el niño de la albercaPor fin, después de haber timbrado por tres veces, la puerta se abrió y detrás de ella apareció la cara de la dueña de aquella inmensa casa. Desde unos años atrás, el inmueble se había dividido en cuatro cómodos apartamentos, tres de los cuales se arrendaban. El otro, constituía la habitación de aquella anciana.

_Buenas tardes. En qué les puedo servir?

_Mucho gusto, señora. Soy Manuel Sanclemente y ella es mi esposa, Elena Matiz. No sé si de la Inmobiliaria ya le habrán informado…

_Pasen, por favor. –Después de cerrar la puerta de entrada, la anciana los guió hasta el segundo piso en donde vivía.

_Inés Villafuerte. Por favor tomen asiento. Así que ustedes son Manuel Sanclemente y Elena Matiz.

_Si señora. Esta es la carta de la Inmobiliaria.

La anciana la leyó.

_Entonces no tienen niños?

_Aún no. Estamos recién casados.

_Ah! Ya veo. Bueno, creo que desearán ver el apartamento. Por favor acompáñenme. Es en el primer piso. –Bajaron. Tomando un llavero de su bolsillo abrió y se hizo a un lado.

_Pasen.

_Gracias.

El apartamento era lo suficientemente cómodo. A la izquierda, una espaciosa sala comedor seguida de dos alcobas frente a las cuales se elevaba un ventanal que circundaba el patio. Su puerta estaba junto a la cocina ubicada frente a la sala. Lo que más llamó la atención de la pareja fue la inmensa alberca o lavadero. Una pelota a rayas descansaba en la piedra de fregar la ropa. Seguramente se les quedó a los anteriores inquilinos.

_Tuvimos la oportunidad de mirar el plano y las fotos en la oficina. El agente que nos atendió piensa que cumplimos los requisitos, así es que si usted no tiene inconveniente, nos quedamos con él.

_Por supuesto que no. Entonces espero que lo disfruten. En la oficina les harán entrega de las llaves y el inventario. Fue un placer conocerlos.

Días después estaban ya instalados. Tanto Elena como Manuel trabajaban, aunque en empresas diferentes. Generalmente ella llegaba primero que él y se dedicaba a adelantar la preparación de la comida cuando ya la tarde finalizaba.

Aquel día estaba en esos quehaceres cuando la sobresaltó el llanto de un niño. Prestó mucha atención. Cosa extraña: sin duda procedía de algún lugar dentro del apartamento. Salió de la cocina siguiendo aquel sonido. Le pareció que venía de la sala. Se dirigió hacia allí y encendió la luz, mas ahora le pareció que era de una de las alcobas. Caminó hacia allí, miró en la del matrimonio, nada. Entró en la segunda y tampoco. Entonces? Afinó el oído. Era del patio? Miró a través del ventanal. Estaba completamente vacío. Sólo la gran alberca sobresalía en aquel rectángulo.  Pensó en salir, mas en ese preciso instante, se sobresaltó al escuchar la llave en la cerradura de acceso al apartamento. Era su esposo.

_Hola! Mi amor! Qué haces? –Le preguntó mientras sus labios se posaban en los de ella.

_Ocurrió algo muy extraño. Cómo te parece que escuché el llanto de un niño dentro del apartamento. Dejó de escucharse en el momento en que tú entraste.

_Seguramente debió ser de alguna de las casas vecinas. En la noche se escuchan los sonidos con mucha mayor claridad.

_Puede que tengas razón, pero juraría que el llanto venía de adentro. Primero lo escuché en la sala, cuando fui allí, me pareció que venía de nuestra alcoba, luego de la otra y, por último, creí escucharlo en el patio.

_Figuraciones tuyas. Dame algo! Estoy muerto de hambre.

_Vamos a la cocina. Te prepararé café.

Se sentó en una silla y comenzó a contarle algunos sucesos del día en la empresa. Un poco más tarde llevaron sus platos al comedor. Una vez terminada la comida, Manuel se ofreció a lavar la loza.

_Entonces yo voy a ponerme mi pijama. Estoy cansada.

_Ve, mi amor. Yo voy luego.

Había enjabonado los platos cucharas y vasos y se disponía a enjuagarlos cuando algo en la ventana que daba al patio le llamó la atención. Giró la cabeza para averiguar de qué se trataba. No pudo evitar pegar un salto del susto al ver en la parte inferior del vidrio la cara de un niño que lo miraba entre curioso y temeroso. Trató de controlarse.

