lo menos en forma teórica.
_“Cuando la carga esté completada o sea mañana, continuaré con la parte práctica” –Pensó-.
Ya cansado, se fue a dormir dejando su hermoso juguete cargándose, puesto que la primera vez, sería muy demorada.
El domingo, se levantó temprano. Llegó hasta el estudio para desconectar su juguete. Después de bañarse y desayunar, comenzaría la etapa de programación. Siguió textualmente las indicaciones del manual, ensayando los logros alcanzados. Esa noche, fue su compañera y pareja de cama.
Al día siguiente, en la oficina, comentó con Roger:
_Cómo te parece que Amanda y yo nos separamos.
_¡No me digas!
_Si. Se marchó sin decirme hacia dónde, me dio un número de cuenta para que le consigne periódicamente. Me hizo jurarle que no voy a conversar lo sucedido con ninguna persona. No quiere que se sepa. Tendré que decir que se fue a viajar.
_Hombre, lo siento mucho.
_No lo sientas tanto, porque ya le tengo el remplazo y deseo presentártela. Claro que todo ésto quedará entre los dos. No quiero que ni mi esposa ni nadie, se entere. Será mi compañera mientras Amanda regresa. Bueno… si es que algún día lo hace. Cuándo quieres ir a mi casa?
_Cuando me digas.
_Entonces que sea mañana. Saldremos de aquí un poco más temprano.
Al día siguiente, a media tarde, entraban en la residencia de Julián.
_¡Mi amoor! ¡Ya llegué!
_¡Voy! –Respondió una voz-
Roger esperó de pies. Al momento, se sintió un poco extrañó al ver llegar a Amanda muy sonriente bamboleando su hermoso cuerpo, y dijo para sus adentros:
_“Cómo así? Y Julián no me dijo que se habían separado?”
_Amanda, él es mi amigo Roger.
_Hola, Roger, cómo estás?
_Hola, Amanda; no te acuerdas de mí? –Ella sólo lo miró y respondió:
_No te conozco.
_Jajajaja. –Rió estruendosamente Julián-. Mi amor, qué tal si nos traes un vino? –Pidió a Amanda.
-¡Claro!
_Ven, Roger. Ella es mi “nueva Amanda”. –Y en voz baja- Es una muñeca de silicona, de las que tú mirabas hace unos días en el computador.
_¡No lo puedo creer!
_La mandé construir co las facciones y medidas de Amanda. Esto es lo mejor que han podido inventar. En la cama… –En ese momento, Amanda entró con el vino, se acercó a Roger muy sonriente, luego a Julián, después colocó la bandeja sobre la mesa del comedor, y se sentó con ellos.
Cada vez, Roger se admiraba más y más por la manera cómo aquel androide de mujer sostenía una conversación. Un momento después, dijo:
_Bueno, me voy. Inconcientemente se despidió de Amanda. Esta se puso de pies, se acercó y colocó su mejilla para que Roger la besara.
Julián salía con el doble de Amanda en su coche; paseaban por centros comerciales; se sentaban en el jardín al caer de las tardes; viajaban a playas en donde tomaba fotos para enviar a sus amistades; todo esto, con el único propósito de exhibirse y evitar, así, que alguien se diera cuenta de la desaparición de su esposa real. Para obtener el resultado esperado, dejó de asistir a eventos sociales, reuniones, y eludía el contacto y encuentros directos con conocidos muy cercanos. Sin embargo, alguien los seguía sin que Julián reparara en ello.
Esa noche, Julián y “Amanda” se hallaban protagonizando una ardiente escena íntima, acompañados con la débil luz de la lámpara de la mesa de noche, sin darse cuenta de que una sombra, que parecía ser de mujer, los miraba desde la parte más oscura de la habitación. Cuando cesó la fogosidad por parte de él, la sombra se acercó desplazándose como si estuviera a varios centímetros del piso.
-¡Oh! ¡Eres divina! –Dijo Julián con los ojos entrecerrados, volteándose hacia el filo de la cama. No vio aquella figura; mas, si la hubiera visto, sin duda alguna habría descubierto que sus opacas facciones correspondían a la auténtica Amanda. Esta se quedó unos instantes como si contemplara a su doble. Su cuerpo astral, por decirlo de alguna manera, se levantó en el aire girando hasta tomar la posición de la muñeca de silicona, y se recostó sobre ella; poco a poco fue desapareciendo como si se introdujera.
