Llamada del más alla.

Quiero dedicar este corto trabajo a la protagonista de esta historia. Una excelente y hermosa ex-compañera de trabajo. El nombre ha sido cambiado por obvias razones.

La hermosa Nikole se desempeñaba como profesora de secundaria en un conocido colegio de nuestra capital. Vivía con su madre.  Todas las mañanas era despertada por el piar de muchos pajaritos que llegaban a la ventana de la cocina, contigua a su alcoba, en busca del agua y el arroz que sobraba de la comida del día anterior y que su bondadosa progenitora colocaba por costumbre al amanecer.

La señora, debido a los años, sufría de muchos malestares; sin embargo se negaba a ser llevada al centro de salud. Prefería prepararse sus aguas de hierbas y con éstas se aliviaba.

Desafortunadamente, llegó el día en que su medicina natural ya no le calmó el dolor. Optó por recostarse en su cama a esperar la llegada de su hija. A eso de las seis y media, la escuchó abrir la puerta, colocar su maletín en la sala y preguntar:

_Mamá? –Ella contestó con voz muy débil:

_Acá, hijita.

Nikole apresuró el paso hasta su alcoba.

_¡Mamá! ¿Qué tienes?

_Me dio un cólico bastante duro. Ya me preparé una aromática, pero no me quiere calmar.

_Mamá, te he dicho que con la salud no se juega. Nos vamos inmediatamente de urgencias. Te vistes y voy por un taxi.

Esta vez la vio tan firme, que no tuvo más remedio que acceder.  Ya en la clínica fue valorada por el médico de turno. Cuando terminó, llamó con señas a Nikole para informarle su estado.

_La señora debe quedarse mientras le practicamos unos exámenes más específicos. Por ahora puedo decirle solamente que el dolor se debe a una inflamación. Vamos a colocarle suero y algún medicamento para apaciguar el dolor.

_¿Es grave, doctor?

_Eso no puedo asegurarlo hasta no practicarle los exámenes. Será mejor que la deje hospitalizada. Puede regresar mañana de 10 a.m. a 12 del día. Por si  tiene que quedarse, debe traerle una piyama y sus utensilios de aseo personal.

_Gracias, doctor. Hasta mañana. Voy a despedirme de ella.

Se acercó a la camilla de la enferma, discutieron sobre el hecho de quedarse, hasta que lograron ponerse de acuerdo y se marchó. Al llegar a su casa comió algo y, después de  alistar lo necesario, se acostó. No podía conciliar el sueño. Muchos pensamientos negativos querían apoderarse de ella. Trataba de desecharlos, de pensar en otra cosa, pero era imposible. Al fin, después de la media noche, se durmió.

Al día siguiente se presentó en la clínica. Conversó con el médico. Lógicamente los exámenes no habían sido practicados todavía. Se le permitió visitar a su madre.

_Hola, mamá. –Le dio un beso en la frente. Ya le habían asignado una cama en la sala de observación y había sido canalizada para mantenerla con suero y calmantes.- Cómo estás?

_Hola hijita.  Estoy mejor. Te acordaste de colocarles comida a los pajaritos?

_No, mamá. Perdóname, pero mi cabeza estaba concentrada en tu salud. El doctor me dice que hoy te practicarán unos exámenes, y que, de acuerdo con los resultados, se determinará el tiempo de permanencia en la clínica. Algunos toman su tiempo y nos tocará tener paciencia. Tú sabes que puedo venir a visitarte en horas de la mañana, pero no podré estar contigo durante las tardes por mi trabajo. Si es necesario trataré de conseguir uno que otro permiso. Así que, para estar comunicadas, voy a comprarte un celular.

_Hija, tú sabes que yo no puedo manejar esos aparatos.

_Mira el mío, mamá: si escuchas el timbre, solamente tienes que presionar la tecla verde y colocártelo cerca del oído. Por ahora nadie más que yo te va a llamar. Cuando terminemos de hablar, yo cuelgo. Tú no tienes que pasar por el trabajo de llamarme. Y pensándolo bien, voy a comprarlo de una vez. Espérame. Ya vuelvo.

Una media hora después, entraba nuevamente.

_¡Míralo! No es bonito?

_Claro que si, mi amor.

_Entonces, tómalo. Ensayemos. Voy a retirarme un poco.

Después de dos intentos fallidos, logró contestar.

_Ahora si vamos a estar conectadas. –El doctor se acercó a notificarles que  ya comenzarán a tomarle los exámenes- Voy a hablar con la enfermera jefe para recomendarte. Chao, mami.

