Casa de muñecas 2

Eric llegó al apartamento cuando la noche ya caía. En la expresión de su rostro, se podía adivinar que traía una noticia muy positiva.

_¡Holas mis amores! –Saludó a su esposa Matilda con un beso, y levantó en brazos a su hija Ada, de escasos siete años.

_Hola, mi amor… Y, ¿a qué se debe esa desbordante alegría? –Preguntó la mujer-

_Me gustaría que vieras en internet algo que te va a encantar.

_Te advierto que la cena está lista.

_No nos demoraremos mucho. Enciende el televisor.

Unos minutos después, le enseñaba las imágenes de una encantadora casa con antejardín y un extenso patio con zona verde en la parte trasera. Todas las dependencias eran muy espaciosas y bien distribuidas; pero lo que más encantaba era el precio. Todo se ajustaba a sus necesidades.

_ ¡Ah! Te cuento que ya llamé a la inmobiliaria y tenemos una cita para verla mañana. También hablé con “Recursos Humanos” para gestionar lo del préstamo, ya sea para ésta o para otra.

 Al día siguiente, la familia pulsaba el timbre de la reja. Un elegante hombre abrió la puerta interior, les obsequió una gran sonrisa, y se presentó como el agente de la inmobiliaria. Los invitó a seguir y comenzó a enseñarles la hermosa casa en sus dos plantas. La puerta que daba al patio estaba abierta y la curiosa Ada, salió a inspeccionar el lugar. Tanto sus hermosos ojos negros, como su boca, se abrieron al descubrir al fondo de la zona verde, una hermosa casa de muñecas. Corrió hasta allá, miró por las ventanas hacia su interior. La casa, conformada por una sala, una alcoba y la cocina, estaba amoblada. Encima de la pequeña cama estaba recostada una hermosa muñeca. Ada se acercó a la puerta, la empujó y entró. Paseó por su interior, miró la muñeca y estuvo tentada de cogerla, pero se abstuvo de hacerlo. Salió y se dirigió al interior en busca de sus padres. Estos bajaban a la primera planta con el fin de mirar el patio.

_ ¡Mamá, ven! –Dijo Ada tomando de la mano a su madre-. ¡Hay una casa de muñecas!

_Ah! Es cierto. –Añadió el agente- Lastimosamente no tengo la llave de su puerta. Pero podemos mirarla desde las ventanas. ¡Vamos!

_Está abierta. Yo ya entré. Allí hay una muñeca.

El agente no prestó atención al comentario de la niña; trató de abrirla ensayando las llaves que correspondían a la casa,  mas la puerta estaba cerrada.

_No. Está con llave. –Dijo-

_No importa. La conoceremos cuando se haga la transacción.

Unos días después, se llevó a cabo la firma de las escrituras. Al día siguiente, se hizo la entrega con inventario incluido. Sin embargo, volvió a presentarse el problema de la llave de la casa de muñecas. No estaba incluida entre las correspondientes a las casa. El agente se disculpó asegurando que, si no la conseguía, traería un cerrajero para que cambie la cerradura. La familia se quedó allí a  esperar el trasteo que ya venía en camino.

 _Mira, mi amor –dijo Matilda a su hija Ada- Lo primero que acondicionaremos va a ser tu alcoba para que puedas quedarte ahí, jugando. Puedes ayudarnos a organizar algunas de tus cosas.

 _Gracias, mami.

 Una hora después, ya se encontraba feliz con sus juguetes. De pronto, desde la ventana, vio una niña cerca a la casa de muñecas. Esta, levantó la mirada hacia ella y la llamó:

_Hola! ¿Quieres jugar conmigo?

_Desde luego. Ya voy. –Salió hacia el patio-.

Al llegar, dijo:

_Soy Ada. Y tú, ¿cómo te llamas?

_Valentina. ¡Ven, vamos a mi casa de muñecas!

_Está cerrada.

_No, está abierta, mira. –Dijo Valentina mientras empujaba la puerta-. Yo viví aquí en la casa grande y, a veces, vengo a jugar con mi muñeca. Se llama Paula. Quieres jugar con ella?

_Si, gracias! –Respondió Ada-

_Pero cuando terminemos de jugar, debemos dejarla en su casa siempre. A mamá no le gusta que saque mis juguetes de aquí.

_Está bien.