En la mañana siguiente, cuando el hombre despertó, “Amanda” no estaba acostada como de costumbre junto a él. Se sintió extrañado. Entonces, saltó de la cama, tomó una mañanera y se la colocó, anudando el cordón alrededor de su cintura, y salió. La muñeca estaba sentada ante la mesa del comedor, de espaldas a la entrada.
_¿Qué haces? –Preguntó-
“Amanda” giró la cabeza con las facciones muy serias y la mirada dura. No respondió y volvió a su posición anterior.
_ “Lo que me faltaba, que las muñecas también cambiaran de genio sin más ni más”. Ahora si puedo decir que es idéntica a la verdadera Amanda. Seguramente está baja de energía. –Pensó- Tomó el teléfono y llamó al restaurante de siempre para encargar su desayuno. Encendió el televisor de la sala y se dedicó a buscar noticieros. Sonó el timbre del citófono y se levantó a recibir el pedido. Rato después, estaba arreglado y dispuesto para salir a trabajar, cuando recordó conectar la muñeca. Sin embargo el medidor indicaba que tenía el 75% de la carga. Con todo, la dejó conectada y salió.
Al regresar a su casa, después de trabajar, fue directamente a desconectar a su nuevo amor.
_ ¡Hola! –Saludó bien alegre, desconectándola. El medidor señalaba “Carga completa”-
_Hola. Respondió ella en tono bajo.
_Me da la impresión de que estás comportándote como mi ex.
_ ¿Tú lo crees?
_Estoy seguro. Creo que voy a tener que reprogramarte. –Ella lo miró de una forma tan llena de odio, que lo hizo estremecer. Guardó silencio por unos minutos-.
_Esta noche dormirás aquí en la sala. –Dijo-
_Como digas. –Respondió ella, mientras él la colocaba en estado de reposo con el control de mando-
Pasó a su estudio, puso en regla algunos papeles, encendió el computador, contestó algunos correos y fue directamente a su alcoba. Se metió entre las cobijas y quedó profundamente dormido.
Ya bien entrada la noche, la puerta comenzó a abrirse lentamente. En medio de la oscuridad, una figura entró sin hacer ruido alguno; rodeó la cama y se situó a poca distancia. Contempló a Julián por un momento como si velara su sueño; luego, caminó hacia el lado opuesto: Se sentó, levantó las cobijas y se arropó con ellas. Acto seguido, cerró una de sus manos en el cuello del hombre y empezó a apretar. El, dormido aún, movió su cabeza lentamente; luego con más fuerza. Cuando iba a despertar, la mano que lo aprisionaba bajó hasta su tórax. Julián despertó totalmente; estiró el brazo y encendió la lámpara de su mesa de noche y giró la cabeza. Se sobresaltó al mirar a “Amanda” junto a él.
_ ¿Qué haces aquí? ¡Te había dejado en la sala!
_Quise venir a acompañarte.
_ “Pero si la dejé en estado de reposo” –Pensó-
Ella pareció adivinarle el pensamiento, puesto que le contestó:
_Parece que te equivocaste.
_No. Estoy muy seguro.
_Como siempre te crees infalible, ¿verdad? -Esas eran palabras de su ex esposa. Julián la miró intrigado- Estabas tratando de asfixiarme!
_¿Asfixiarte? ¿Y por qué habría de hacerlo? Sólo te estaba abrazando.
Julián se volteó dándole la espalda y optó por dormirse.
Desde esa mañana en adelante, “Amanda” parecía haber adquirido actitudes de su difunta esposa. La reprogramó dos veces, más su forma de actuar no volvió a ser la de antes. Empleaba palabras, frases y respuestas de ella. En repetidas ocasiones la sorprendió mirándolo con odio. Quiso comprobar si eran figuraciones suyas. Se le acercó sonriente, la besó en la boca, pero el beso le pareció muy frío.