 

Esa misma tarde me relató lo sucedido. Yo traté de darle ánimo. Sin embargo tres días después, cuando ya se despedía de su madre, el médico la llamó:

_Dígame, doctor.

_Es mejor que vayamos a mi consultorio. –Una vez allí- Siéntese, por favor. Tengo en mi poder los resultados de los exámenes de su señora madre. La noticia no es nada buena: Tiene cáncer de estómago. Está invadida y ya no hay nada qué hacer. Lo siento mucho.

Nikole se cubrió la boca con una mano mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. El doctor esperó hasta que se calmó un poco.

_¿Cuánto tiempo le queda, doctor?

_Entre uno y dos meses, aunque puede ser menos. No se puede hablar con exactitud.

_¿Ella lo sabe?

_No creí conveniente decirle. No veo la necesidad de preocuparla.

_Mejor así. Le agradezco mucho, doctor. Ahora, ¿cuál es el procedimiento a seguir?

_La señora deberá permanecer en la clínica. Por lo menos podemos controlar su dolor.

 

El tiempo siguió su curso. Los dolores eran cada vez más intensos y la droga actuaba menos.

Una mañana, a eso de las cinco a.m., el celular de Nicole timbró despertándola de inmediato.

_Hola?

_Hija mía… Adiós.

_¿Mamá? ¿Cómo hiciste para llamar? Aló… Aló… -La llamada se cortó-

Inmediatamente Nikole se vistió y en menos de nada salió a la calle a tomar un taxi. No bien había acabado de acomodarse en el vehículo, cuando su celular volvió a timbrar.

_¿Mamá?

_No. Habla Leonor, la enfermera jefe. Tengo que pasar por la pena de contarle que su señora madre falleció. Por favor, véngase inmediatamente.

Entre sollozos, respondió:

_Ya casi llego. Estoy en el taxi.

_y ¿quién le avisó?

_Acabo de recibir una llamada de mi mamá.

_No, eso es imposible. Ella no tenía el aliento necesario para realizar esa llamada.

_Yo había creído que alguna de las enfermeras la había ayudado.

_No. Yo estuve junto a ella en la última hora completa, y nadie ha marcado con excepción mía, pero de mi celular.

Ese mismo día el cadáver fue llevado a una sala de velación. Las directivas del colegio dieron el permiso correspondiente para que un grupo de profesores, entre los cuales estaba yo, fuéramos a acompañar a la profesora y amiga. Por supuesto ya estaban allí algunos familiares lejanos. En un momento en que Nikole se encontraba un poco calmada, me hizo el relato de lo ocurrido con el celular, añadiendo que cuando lo tomó para guardarlo, se dio cuenta de que estaba totalmente descargado.

Varios días después del fallecimiento, Nikiole llegó al colegio y me buscó con ansias. Cuando me vio, corrió hacia mí y tomándome de una mano dijo:

_¡Ven que te quiero contar algo! –Y casi me lleva a rastras hasta la “Sala de Juntas”.

_¡Díme!

_¡Estoy muy contenta!

_¡No sabes cuánto me alegro! Y… cuál es el motivo?

_¿Me juras que no vas a pensar que estoy enloqueciendo?

_Por supuesto.

_Mi mamá vino a visitarme esta mañana.

_¿?

_¿Te acuerdas que te había contado que todas las mañanas, ella siempre colocaba un poco de arroz y agua para los pajaritos en la ventana de la cocina?

_Si.

_Bueno, tengo que decirte que desde que ella murió, no ha habido quien vuelva a hacerlo. La mayoría de veces almuerzo por fuera y cuando me canso de los restaurantes, preparo algo en casa, pero no se me ha dado por colocar el sobrante en la ventana. Pues te cuento que anoche me sobró algo de arroz y lo dejé en el sartén, con el fin de evitar preparar hoy. Pues esta mañana, al igual que muchas, cuando mamá vivía, fui despertada por el canto y el gorjeo de varios pajaritos. Me levanté a mirar, y me puse a llorar de alegría y dolor al mismo tiempo, al ver las avecillas y los utensilios que mi mamá utilizaba para colocarles la comida y el agua.

Nuevamente las lágrimas rodaron por sus mejillas y yo, con todo el gusto, abrí mis brazos y le presté mi hombro para que se desahogara, mientras le pasaba la mano delicadamente por su espalda.

FIN

 

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.