Procesión 3 (1)

En el hermoso pueblo de Santa Vitelina se celebraban las Fiestas Patronales, en su honor. Como ocurre  siempre, llegaron personas de toda clase, de varias de las poblaciones vecinas. No todas venían con el ánimo de distraerse: algunas, para aprovechar cualquier papayazo en diferentes sentidos.  Los escasos hoteles del pueblo no daban abasto, tanto que propietarios de casas hacían su agosto, alquilando alcobas.

Alonso, uno de los visitantes infaltables, acostumbraba reservar con anticipación la “Alcoba  de siempre” en el hotel principal.  Ya era conocido por su dueña a quien le parecía, según sus propias palabras, “tan apuesto, que si tuviera varios años menos… quién sabe hasta dónde hubiera llegado».

 Generalmente, dos días antes del inicio de las fiestas, el hombre ya estaba instalado. En las tardes se daba una vueltecita por la piscina, estudiaba atentamente a las jóvenes bañistas y se acercaba a su elegida como un gato a un canario, haciendo gala de sus dotes de conquistador. En estas artes, era extraordinario. Cautivaba a su presa y se las arreglaba para acordar una cita amorosa en horas de la noche y en las afueras del pueblo. Siempre evadía ser visto en público para, así, aprovecharse de más de una. Era el objetivo de su llegada a ferias y fiestas de poblaciones de la comarca.

 Ya durante la cita, las envolvía con sus juegos eróticos y ellas siempre terminaban accediendo a sus deseos sexuales por las buenas o empleando la fuerza. Lo malo era que cuando esto último ocurría,  las fiestas terminaban dando como desaparecida a alguna de las muchachas, para luego ser encontrada muerta con huellas de maltrato y violación. Alonso llegó a convertirse en un violador muy astuto. Sin embargo, la policía estaba reuniendo algunas coincidencias que había logrado establecer y que le señalaban quién podría ser el sospechoso.

Para esta ocasión, estaba muy atenta. Entre las medidas que había tomado, estaba la de traer de la capital, algunos policías bachilleres que habían entrado a conformar las filas de agentes regulares, a quienes se los había entrenado muy bien y que permanecerían vestidos de civil. También se contaba con una agente, recién ingresada a ese cuerpo armado, hermana de uno de los anteriores agentes. Era muy joven y poseía unos encantos físicos extraordinarios.

 Realmente, no fue difícil lograr que el sospechoso cayera atraído por tan hermosa carnada. En el momento en que trató de propasarse empleando la fuerza, ella se vio en la necesidad de dispararle. Los jóvenes agentes salieron de sus escondites, persiguiendo al violador, pero éste, aunque herido, saltó por la enramada pudiendo llegar hasta el hotel. Sin embargo, se equivocó al pensar que la herida no era grave. Un rato después, perdió el conocimiento para no volver a despertar.

Habían transcurrido dos años y nuevamente la televisión emitía sus  llamativas propagandas de invitación a divertirse en las fiestas patronales de Santa Vitelina. Dos jóvenes televidentes, Karina y Fabián,  decidieron ir  ese fin de semana que, además, tenía lunes festivo, a relajarse un poco disfrutando de aquellas fiestas. Al llegar, encontraron los hoteles a reventar. Sin embargo, en el hotel principal del pueblo, hallaron una oportunidad: El administrador, quien desde que la pareja entrara, no dejaba de mirar y admirar la belleza de Karina, les dijo:

_Bueno, les confieso que hay una alcoba desocupada, pero primero tengo que hablar con usted, caballero. Permítame un momento.

_Por supuesto!–Dijo. Y dirigiéndose a su novia- Mi amor, siéntate un momento en la sala, mientras yo arreglo con el señor administrador. –Ella asintió y se retiró a un diván ubicado a cierta distancia-

_Dígame, señor. ¿Me va a subir el precio, cierto?

_No, no, no! De ninguna manera. Solamente deseo comentarle algo con toda franqueza, para que no se diga que engaño a mis clientes: El caso es que en esa habitación acostumbraba a hospedarse cierto caballero que luego fue dado de baja por la policía. Era un “Don Juan” que en cada fiesta del pueblo y fines de semana, seducía y violaba a cuanta muchacha podía. A muchas de ellas las traía a este hotel, hasta que ocurrió lo que ya le dije. Después de lo ocurrido, en el pueblo le cogieron cierto rechazo a esa alcoba y casi nadie la toma. Dicen que aquí pasan cosas raras. Ya sabe, habladurías de la gente. Por ese motivo generalmente está libre. Es la única. Usted decide.