 Eric y Matilda, convencidos de que su hija estaba jugando en su alcoba, continuaron colocando lo más importante en su sitio. Pero, ya un poco después del mediodía, decidieron hacer un alto para salir a almorzar. Matilda fue por su hija a su alcoba.

_Ada? Ven, mi amor que nos vamos a almor… -No terminó la palabra. Abrió la puerta y se dio cuenta de que su hija no estaba allí-.

Miró hacia el patio asustada; mas, para su tranquilidad, pudo verla dentro de la casa de muñecas, como si hablara con alguien.

_ “¿Cómo hizo para entrar? Se supone que no están las llaves.” –Se preguntó-

Bajó inmediatamente. Al acercarse, la escuchó hablar tan naturalmente, como si lo hiciera con alguien.

_Ada. ¿Cómo  te las arreglaste para entrar?

_Estoy aquí con Valentina. Ella me hizo entrar. Es la dueña de la casa y de lo que hay dentro. Dice que ella vivió aquí en la casa grande.

_Y, ¿en dónde está Valentina que no la veo?

_Está aquí conmigo.

_Bueno, pero debemos irnos a almorzar. Despídete de Valentina. –Dijo siguiéndole la corriente, pensando que se trataba de una amiga imaginaria.

Después de almorzar, descansaron un rato y volvieron a su tarea.

_Hija, ve a jugar a tu alcoba mientras tu papá y yo, seguimos arreglando la casa.

_Pero yo quiero llevar la muñeca de Valentina. Me acompañas a sacarla?

_Claro. Vamos!

 Esa noche, Matilda y Eric, arropaban y daban el “beso de las buenas noches” a su hija. Esta, se durmió con Paula, la muñeca.

 Ya muy avanzada la noche, Ada se despertó al sentir que alguien trataba de quitarle la muñeca por la fuerza. La niña abrió los ojos; se asustó mucho al descubrir a Valentina mirándola con rabia.

_Esta es mi muñeca! Te dije que no debes sacarla de su casa! –Se la quitó  de un tirón-. ¡No vuelvas a cogerla! -La miró de tal manera que parecía que de sus ojos brotaban chispas-.

Ada lanzó un grito aterrador. Al escucharla, sus padres se levantaron a toda prisa. Ni siquiera encendieron la luz. Matilda fue la primera en alcanzar la puerta. Al dirigirse hacia la alcoba de su hija, vio entre las sombras de la noche cómo una figura no muy definida, de un color blanco, salía de allí. No se podría decir que caminaba; mejor, se deslizaba sobre el piso muy rápido, para perderse en las escaleras que daban al primer piso. Al entrar, su hija estaba llorando aterrada. Se lanzó a abrazarla. Su padre que ya estaba allí, se sentó por el otro lado de la cama para contentarla.

_ ¿Qué sucedió, mi niña? –Preguntó su madre-

_Cuando estaba dormida, Valentina vino a quitarme su muñeca muy brava. Me dijo que no la volviera a coger, que era de ella.

_¡Mi amor, seguramente tuviste una pesadilla! –Dijo su padre-

_ ¡No fue una pesadilla! ¡Mira, la muñeca no está! ¡Se la llevó!

Matilda miró por todos lados: No estaba la muñeca.

_Ven, mi amor. Vamos a dormir juntos los tres. Mañana te compraré una  mucho más linda.

 La llevaron a su alcoba; entre los dos, la consintieron para que se durmiera.

_Oye, mi amor, -dijo Eric en voz baja.- Yo creo que la muñeca esa se quedó en su casa y Ada se imaginó que la tenía con ella.

_No. Yo misma la acompañé a traerla para que se durmiera con ella. Lo más raro es… que… Bueno, no sé cómo decírtelo!

_Pues dilo como sea, pero dilo bajito.

_Cuando salí de esta alcoba, pude ver entre las sombras, una figurilla pequeña vestida de blanco, que corrió hacia las escaleras.

_ ¿Estás segura?

_Totalmente. Además, ¿recuerdas que cuando llegamos, el agente de la inmobiliaria no encontró la llave de la casa de muñecas?

_Desde luego. Así fue.

