Adrián estacionó su auto junto a la acera y al frente de la casa en donde Jimena vivía con su madre y su perro. Desde allí, y mientras los novios se daban el último beso, alcanzaron a escuchar el ladrido del fiel compañero que ya se había percatado de su llegada. Luego de unos minutos, el novio se despidió, y Jimena entró en su casa.
_Hola, mami! –Saludó Jimena-
_Cómo te fue, mi amor? –Dijo la mujer tratando de disimular un agudo dolor-.
_Te pasa algo?
_Tengo una punzada en el lado izquierdo, como en el pulmón y no puedo respirar muy bien. Voy a prepararme una aromática y ya se me pasará.
En la madrugada, el dolor persistía. Debido a ésto, Jimena persuadió a su madre para que fueran al hospital. Hora y media después, el médico le ordenó internarse inmediatamente. Luego de realizar los trámites necesarios, lo primero que hizo Jimena fue llamar a Adrián, su novio, para comentarle lo sucedido.
_¿Y qué piensas hacer? Vas a quedarte sola en aquella casa?
_¿Qué me sugieres?
_Que te vengas a quedar en la mía, mientras tu madre se recupera. Puedes traer a “Danger” –Ese era el nombre del perro-.
_Vale.
Los exámenes que le practicaron, dieron como resultado el peor: La padeciente (es el nombre correcto) tenía cáncer. Por lo tanto, debía someterse a un largo tratamiento.
Los días fueron pasando. Una noche, el médico llamó a Jimena:
_Dígame, doctor.
_Lo que tengo que decirle es muy delicado. Desafortunadamente, el cáncer, en lugar de mejorar, ha hecho metástasis y ha empezado a invadir otros órganos.
_Eso quiere decir que no hay posibilidad de que se recupere?
_No quiero hacerle concebir falsas esperanzas: No se va a recuperar.
La joven trató de contener el llanto sin que lograra hacerlo.
_Hay otra cosa: Como la señora es mayor de 60 años, a partir de mañana necesito que una persona se encargue de acompañarla. Por ahora, será solamente por las noches, pero, después de unos días, según su evolución, será también en el día. Siento mucho ser el portador de tan mala noticia.
Jimena tenía dos hermanas ya casadas. Entre las tres, se distribuyeron los turnos: de 7:00 a 11:00, de 11:00 a 3:00 y de 3:00 a 7:00.
Una noche, Jimena tenía que permanecer con su madre de 7:00 a 11:00 de la noche. Adrián se hallaba en su casa mirando televisión. No tenía sueño. “Danger” dormía en una alfombra, cerca de él. De pronto, el animal levantó la cabeza y se quedó mirando a la puerta de entrada. En un instante, se paró emitiendo un gruñido sin apartar la vista. Luego, el gruñido se convirtió en ladrido.
_¡Ven, Danger! ¿A quién ladras? ¡Mira que no hay nadie! –Dijo Adrián-.
El animal se calmó por unos instantes sin apartar la mirada de la puerta. De forma inesperada, sin que se sintiera el accionar de la cerradura, ésta se abrió lentamente. El perro corrió batiendo la cola, empezó a impulsarse levantando las manos y saltando cariñosamente en círculo, dando gemidos de alegría, como si lo hiciera alrededor de alguna persona conocida. Tal vez, por estar la puerta abierta, se sintió un frío muy intenso. Adrián quiso ponerse de pies e ir a cerrarla, más en ese instante, sintió dos afectuosas palmadas en la espalda. Volteó a mirar, mas no había nadie detrás de él. Se quedó sentado invadido por la intriga. En eso, la puerta se cerró, el perro lanzó un largo gemido y se acercó a ella olfateando desde adentro. En ese instante, timbró el teléfono haciendo que Adrián saltara en su asiento.
_Hola, buenas noches.
_Hola, mi amor. –Era Jimena y estaba llorando- Mi mamá acabó de fallecer. ¡Ven, por favor!
_Salgo para allá.
FIN
Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.