_Yo no creo ni en fantasmas, apariciones, ni nada de esas tonterías. Para mí, los muertos, muertos están. Con tal de que esté limpia, tengo suficiente. La tomo.

 Después de cancelar el valor correspondiente, se acercó a su novia y le dijo:

_Cariño, ya tenemos habitación. ¡Vamos! –Prefirió no contarle nada. No había para qué preocuparla-.

 El mismo administrador tomó los morrales y subió al segundo piso para hacerles entrega de la habitación. Tan pronto quedaron solos, Karina se dejó caer de espaldas sobre la cama; Fabián se tiró a su lado y comenzaron a besarse llenos de alegría. Se cambiaron con ropa apropiada al clima y salieron a disfrutar. Visitaron la piscina y las casetas de baile.

 Más allá de las diez de la noche, después de asistir como espectadores a la procesión de Santa Vitelina, entraron a su alcoba. Descansaron un rato y luego, Karina dijo:

_Voy a bañarme.

_Ve, mi amor. Cuando termines, entro yo.

 Efectivamente, cuando Karina salió, entró Fabián. La joven se quitó la toalla, se colocó únicamente la blusa y el corto pantalón de su pijama y se metió dentro de las cobijas, esperando que su hombre disfrutara de su baño. Unos minutos después, la luz de la alcoba se apagó, quedando en completa oscuridad. Sin embargo, el golpeteo del agua al caer, se seguía escuchando. La joven se dijo:

_ “Fabian quiere asustarme, pero se va a llevar una sorpresa. Voy a fingir que estoy dormida”.

Unos instantes después, escuchó el arrastrar de las chancletas de su novio, tratando de disimular el ruído de sus pisadas. Ella, se tapó la boca para que él no escuche su risa. Sintió cómo él levantó las cobijas y se introdujo en la cama tocando sus pies con las manos frías. Acto seguido, llegó hasta el resorte del pantalón de la pijama y lentamente lo bajó más allá de  sus rodillas. Casi ya no podía aguantar la risa. Siguieron los besos en sus muslos; ella permaneció impávida a todo tipo de caricias. Luego sintió sus manos avanzando bajo su blusa. Ella creía que no iba a poder continuar con su drama de estar profundamente dormida, aunque seguía intentándolo. En resumidas cuentas se dejó poseer sin compartir con él en lo más mínimo. La risa se cambió por el consiguiente estado de exitación. _Mi amor! Te siento como nunca antes! -Dijo ella-

En el instante en que decidió dejar a un lado su actuación, se percató de que la llave del agua se cerró, escuchó el ruido de la puerta al abrirse y la voz de su novio preguntando:

_¿Con quién hablas y por qué apagaste la luz?

_¡Aaayyy! –Respondió ella con un terrorífico grito-

El muchacho caminó furioso hacia el interruptor, guiado por la luz que salía del baño. Antes de encender la luz, alcanzó a ver perfectamente cómo alguien se movía sobre Karina, dentro de las cobijas. Se dirigió con furia y las levantó hacia un lado dejando al descubierto el desnudo cuerpo de su novia. Esta se incorporó sobre el espaldar de la cama aterrada. Fabián se dio cuenta de su error y exclamó:

_ ¡Perdóname, mi amor! –Y abrazó a la mujer- ¡Hubiera jurado que estabas con alguien!

Ella no cesaba de llorar muy nerviosa.

_¡No entiendes! ¡Si había alguien aquí! ¡Yo creí que eras tú!

_No… no entiendo. Explícamelo!

 Ella trató de tranquilizarse y, poco a poco, le contó lo ocurrido.

_¿Me vas a decir que “alguien” te poseyó?

_¡Si! ¡Así fue y lo sentí perfectamente!

_Te confieso que, al encender la luz, creí ver la figura de un hombre dentro de las cobijas pero, cuando las levanté, no había nadie!

_Desapareció cuando viniste furioso a quitarlas.

En ese instante llegó a la memoria de Fabián, la conversación del administrador. “Dicen que aquí pasan cosas…”

_¡Tenemos que irnos ya! Si nos quedamos, estamos en peligro.

 Con rapidez, tomaron sus pertenencias y bajaron a dormir en su carro.

_Cuando amanezca hablaremos con el administrador.

 FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.