Bueno, pues cuando tú propusiste que fuéramos a almorzar, Ada estaba feliz de la vida jugando dentro de esa casa. Al preguntarle cómo había entrado, me respondió: “Valentina abrió la puerta y me invitó a jugar con su muñeca». Añadió que la mencionada niña vivió aquí en esta casa. Yo lo tomé como algo debido a su imaginación. Pero entonces, ¿cómo entró?  Nosotros comprobamos que la puerta estaba cerrada. Me gustaría comprobar si la dichosa casa está abierta o cerrada.

_Pues lo haremos mañana a primera hora. Lo mejor será tratar de dormir.

En efecto, en la mañana siguiente, los dos bajaron a la zona verde trasera. La puerta estaba cerrada con llave. Y, para aumentar su desconcierto, por una de las ventanas descubrieron a la muñeca acostada en su cama. La pareja se miró uno a otro sin saber qué decir.

_¿Cómo regresó la muñeca hasta aquí? –Preguntó Matilda-

_No podría decírtelo. –Respondió Eric-

Regresaron a la casa grande en silencio.

 Poco después, Eric salió a trabajar. Matilda  sirvió el desayuno a su hija y luego se dispuso a alistarse para ir al que sería el nuevo colegio de su niña. En ese momento el ruido del timbre hizo que a la mujer se le encogiera la espalda y lanzara un apagado grito. Tomó el citófono. Era el agente quien venía a entregarle la llave de la casa de muñecas. Hubo que hacerlo seguir para que comprobara el funcionamiento de la misma. Luego, se marchó, dejando a la mujer con una cantidad de preguntas que él no supo responder: ¿Quién era Valentina? ¿Era cierto que vivió allí? Y, ¿en dónde vivía ahora? Y por último, la pregunta que más la atormentaba: ¡Era… real? O…

 Sintió un escalofrío recorrerle todo su cuerpo. Volteó a mirar a su hija y dijo:

_ ¡Vamos! –Las dos salieron-.

Después de reservar el cupo en el colegio, se dirigieron a comprar la prometida muñeca. Escogieron una muy hermosa y del tamaño de la que encontraron en la casa de muñecas. Ada, llena de felicidad, miró a su madre, se le abrazó y le dijo:

_¡Gracias, mami. Te quiero mucho!

_Este regalo te lo mereces por ser una niña tan buena. Yo también te quiero mucho, mi vida.

 Madre e hija regresaron un poco antes del mediodía. Mientras la madre se dio a la tarea de preparar el almuerzo, la niña se metió en su alcoba a jugar con su nueva muñeca.

_Voy a buscar un nombre muy bonito para ti. –Le decía-

Esa noche durmió muy tranquila, sin nada que interrumpiera su sueño. Al día siguiente, tendría que asistir a su nuevo colegio. Fue presentada al grupo, y ubicada al lado de una niña muy juiciosa, quien la recibió con una hermosa sonrisa. En el descanso, y al momento de comer sus onces, se situaron juntas y hasta ellas llegaron otras niñas. Una de ellas, le preguntó:

_En dónde vives?

Ada le dio las indicaciones.

_Entonces vives en la casa en donde vivía Valentina?

_Si. Valentina me dijo que ella vivió allí. En la parte de atrás, hay una casa de muñecas que era de Valentina. Ella me invitó a jugar allí y me prestó su muñeca.

_Estuviste hablando con Valentina?

_Si, así fue.

_Eso no es posible.

_¿Por qué no es posible?

En ese momento se acercó la profesora directora de curso, y les dijo:

_Me encanta que hayan integrado con ustedes a Ada. Tendrán que prestarle sus cuadernos para que ella se ponga al día. Ah! Cuando terminen de comer, por favor recojan los desperdicios y los colocan en las canecas para la basura. Y apresúrense que ya casi suena el timbre.

Las niñas se dedicaron a terminar sus onces. Hasta allí llegó la conversación que habían comenzado.

El bus del colegio se detuvo frente a su nueva casa.

_Hola, mami!

_Hola, mi amor. Cómo te fue en tu primer día?

_Bien. Ya tengo amigas.

_Qué bueno, mi vida. Ahora, ve y te lavas las manos que vamos a almorzar.

Matilda le sirvió el almuerzo y charlaron sobre las nuevas amigas. Cuando hubo terminado, preguntó a su mamá:

_Mami, puedo ir a mi alcoba a jugar un rato con mi muñeca? Te prometo que luego me dedicaré a  realizar mis deberes escolares.