_”Qué puede hacer un niño en mi apartamento a estas horas?” –Tomó una toalla, se secó rápidamente las manos y salió de la cocina con el fin de buscar al pequeño. La puerta estaba cerrada con llave. Buscó en un cajón y encontró el manojo completo. Abrió y salió mirando para todos lados. No había tal niño. Rodeó la alberca sin ningún resultado. Sintió un frío recorrerle la espalda. Recordó lo del llanto que escuchara su esposa. Tratando de controlar su nerviosismo, volvió a la cocina y terminó su oficio. En un momento estuvo con ella. No le contaría nada.

_A qué saliste al patio?

_Es que…pensé que estaba lloviendo. –fue lo primero que se le ocurrió-

_Cómo iba a estar lloviendo si es noche de luna!

_No me di cuenta.

Un momento más tarde Elena dormía. A Manuel se le fue el sueño a pesar de lo cansado que estaba. Se quebraba la cabeza pensando qué pudo ocurrir con aquel niño. Imposible pensar que fueron figuraciones suyas. Lo vio claramente en la ventana. En su cabeza tomó forma una idea que no quería aceptar: sería una aparición? O… un fantasma? Al pensar en esto se le puso la piel de gallina. Con temor miró hacia la ventana . Una débil luz se filtraba por la cortina y detrás de esta se dibujaba la silueta de… un niño! Con rapidez apartó la vista y se volteó hacia su esposa a quien abrazó como para darse valor. Ella, entre dormida y despierta, colocó su mano sobre la de él.

Al atardecer del día siguiente, Elena llegaba a su apartamento bajo una fina y persistente lluvia. No había llevado paraguas y su cabello se había alcanzado a mojar.  Hacía frío. Antes de cerrar la puerta encendió la luz del pasillo. Una vez dentro, sintió la  reconfortante tibieza. Se dirigió  a la alcoba para descargar su bolso, luego al baño donde tomó  una toalla y salió refregándose la cabeza. El estómago le pedía a gritos, algo de comer. Caminó hacia la cocina para preparar café; sin embargo antes de entrar, algo le golpeó la espalda para caer luego al piso dando botes. Giró como un resorte. Era una pelota que lentamente disminuía su boteo para rodar hacia un rincón. Trató de conservar la calma y pensar. Alguien le lanzó aquel juguete. Pero…quién? La conclusión fue obvia: Manuel ya había llegado y le estaba jugando una broma. Seguramente estaba escondido en la sala a oscuras. La lógica le decía que desde allí le habían lanzado el pelotazo. Una sonrisa curvó sus labios. Le pagaría con la misma moneda. Se agachó y tomó la pelota y, caminando en puntillas se acercó hasta la sala. Se pegó a la pared y asomó lentamente la cabeza. No lo vio por ningún lado. Tal vez estaría detrás de algún mueble. Levantó la mano armada con la pelota y con la otra encendió la luz. Pensó que al hacer esto el juguetón de su marido saldría riéndose y ella le devolvería el pelotazo. Sin embargo no ocurrió así. Buscó por todos lados. La sala estaba completamente vacía. Entonces…? La invadió el miedo y salió de aquel sitio encogiendo la espalda como si alguien fuera a cogerla. Al momento la burlona risa de un niño llenó la habitación. Ella, ahogó un grito cubriéndose la boca. Abrió la puerta de salida y corrió a la calle. Allí se quedó parada esperando a su marido. Quería llorar como una niña. Miraba hacia la esquina con ansias. La calle estaba desierta y oscura. El tiempo de espera se le antojó una eternidad. Al fin lo vio caminando con despreocupación. Cuando reparó en ella, agilizó el paso. Ella, no esperó más. Salió corriendo a su encuentro y sin decir nada se abrazó a su cuello dejando que las lágrimas rodaran encima de él

_Hola, mi vida. Qué paso?
Quiero que nos vayamos de este apartamento!
_Pero, por qué? Ven! Entremos y me cuentas qué sucede. Ella se resistía a entrar, mas su esposo le brindaba seguridad. Una vez dentro, miraba recelosa como buscando algo. Se sentaron y en pocas palabras le narró lo ocurrido.

_Realmente es preocupante. No te puedo decir que sean imaginaciones tuyas, porque yo también he sido testigo de algunos acontecimientos extraños. –Le contó su experiencia. Ahora vamos a dormir y mañana hablaremos con la propietaria para tratar de arreglar lo del contrato, y buscaremos otro apartamento.

Horas después, la pareja descansaba en su alcoba. El hombre dormía plácidamente, pero ella no podía conciliar el sueño. Trataba de no pensar. En medio de la noche, las campanas del viejo reloj de la iglesia del barrio,tañeron doce veces señalando la media noche. Lentamente se fue adormilando hasta quedar profunda, aunque el sueño no duró mucho. Una vocecilla infantil la llamó:

_Mami! Tengo frío!

La joven esposa abrió los ojos dirigiendo la mirada en la penumbra hacia el lugar de donde provenía la voz. Y para su asombro, desde la esquina de los pies de la cama un niño, al parecer con la ropa mojada y pegada a su pequeño cuerpo, la miraba con los brazos extendidos como implorando que lo alzara. La mujer quedó petrificada. Ni siquiera pudo articular un sonido. Y ante sus asombrados ojos, la imagen se desvaneció. Sólo hasta ese instante pudo volcarse sobre su marido empujándolo con fuerza. Manuel se despertó asustado.

_Que pasa?

_Lo vi!

_A quien?

_Al niño!

_Estás segura? No crees que pudo ser una pesadilla?

_No! Me llamó “mami” y cuando me desperté me estiró los brazos y me dijo “tengo frío”! Luego, se desvaneció en el aire. –Terminó su relato entre sollozos-

_Ya, mi amor-dijo él abrazándola contra su pecho- Como te prometí, mañana hablaremos con la propietaria. Trata de dormir. Yo esperaré despierto hasta que lo hagas.

Durmieron con la luz encendida. Tan pronto como amaneció, el hombre llamó a un hermano menor quien vivía solo, pues aún no se había casado. Le pidió el favor de recibirlos en su apartamento tan sólo por unos pocos días mientras conseguían otro para arrendar. Su hermano accedió gustoso. Acto seguido se dispuso a desbaratar los muebles mientras Elena preparaba el desayuno. La alegría que sentía al pensar que pronto estarían fuera de ese lugar, la llenó de aliento para hacer las cosas.

_Mi amor, -dijo Manuel- tengo que ir a la empresa para pedir permiso por este día y después pasaré por el banco. Trata de tener valor. No me demoro.

_No te preocupes. De día todo es diferente. Mientras tanto lavaré una ropa que tengo en remojo en la alberca.

Se colocó unos guantes de caucho y comenzó a restregar la ropa. Tardó algo más de media hora y cuando ya faltaban una o dos prendas, algo le llamó la atención dentro del agua. Era un muñeco? Se agachó para observar mejor. Si. Sin duda era un muñeco sumergido en el agua. Tenía un color de cera y los ojos cerrados. El cabello un poco rebalsado. Ella quiso sacarlo y se disponía a meter el brazo cuando inesperadamente éste abrió los ojos, la quedó mirando y estiró los brazos por fuera del agua como queriendo agarrarse de ella, al tiempo que decía con desesperación:

_Mami! Sácame de aquí! Tengo mucho frío!

El grito que lanzó la asustada mujer, antes de perder el sentido, fue horroroso. Las piernas se le doblaron y cayó al piso. Fue tan fuerte que llegó a oídos de la dueña de casa. Tan rápido como le permitieron sus ya cansadas piernas, bajó las escaleras. Después de llamar inútilmente volvió a subir por su manojo de llaves. Abrió la puerta y comenzó a buscar por la cocina, la sala y, al mirar hacia el patio, la vio tirada en el piso.

Elena despertó. La dueña le había colocado una toalla doblada bajo la cabeza, una almohada en los pies y una manta encima de su cuerpo. No pasaron ni diez minutos cuando Manuel entró, haciéndose cargo de la situación. La levantó en sus brazos y la llevó hasta su alcoba. Acercó una silla para ofrecérsela a Doña Inés. Luego, la puso al corriente de la situación, y añadió:

_Como usted ve, señora, no podemos seguir viviendo en el apartamento. Si usted lo dispone así, pagaría algún dinero como indemnización.

_No se preocupe. Comprendo muy bien su decisión. Es más, aunque le parezca raro sé el por qué de lo sucedido y creo que es mejor contarles:

_Este apartamento fue arrendado a una joven pareja quienes tenían un niño. Ellos gustaban de ir a discotecas, de tomarse unos tragos y, muy a menudo, encargaban el niño a una hermana. Un buen día asistieron a una fiesta y llegaron poco antes de la madrugada y se acostaron. El niño despertó como de costumbre y, al ver a sus padres dormidos, buscó con qué entretenerse. Tomó su pelota y al encontrar el patio abierto, salió a jugar con ella en la alberca que se encontraba llena de agua. Cuando los padres despertaron, lo buscaron por todas partes y lo encontraron ahogado.

FIN

 Autor: Hugo Hernán Galeano Realpe. Derechos reservados.