_ ¡Ven! ¡Levántate! –Le dijo, la estrechó y empezó a acariciarla-
La muñeca le enlazó los brazos alrededor del cuello y comenzó a apretarlo más y más, hasta que él se sintió ahogado. Trató de apartarlos, mas todo fue inútil. Lo fue invadiendo un pánico indescriptible. En vano trataba de quitársela de encima. Las piernas empezaron a doblársele. De pronto, una idea llegó a su cabeza: Haciendo un esfuerzo buscó, en uno de los bolsillos de su pantalón, el control de mando. Lo accionó para apagarla como a cualquier aparato eléctrico. Lo primero que ocurrió fue que ella ladeara su cabeza hacia uno de sus hombros; las piernas perdieron su vigor y los dos cayeron al suelo, aunque los brazos seguían aferrados a su cuello. Cuando estaba próximo a perder el conocimiento, uno de ellos se desprendió de él para quedar estirado junto al cuerpo. Julián abrió la boca para llenar sus pulmones. Se levantó con gran trabajo y fue a la cocina por un vaso de agua. Lo tomó a grandes sorbos y lo volvió a llenar. Ya más tranquilo, entró en su estudio y comenzó a analizar la situación, manual en mano. Sin embargo, en la parte de “problemas y soluciones” no encontró nada parecido a lo sucedido. Lo mejor sería irse a descansar.
Al pasar hacia la alcoba, miró el hermoso cuerpo de la muñeca tirado en el suelo. No quiso levantarla. Con miedo, la tomó de una mano y la arrastró hacia el estudio. Volvió a la alcoba y se preparó para acostarse; minutos más tarde estaba dentro de las cobijas pensando qué partido tomar. Decidió llamar, al día siguiente, a la empresa japonesa. También pensó en comentarle a Roger, e invitarlo a su casa. Esto lo tranquilizó y pudo conciliar el sueño, aunque no por mucho tiempo. No sabría decir qué le hizo despertarse. Lo cierto fue que inesperadamente, quedó totalmente consiente; abrió los ojos y miró hacia los lados como buscando la causa, y fue cuando la vio: «Amanda» estaba dentro de la alcoba a unos dos metros de distancia de los pies de su cama, mirándolo.
_ “¡No puede ser! ¡Si la dejé apagada!” –Pensó mientras estiraba el brazo para accionar la lámpara sin dejar de mirarla; mas, cuando la alcoba quedó iluminada, la imagen ya no estaba. El terror lo fue invadiendo. No sabía qué hacer. Miró su reloj: Las tres de la mañana. En Japón serían más o menos las tres de la tarde. Tomó el celular y marcó. El resultado de la conversación fue que tendría que enviar el producto para su revisión.
Se quedó despierto con la luz encendida, casi hasta amanecer, cuando el sueño lo envolvió.
Al llegar a la oficina, lo primero que hizo fue buscar a Roger.
_¿Estás muy ocupado? –Preguntó-.
_Nada que no se pueda aplazar un poco. Te noto muy nervioso. Sucede algo?
_Es “Amanda”, la muñeca. Es algo de lo que no desearía profundizar aquí. Me gustaría mucho que fueras a mi casa esta tarde.
_¡Claro! Sin embargo, quisiera que me adelantaras algo, como para no quedarme con la intriga.
_No sé qué pasa, pero a ratos pienso en cosas ilógicas. Ultimamente le ha dado por comportarse en forma idéntica a mi esposa real. –En pocas palabras le relató lo ocurrido- En este momento la tengo apagada. Después de lo de anoche, no quiero correr el riesgo de ser asesinado o qué se yo! Pero lo mejor, sería que la vieras.
Ya en casa…
_Ponte cómodo. Voy por el manual, un trago y un par de copas. Espérame.
Roger se sentó y estiró los brazos. Fue en ese instante, cuando la voz de la muñeca dijo desde la puerta:
_Hola… Roger.
_¡Amanda! Me había dicho Julián que estabas desconectada… -Ella habló sin mover los labios-
_”Ayúdame, Roger. No puedo descansar en paz. Ve a la policía. Julián me mandó matar”.
Roger quedó petrificado.
Ella salió y casi en ese instante, entró Julián.
_Aquí está el manual. Quiero que me ayudes a… ¿Te pasa algo? ¡Estás pálido!
_No, no es nada. Un poco de dolor de cabeza…
_Tomémonos un trago.
_Creo que me caerá muy bien. –Tomaron-.
_Bueno, vamos a ver la muñeca.
Los dos se levantaron y fueron hacia el estudio. Allí se encontraba ésta tirada en el piso, tal y como Julián la había dejado la noche anterior. Al verla, Roger reparó en que el vestido era el mismo que llevaba el fantasma cuando entró a la sala.
_¿Qué se supone que haremos con el manual?
_Ayudarme a reprogramarla.
_Si quieres mi opinión, te digo que lo mejor que podemos hacer es empacarla como llegó y enviarla a la empresa donde la fabricaron. Tiene total garantía y ellos deben hacerse cargo de todo. No vaya a ser que toquemos algo que la haga perder.