_Claro hija. Ve.

Subió. El problema fue que no la encontró. Sin saber el “por qué”, pensó que podría estar en la casa de muñecas; así que se dirigió hasta allí. Empujó la puerta y entró. Buscó por todo lado, pero no pudo encontrarla. Sólo estaba la muñeca de Valentina en su lugar de siempre. En ese momento, escuchó la voz de Valentina que le preguntaba:

_ ¿Qué haces?

Giró inmediatamente hacia la entrada. Allí estaba ella.

_Estoy buscando la muñeca que me compró mi mamá.

_Esa muñeca no está aquí. No la vas a encontrar en ninguna parte. Y no te voy a prestar la mía. Como castigo por haberla llevado a tu alcoba, te voy a dejar aquí encerrada.

Dicho esto, la puerta se cerró de golpe. Valentina soltó una risa muy fuerte y poco a poco se  fue tornando borrosa hasta desaparecer. Ada gritó con todas sus fuerzas llamando a su madre y golpeando la puerta. Sin embargo, ella no la escuchó. Un largo rato después, llegó su padre. Antes de  entrar a su estudio, creyó oír el llanto de su hija. Dejó su maletín en el piso y corrió hacia el patio. Llegó hasta la casa de muñecas. Era su hija quien gritaba. Trató de abrir la puerta, sin ningún resultado: estaba con llave. Buscó algo con qué romper la puerta o una ventana. Encontró un ladrillo y con él, destrozó una de ellas.

_ ¡Ven, mi vida! -Le dijo estirándole los brazos y sacándola de allí-. Ya estás con papá. Ahora cuéntame: ¿Cómo fue que te quedaste encerrada?

_ ¡Fue Valentina. Ella me encerró!

_A ver, mi amor. ¿Quién es Valentina? –Ada le relató todo lo ocurrido hasta ese momento-.

Entraron a la alcoba matrimonial. Allí estaba Matilda. Al ver a su hija llorando, se acercó asustada.

_¿Qué paso? –Preguntó-.

Eric la puso al tanto y le reclamó:

_¡Mi amor, cómo es que no estuviste pendiente de nuestra hija!

_Ella me pidió que la dejara jugar en su alcoba con su nueva muñeca. Creí que estaría allí.

_No encontré mi muñeca. -Dijo la niña-. Fui a buscarla a la casa de Valentina y ella me dijo que no la voy a encontrar nunca y me encerró.

_No te preocupes, mi amor. Ya estás con papi y mami. Más tarde buscaremos la muñeca. Ahora, juntas vamos a hacer los deberes escolares.

Al terminar, se dedicaron los tres a buscar la muñeca. No la encontraron en ningún lado.

Esa noche, a la hora de acostar a Ada, ésta no quiso quedarse sin su muñeca. Su madre le propuso:

_ ¿Y qué tal si duermes con tu osito de peluche? Ven, vamos a buscarlo en la caja de tus juguetes. Debe estar triste porque hace días que no duermes con él.

Fue la única manera de hacer que se durmiera. Una vez solos, Matilda y Eric tocaron el tema sobre lo ocurrido.

_Estoy preocupado. La tal valentina parece que no va a dejar tranquila a nuestra pequeña.

_Pero, ¿quién crees que es Valentina? Ada la nombra tan segura, que parece que fuera una niña real que vive en esta casa. Además, ¿qué me dices de la pérdida de la muñeca? Ada, claramente nos dijo que valentina le advirtió que no iba a encontrar la muñeca, y así fue. Será que estamos tratando con algún fantasma, duende o algo así?

_Mira, si hace tan solo unos días alguien me hubiera tocado ese tema, me hubiera reído. Pero ahora… no lo sé.

_Te cuento que me da hasta miedo dejar a la pequeña durmiendo sola.

_Tienes razón. Traigámosla a dormir con nosotros.

 Así lo hicieron. Afortunadamente la cama matrimonial era lo bastante amplia, así que se dispusieron a dormir muy tranquilos. Sin embargo, no habría tal tranquilidad. Después de la media noche, sin saber la causa, Matilda quedó totalmente despierta. Tenía la sensación de ser observada por algo o por alguien. Miró con temor hacia los lados hasta que descubrió una pequeña figura blanca en una de las esquinas de la alcoba. Quedó petrificada por el miedo. No cabía duda de que era una niña. De una de sus manos, colgaba una muñeca. Se acercó un poco sin asentar los pies en el piso. Alcanzó a verle los ojos de mirada fría y furiosa. Matilda, como pudo, tocó con uno de sus pies, a su esposo. Este se despertó dándose cuenta de la situación. En ese momento se escuchó la macabra voz de la niña que les decía:

_ “¡Váyanse de aquí! ¡Esta es mi casa!”

