Pequeño supermán

Salí de casa con el propósito de comprar algo para tomar onces, cuando fui abordado por una mujer:

_Señor, señor.

_Dígame, señora.

_Mire, he tenido la oportunidad de leer algunas de las historias que usted escribe y quisiera pedirle el favor de escribir algo que me sucedió y que quiero que no le pase a nadie más. Podría ayudarme?

_Señora, podemos acordar una fecha para escuchar lo que usted quiere que escriba sin ningún compromiso de mi parte. Sin embargo, quiero que quede claro que las historias y cuentos que yo escribo son totalmente pegados a la realidad. Por evitar problemas, los nombres son cambiados.

_Me someto a lo que usted exija. A propósito, mi nombre es Lesli.

_El mío es Hugo. Mucho gusto

 

Acordamos el día y la hora de reunión, me dio la dirección de su casa. Unos días después, acudí a la cita y, después de escucharla, aquí está el relato de lo sucedido:

 

El mes de septiembre estaba en sus últimos días. La radio y la televisión ya dejaban de lado los comerciales de amor y amistad, para dar paso a los referentes al “Día de las Brujas”. Los almacenes y centros comerciales también alistaban sus decoraciones alusivas al Halloween. En los hogares, los padres ya indagaban a sus hijos sobre el deseo que tenían de disfrazarse. Muchos escogen el atuendo de algún personaje extraído de tiras cómicas, fábulas o cuentos. En la casa del matrimonio Rosales Cardoso ocurría algo similar. Danny le preguntó a su pequeño hijo de escasos cinco años:

_Mi amor, y a ti de qué te gustaría disfrazarte?

_¡De Supermán, papi!

_¿Por qué te gusta Supermán?

_Porque es un superhéroe que ayuda a la gente y porque sabe volar. Yo quiero volar como él. Oye, papi, ¿cómo hace Superman para volar?

_Con la capa, mi amor.

_Yo voy a ser como Superman. Voy a atacar a todos los ladrones.

 

Llegó el 31 de octubre. Danny invitó a sus dos hermanos con sus, esposas e hijos a festejar el Halloween, y todos salieron con sus disfraces a recolectar dulces. Después, llegaron a casa a departir un rato. Se sirvió la comida y tomaron algunas copas. Los niños jugaban muy contentos. Sin embargo nadie reparó en que el pequeño “Superman” había subido hasta la terraza de la casa. Muy confiado en sus superpoderes pasó al lado exterior del pasamano y se lanzó al vacío. Al momento la puerta de entrada de la casa fue azotada con el angustioso llamado de varios vecinos.

_Ya, ya. ¡Qué afán, por Dios!

_¡Lesli, su hijo se lanzó desde la terraza! –Fuera había un círculo con cualquier cantidad de gente. En medio, el cuerpo del pequeño rodeado de un charco de sangre. Los padres se acercaron de prisa. Al ver el cuadro, Lesli dobló sus piernas y cayó al piso. Danny se agachó a levantar al niño. En eso, el ruido de las sirenas de una ambulancia hizo que los curiosos se apartaran. Los paramédicos se hicieron cargo de la situación comprobando que el niño había fallecido. Lesli también fue atendida y junto con su hijo y esposo, fueron trasladados al hospital más cercano. No había nada qué hacer.

 

Días después, ocurrió algo que a Lesli la impactó sobremanera. Salió de trabajar después de las seis de la tarde y,  debido a un accidente de tránsito y al tráfico, de la hora, su llegada a casa se tardó mucho más de la cuenta. Ya en su barrio, las calles estaban casi vacías. Caminaba de prisa y mirando a todo lado. Sin embargo, sin saber de dónde, dos malandros cortaron su paso mostrando sus armas blancas y su actitud amenazadora.

_Mamita, entréguenos todo lo que traiga de valor y el celular, si no quiere manchar el piso.

_¡Si, si! ¡Por favor… no me hagan nada!

_¡Huy, pero lo que usted está es buena! –Dijo uno de ellos tratando de tocar su pecho; mas, en ese instante, la voz de un niño dijo con tono enérgico:

_¡Déjenla! –tanto los hampones como la madre voltearon a mirar.

_¡Pero si es Superman enano! –Dijo uno de ellos soltando una estruendosa carcajada que fue coreada por su compañero.

_Ja ja ja.

Mas la risa se cortó al instante cuando el superhéroe saltó para golpear con sus pequeños, pero demoledores puños a los dos atacantes, quienes fueron lanzados al piso sin sentido. Lesli se llevó la mano a la boca, incrédula.

_¡Hijo mío! –El niño la miró sonriente y levantó su manito para agitarla en señal de despedida mientras le decía:

_ “Siempre te protegeré, madre”.  –Poco a poco su figura se fue perdiendo hasta desaparecer-

 

Ella, sollozando, comenzó a caminar hacia su casa con el corazón rebosante de una mezcla de alegría y tristeza. Lleva en su mente el sentido de culpa por no haber estado pendiente de su hijo en aquella noche.

 

FIN

Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados