No siempre se acierta en el dicho “Carro antiguo, dueño viejo”. A muchos jóvenes les encanta tener un auto antiguo, por gusto. Otros, porque han tenido la suerte de heredarlo, aunque con él, el gasto que conlleva el mantenimiento y las reparaciones.

Simca 1000

 Cerca de las cinco de la tarde, el celular de Alfonso timbró tres veces seguidas. El hombre se apresuró a tomarlo y contestar:

_Hola, hijo. Casi no alcanzo a responder.

_Hola, papá. Te tengo una sorpresa que te va a encantar. Voy llegando en una perola. Díle a mi madre que te acompañe y salgan los dos a la entrada.

_Ah, hijo. Tú y tus cosas! Te esperamos!

El muchacho, Sebastián era su nombre,  venía feliz manejando su pequeño automóvil clásico. Un poco distante aún, por el lado contrario, venía un camión a gran velocidad. De pronto, el volante del carro de Sebastián le hizo fuerza hacia ese lado, como si una mano invisible quisiera guiarlo. Trató de oponer resistencia sin conseguirlo. Cuando estaba próximo a invadir el carril, tomó la decisión de apagarlo, y eso fue lo que hizo. El carro se detuvo exactamente en el momento en que el camión casi lo rozaba.

Esperó hasta que pudo controlarse  y se bajó a examinar las llantas: todas estaban muy bien. Giró la dirección hacia ambos lados. Todo perfecto. Entonces? Afortunadamente estaba cerca de su casa. Puso nuevamente el auto en marcha y siguió.

Los dos viejos todavía se conservaban jóvenes, valga la paradoja, y llenos de vida. Juntos esperaron en la puerta, la llegada de su hijo en quien sabe qué tartala. De pronto, en la esquina más cercana, dobló un hermoso Simca y comenzó a pitar. Era Sebastián en su nueva adquisición automovilística. Estacionó junto al andén de la casa y se apeó con una sonrisa de oreja a oreja. El par de viejos, se quedaron mudos.

-Hola, mami, hola papi. Como les parece mi nave?

_Primero díme:  ¿De qué museo la sacaste? –Dijo el viejo-.

_Ja ja ja ja. No es hermoso?

_Bueno, hermoso si está. Pero éste no fue el primer carro del rey de España?

_Ja ja ja. Casi! Es modelo 72.

_Pero hijo,  a 2018, ¿cuántos años lleva encima?-Añadió Martina-

_46, mamá. Les gustaría dar una vuelta? –Y antes de que contestaran- Pues vámonos!

 Les abrió las puertas del copiloto y la trasera. Alfonso se metió en la parte de atrás, para cederle el puesto delantero a Martina, su vieja.

_¡Pero qué frío tan extraño el que se siente aquí! –Dijo la mujer.

  Sebastián cerró la puerta de la casa y subió a su vehículo, para ponerlo en marcha y arrancó sin complicaciones. Pasearon un poco, los invitó a comer, y regresaron.

_Bueno, hijo, no me queda más que felicitarte y desearte suerte.

_Gracias papá. Como ven es un clásico y está en perfectas condiciones.

_Yo te deseo lo mismo, hijo y cero dolores de cabeza.

_Gracias, mamá, aunque les cuento que no hemos cerrado el negocio. Sin embargo, por aquello del pico y placa, creo que lo voy a comprar, ya que quedaría con placas par e impar.

_Hijo, piénsalo muy bien. Por muy cuidado que esté, muchas veces tendrás problemas. Y si eso sucede, empezarás a llegar tarde a tu trabajo.

Los mayores entraron y Sebastián se quedó para aparcar el automóvil en el garaje, junto al otro vehículo de su propiedad. Mas, en el espejo retrovisor, apareció el reflejo de un hombre de sombrero sentado en la banca trasera. Inmediatamente giró la cabeza: La imagen tardó unos pocos segundos antes de desaparecer.  Se quedó pensativo por unos instantes, tomó aire para sosegar su corazón que latía acelerado. Luego estacionó su carro, salió de él de prisa y subió a despedirse de sus padres para irse a su alcoba.

Ya muy entrada la noche, fue despertado por el característico sonido del motor del Simca al encenderse.

_“Seguro mi papá no se aguantó las ganas de prenderlo”. –Pensó, y se levantó a mirar-

Mas, inmediatamente, al momento de abrir la puerta que da al garaje, el ruido del motor cesó. Las luces de las lámparas de la calle, alcanzaban a filtrarse por las tejas plásticas. Sebastián miró hacia el interior del carro, en donde descubrió perfectamente a dos hombres sentados en la banca delantera: Al volante, estaba un viejo de unos 80 años y a su lado, otro menos viejo. Los dos usaban vestido negro, corbata y sombrero y lo miraban en forma descuidada. Lo primero que el joven pensó, fue:

 _ “Son ladrones”. Tomó aire y llamó:

_¡Papá!

Alfonso se calzó las chancletas y bajó lo más ligero que le permitían sus piernas. Al llegar, preguntó:

_¿Qué pasa?

Sebastián  señaló dentro del coche. Los ojos de su padre miraron hacia el interior, alcanzando a distinguir las ya borrosas imágenes de los dos hombres que se fueron borrando poco a poco. El hijo y el padre se miraron.

_¡Fantasmas! –Dijo- Mañana debes devolver ese carro, aunque tengas que pagar las arras. Te imaginas cuántos dueños tendría en 47 años? ¿Y cuántos de ellos habrán muerto? No olvides que la energía de las personas queda en lo que tuvieron en vida, sobre todo si fueron de aquellas que se aferran a cada cosa que tienen.

_Mañana iré a devolverlo. Gracias, papá.

 FIN

 Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.