Los miró uno a uno. Luego, su imagen se fue borrando. Tan pronto como se hubo marchado, Eric pudo reaccionar y encendió la luz de su lámpara de noche. Se miraron sin decir una palabra. A los dos les faltaba el aire.

_No podemos seguir aquí. Tenemos que irnos. Ahora comprendo la razón del precio. –Dijo Eric-

_Sin embargo, no podemos venderla así y hacer que llegue otra familia y sufra lo mismo.

_Entonces, ¿qué hacemos?

_Estoy de acuerdo con venderla. Pero antes debemos contratar a unas de esas personas que hacen exorcismos, limpiezas…

_Es una buena idea. Además, creo que el peligro se encierra en la casa de muñecas. Hay que quemarla.

_Eso que lo decidan quienes vengan a ayudarnos.

_Cierto.

Ese mismo día, Matilda se dedicó a buscar en el directorio a alguien versado en asuntos paranormales que pudiera ayudarlos. Mientras tanto, en el colegio, una de las compañeras de Ada se acercó diciéndole:

_Puedo hacerte una pregunta?

_Claro, dime.

_Cuando te pregunté en dónde vivías, por qué nos dijiste que habías hablado con Valentina?

_Porque así fue.

_No pudiste haber hecho eso.

_ ¿Por qué?

_Porque Valentina está muerta.

_¡No te creo. Yo si hablé con ella!

_Puedes preguntarle a cualquiera de los estudiantes. Ella estudiaba con nosotros hasta que murió.

 Ada se quedó en silencio.

Esa tarde, al llegar a casa, la niña relató a su madre la charla sostenida con su compañera. Matilda le sirvió el almuerzo y, al terminar, le pidió que se quedara en su alcoba. Luego, salió. Se dirigió a la casa del lado y llamó a la puerta.

_Buenas tardes. Mucho gusto. Algunas veces nos hemos cruzado. Soy Matilda, la propietaria de la casa del lado.

_ El gusto es mío. Mi nombre es Virginia. Puedo ayudarla en algo?

_Si. Quisiera que me hable de los antiguos propietarios. Lo que pasa es que en el colegio las compañeras de mi niña le han contado cierta historia sobre la hija de ellos.

_Bueno, es poco lo que sé. Tengo entendido que su hija, Valentina, murió de Leucemia.  El suceso les causó una tristeza muy profunda. Así que decidieron vender e irse a vivir a otra ciudad. Es lo único que puedo decirle. Ellos no eran muy amigables que digamos.

_Eso es suficiente. Quería comprobar que aquí vivió una niña llamada Valentina y que había fallecido. Muchas gracias. Hasta luego.

El hecho fue corroborado, cuando el grupo de personas con el que habían conversado en busca de ayuda, llegó a su casa.  Ellos realizaron una sesión en la casa. Al terminar, el director les comentó:

_En esta casa habita una niña que ya falleció y que no quiere marcharse de aquí. Lo que la retiene es la casa de muñecas que le mandaron construir sus padres, y ahora, su hija. Sin embargo, para ella, ustedes son unos intrusos. Por mi parte, trataré de convencerla para que  siga su camino hacia la luz. Ayudaría mucho, para lograr el objetivo, deshacerse de la casita y de lo que en ella se encuentra. Además, ustedes deben marcharse a otro lugar, aunque sea por un tiempo prudencial. Sin su hija y sin la casita, es posible que ya no quiera quedarse.

La casa de muñecas fue destruida por unos obreros; la muñeca y los pequeños muebles fueron incinerados. Eric había conseguido otra casa en alquiler en el mismo sector. El grupo investigador de asuntos paranormales, aseguró  que el fantasma de la niña había abandonado el lugar. Sin embargo, el día en que se marcharon, al dar la última mirada desde su auto, en la ventana de una alcoba,

vieron claramente la figura de una pequeña que los miraba alejarse.

 FIN

 Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados