volkswagen-escarabajo-frontalEliécer, aunque vivía en Madrid, Cundinamarca, se desempeñaba como docente en un colegio de Bogotá. Todos los días hacía su recorrido en su antiguo escarabajo Volkswagen.

El día en que comienza esta por demás rara historia, ya la tarde terminaba y las luces del plantel se encendían. Lucas, un compañero y muy buen amigo de Eliécer, lo esperaba en la entrada de la sala de profesores.
_Hola, viejo Eliécer! Será que me puedes echar un aventón?
_Claro! Antes me haces compañía. –Caminaron hacia el aparcadero-

Instantes después, cuando Eliécer accionaba el encendido, unos golpes en la parte posterior del auto lo hicieron mirar por el espejo lateral. Era Alonso, otro compañero. Se acercó hasta su ventanilla.
_Qué, pena con usted, hermano. Será que me puede llevar a mí también? Me quedo en la entrada de Funza.
_Con mucho gusto. Le toca sentarse atrás, porque Lucas se baja primero.
_No importa. –Y dirigiéndose a Lucas- Luquitas, le tocó bajarse mientras paso.
_Bienvenido, viejo Alonso. –Respondió éste. Salió del automóvil, corrió la silla hacia adelante y agachó el espaldar para que su colega pudiera entrar.

Una vez acomodados, emprendieron el viaje. Durante el camino Eliecer y Lucas charlaron de diferentes temas. Alonso se limitó a escuchar. El tránsito estaba, como siempre a esa hora: Lento y congestionado. Un poco más adelante, Lucas, para ponerle gracia al viaje, dijo:
_Y qué, Alonso, muy cansado? Se durmió? –Sin embargo no obtuvo respuesta-
Esto motivó a Eliécer a mirar por el retrovisor. Se alteró un tanto y disminuyó la velocidad; encendió la lámpara interna. Su alteración aumentó, y maniobró para acercarse a la derecha. Cuando lo logró, encendió las luces estacionarias y paró.

_Qué sucede, viejo Eliécer! Te asustaste por algo?
_Mira hacia atrás. Alonso no está!
Lucas giró la cabeza con rapidez; luego fijó la vista en el piso. No había nadie!
_Pero, en qué momento se bajó si no hemos parado ni una vez?!
_Y aunque lo hubiéramos hecho, tendrías primero que haberte bajado tú o yo, para que luego lo hiciera él.
_Qué raro! –Permanecieron en el sitio en silencio por unos minutos.
_Oye, Eliécer… Se dice que cuando una persona va a morir, se presenta a algunos familiares o amigos como para despedirse y luego desaparece. Será que Alonso… esta en esa… situación?
_Nada tiene de raro. Y, por supuesto, no hay que comentarle ni a él ni a nadie lo que pasó.
_De acuerdo. Entonces qué, seguimos?
_Sigamos!

Para enrarecer más el hecho, al día siguiente, Eliécer y Lucas se encontraron faltando unos minutos para comenzar las clases. Lucas llegó después de su amigo. Se saludaron.
_No ha sabido nada de Alonso?
_Mírelo! Allí viene muy campante.

El recién llegado saludó a varios profesores. Con toda la discreción, se acercaron a él, lo saludaron y Eliecer le preguntó:
_Y cómo le acabó de ir ayer, Alonso?
_Bien, me tomé el “día compensatorio” por haber sido jurado de votación, Invité a mi novia a termales y llegamos a Bogotá como a las nueve de la noche. La pasamos delicioso!
_Ah! O sea que usted ayer no estuvo en el colegio? –Añadió Lucas-
_No. No. –Eliécer y Lucas se miraron-

El tiempo siguió su marcha dejando muchas inquietudes en la mente de cada uno de los dos amigos. Y Alonso sigue tan vivo como antes. Este es un suceso de tantos que no tienen explicación.

FIN
Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.