_Creo que tienes toda la razón.
Una vez dispuesta tal y como vino, sellaron la caja y llamaron a la empresa de envíos que la trajo. Al poco rato, llegaron a llevar el gran paquete. Afortunadamente, trabajaban las 24 horas.
_Ahora, cuéntame: ¿Qué has sabido de tu esposa real?
_Nada especial. La última vez que hablamos por teléfono me dijo que enviaría su abogado para que firme la notificación del divorcio, que lo más seguro es que no va a regresar.
_Mira, Julián, somos amigos desde hace mucho tiempo. Me gustaría que me hablaras con la verdad. En realidad, ¿qué pasó con Amanda?
_Creo haberte contado todo. Es que… desconfías de mí?
_No desconfío de ti. Lo que pasa es que todo sucedió tan rápido, que tu historia parece un tanto increíble.
_Pues no veo por qué habría de mentirte.
_Realmente yo tampoco lo veo. Bueno, será mejor que me marche. Me cuentas en que para el asunto.
Esa noche, Roger dormía apaciblemente junto a su esposa, cuando su nombre retumbó en el interior de su cabeza:
_ “Roger”
Quedó despierto en forma instantánea. Al ver la figura sentada en su cama, quiso gritar, pero ella levantó la mano con el dedo índice estirado. Era Amanda.
_ “No tengas miedo” –Dijo sin mover los labios y con una angelical sonrisa-
El pavor que había sentido, desapareció totalmente. La miró.
_ “Te pido que me ayudes. Escucha: Mi cuerpo está enterrado en un lote baldío detrás del cementerio de la vereda “El Encanto”. Julián encargó a “El Cacique”, un sicario, para que me matara. Avisa a la policía y evita que esté viniendo a buscarte. Ayúdame”. –Sin esperar respuesta, la figura desapareció-
No tuvo fuerzas para ir a trabajar. Lo sucedido le daba vueltas y vueltas en la cabeza. Al fin comentó el asunto con su esposa. Al comienzo, ella no le creyó. Pero dada la seguridad de Roger, terminó por hacerlo. Acordaron contarlo a la policía. Ellos decidirían qué hacer.
Más tarde…
_ ¿En qué los podemos servir? –Preguntó el Inspector-
_Señor inspector, verá… Esta mañana recibí una llamada anónima en la que me sugirieron que viniera a comentarle lo siguiente: (Roger relató la totalidad de la conversación con Amanda).
_Vamos a ver qué nos arroja el sistema sobre doña Amanda Boloño:
La pantalla indicó varios nombres iguales con sus respectivas fotografías.
_Usted la conocía?
_Si, claro. Es aquella. –Dijo Roger señalando una de las fotografías.
_Aquí aparece una denuncia de la desaparición de esta mujer. En primer lugar procederemos a buscar a don “Cacique” y realizaremos las diligencias para ir por él. Usted no puede salir de la ciudad. Y no se preocupe que desde estos momentos se encuentra bajo la “Protección de Testigos”. Ah!, tendría que dejarnos el celular para verificar de dónde procedió la llamada.
_No lo tengo conmigo, pero lo entregaré en caso de ser necesario, en otra oportunidad.
Al día siguiente, una patrulla de la policía se presentó en la empresa de Julián y un agente le solicitó que compareciera a Medicina Legal. No pudo negarse. Lo condujeron hasta una dependencia en donde había una camilla y sobre ella, lo que parecía ser un cadáver cubierto por una sábana. El agente levantó la sábana dejándolo al descubierto. Julián No pudo evitar el nerviosismo: Allí estaba Amanda en un avanzado estado de descomposición.
_Tenemos detenido a un tal alias “El Cacique”. El asegura que usted le pagó para que matara a esta mujer. Así que le comunico que queda detenido por la autoría intelectual del asesinato de Amanda Boloño, su esposa.
Esa noche, Roger no podía conciliar el sueño pensando en lo ocurrido. En forma inconsciente, se preguntó:
_ «¿Sería que hice bien?» -De pronto, escuchó con toda claridad una voz femenina que le respondió:
_»Por supuesto que hiciste lo correcto y te agradezco mucho».
Fue cuando descubrió la figura de Amanda que lo miraba sonriente, mientras agitaba suavemente su mano despidiéndose mientras su imagen se desvanecía en el aire.
FIN
Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados